¿Es en realidad privado mejor que publico? Depende del contexto. Entre nosotros se han transformado en prejuicios destinados a promover o estigmatizar una determinada posición ideológica . Privado o público, son solo designaciones semánticas sobre las cuales se predican cualidades, pero cada vez se usan con mayor frecuencia con afanes proselitistas y no para educar o simplemente informativa. Su adjetivación es dependiente y el uso conclusivo nos transforma en un país de conformistas.
Cada día oímos “privado” como sinónimo de “mejor”, que es del modo que comúnmente lo vemos y oímos todos los días. Surge como una necesidad de neoliberales para reforzar la idea de que la solidaridad es un pésimo negocio y que los servicios esenciales y los bienes comunes funcionan mejor bajo el régimen de las reglas del mercado y sus afanes de lucro.
Las políticas públicas de estimulo económico son indispensables para un desarrollo integral de largo plazo, pero también para responder oportuna y eficientemente a situaciones familiares y regionales diferentes y con desarrollo disparejo. Para esto, un quehacer económico basado exclusivamente en los precios del mercado es eternizar el status quo, un gran monopolio inmovilizador para el crecimiento de las mayorías; una camisa de fuerza que los somete a la especulación de la oferta y la demanda. Se obliga a la gran mayoría a un desarrollo sin ningún interés por los consumidores, y a una modernización de edificios y supermercados ajenos.
Pareciendo un tema irrelevante, público o privado, es la raíz de muchos problemas. No es un intento por elevar a metafísico una cuestión metafórica y cuya respuesta es obvia, es una consecuencia y no el origen de nada: no tendremos una empresa pública de calidad mientras mantengamos el coágulode oportunidad que representan por un lado la mala calidad de la educación pública y por el otro, el actual modelo de distribución de la riqueza. No hablo únicamente de la riqueza que proporciona la inversión privada, sino de aquella más cuantiosa que se obtiene con la explotación de los recursos naturales que son, por definición, comunes.
En las actuales circunstancias, cuando privado es sinónimo de mejor y público de “amenaza”, son pocos quienes distinguen dónde está el dilema principal. – Dividir para conquistar permite que con el brote periódico de pequeñas discusiones, se haga imposible reformar aquel sistema que en dictadura disfrutó de ninguna oposición y todo el tiempo del mundo para su diseño. Cada vez que alguien menciona la conexión de la educación pública con la reforma tributaria, por ejemplo, saldrán agresivos los defensores del entramado constitucional que los dividió, cálculo hecho para evitar que el Estado demande mayores impuestos para financiar, en desmedro de los más ricos, el crecimiento los pobres.
Ejemplos sobran de países donde la educación de calidad, el sistema universal de salud y la previsión social, son parte emblemática del desarrollo y el orgullo de la administración pública. Una sociedad que dispone de semejante plataforma para nivelar oportunidades de éxito es una sociedad culta. Eso es lo que nos hace falta.
Sin empresas publicas dignas de administrar y sin educación de estatura, se impone este modelo privatizador y de libre mercado. Un sistema falto de contrapeso, libre de regulación y fiscalizaciones, donde la manga ancha de abusos no se detuvo en la concentración cercana al monopolio de cuanto producto o servicio indispensable existe en el mercado; manga ancha que incluye la evasión, la colusión, el uso de información privilegiada y una lista tan larga de delitos, que han saturado los informativos hasta cansar la opinión pública, y confundir a ministros y parlamentarios.
¿Es una solución estatizarlo todo? Por supuesto que no, pero requerimos más control fiscal que para el funcionamiento del orden interno y de las instituciones de la defensa nacional. Necesitamos un Estado competente para la educación, la salud o la previsión social.
Sin ninguna intención real de reformarlo, el actual gobierno del Presidente Sebastian Piñera pretende perpetuar el lastre de pobreza y desigualdad que no reflejan los índices y las encuestas que ellos manejan. Se extenderá el clima políticamente inestable del que ha sido parte importante el ministro del Interior, además de otros individuos famosos por lo inflexibles y ajenos al sentir ciudadano que también son parte del gabinete. A estas alturas, el fortalecimiento o re-diseño de la educación y las empresas publicas se ve cada vez más lejos.
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Foto: Chile Ayuda a Chile / Licencia CC
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