¿Es necesaria una nueva Constitución?
Evidentemente, dependerá de la posición política del observador, si usted está conforme con el sistema y con nuestras autoridades, evidentemente no. Tal vez nuestro principal problema como sociedad es que no estamos de acuerdo y nuestras instituciones políticas y jurídicas para resolver las discrepancias han caído en desgracia, sin que tengamos las herramientas para remplazarlas por otras de mejor pronóstico.
Si usted realmente quiere que se realicen transformaciones importantes para lograr la mejoría de la calidad de vida de quienes no han accedido a los beneficios del crecimiento en Chile, una nueva Carta Fundamental le debería parecer un punto de partida realista y sólido para cambios a corto, mediano y largo plazo. No porque en ella se detallen las medidas que lo permitan, ni un programa, ni carta Gantt alguna, sino porque la actual Constitución Política establece la institucionalidad vigente y, con ella, las posibilidades de transformación son mínimas.Una nueva Constitución es necesaria y conveniente. Puede facilitar una respuesta adecuada a las movilizaciones sociales que nos han estremecido. Pero debe generarse con calma y buena letra. Lo que no significa evadir el desafío, sino simplemente abordarlo con altura de miras y sin menospreciar a quienes no estén de acuerdo, en parte, en algo o en todo.
Mínimas, por la consagración de un sistema de derechos fundamentales fundado en el predominio del derecho de propiedad privada y el rol subsidiario del Estado, que relativiza derechos sociales como salud, educación y trabajo. También el acceso razonable de las personas a bienes universalmente considerados públicos, como el agua.
Mínimas porque el trabajo legislativo está obstaculizado por exigencias desmesuradas de quórum para leyes sobre aquellas materias cuya modificación es urgente. Un sistema que es bastante extraño en derecho comparado, que distingue leyes orgánicas constitucionales, otras de quórum calificado y otras leyes simples. Solo en éstas últimas una mayoría simple tiene posibilidades ciertas de hacer transformaciones. Pero son las materias menos importantes, las triviales. Y esto es intencionado, la voluntad del constituyente fue expresamente apostar por la permanencia e inalterabilidad del sistema.
Mínimas porque la Constitución de 1980 estableció un gigante autónomo y de tremendo poder, como Tribunal Constitucional, que controla la constitucionalidad de buena parte de las leyes antes de su publicación, una función contramayoritaria, también establecida en pos de la estabilidad. Lo anterior, además de la facultad de revisar la aplicación concreta de las leyes después que han entrado en vigencia (rol que muchos consideran razonable situar dentro de la competencia de los Tribunales Superiores de la Justicia Ordinaria)
No olvidemos que además, a buena parte de nuestro país le desagrada estar sometido a un texto fundamental que se generó y aprobó en dictadura, por los ideólogos de la misma y que con el tiempo ha sido sujeta a modificaciones cosméticas y acomodaticias.
¿Cómo hacerlo? ¿Lo hacemos ahora en medio de la crisis? Preguntas de difícil respuesta. Patricio Zapata, especialista democratacristiano de bastante prestigio afirma “siempre ha estado la necesidad de cambiar la Constitución, esto no es artificial. De lo que no estoy seguro es que seamos capaces de tener la suma de generosidad, talento y rigor que supone una tarea de esta envergadura”. Enrique Navarro Beltrán, no menos prestigioso académico, es bastante más escéptico y defendiendo la idea de que las transformaciones pueden efectuarse dentro del texto de la actual constitución sin necesidad de una nueva, señala: “Un proceso constitucional es algo serio para ser discutido de manera frívola y ligera. Exige en primer lugar una ciudadanía que conozca la de verdad lo que establece la Carta Fundamental y su exacto alcance”. En el otro extremo tenemos al profesor Jaime Atria, tal vez quien más ha defendido la urgencia de una nueva Carta Magna y quién ve además en el proceso beneficios secundarios para el sector político que promueve los cambios sociales: “Yo creo que la necesidad de una nueva constitución a través de una asamblea constituyente es probablemente el tema que más claramente puede unir a la oposición”.
A mi juicio, una nueva Constitución es necesaria y conveniente. Puede facilitar una respuesta adecuada a las movilizaciones sociales que nos han estremecido. Pero debe generarse con calma y buena letra. Lo que no significa evadir el desafío, sino simplemente abordarlo con altura de miras y sin menospreciar a quienes no estén de acuerdo, en parte, en algo o en todo.
Es hora de aprender de los errores del pasado y construir un futuro común sin violencia, pero trabajando con urgencia.
O acostumbrarnos al ruido ambiente y a presenciar como la hoguera arde hasta que empecemos a quemarnos todos y cada uno de nosotros.
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