El 17 de octubre del 2019, en diversas estaciones del Metro de Santiago se registraron las primeras evasiones masivas protagonizadas por estudiantes secundarios. Buscar el motivo de la mencionada movilización, sería como mirar la fotografía de un iceberg. En la punta de este podemos ver el alza de los pasajes de dicho sistema de transporte, acompañado de las desafortunadas intervenciones de autoridades como la del ex Ministro Fontaine y su frase: “quien madrugue puede ser ayudado a través de una tarifa más baja.” Mientras que en aquella parte de la fotografía que no vemos, se encuentra la inagotable lista de situaciones de desigualdad impresas en el ADN de Chile.
El descontento social albergado en las entrañas de la mayor parte de nuestro país, decantó en el escalamiento de las movilizaciones que los y las estudiantes habían impulsado. Ya no se trataba de manifestarse en contra del alza de la tarifa del metro. Lo que vimos fue una manifestación en contra del alza de la vida, en contra de la mercantilización de cada ámbito esencial para el desarrollo humano. Estudiantes, trabajadores y trabajadoras, jubilados y jubiladas, todos y todas aquellas víctimas del oasis capitalista del que se jactó el Presidente Piñera, día tras día se mantuvieron estoicos, haciendo frente a los desmedidos niveles de violencia y represión que las Fuerzas Armadas y Carabineros históricamente han ejercido para proteger los privilegios de la clase dominante. Chile despertó se repetía en cada región y comuna del país, Chile despertó para exigir condiciones de existencia dignas. El pueblo chileno, evadió por una mejor vida.Dicen que el Covid-19 no discrimina, que contagia a hombres y mujeres, ancianos y niños, ricos y pobres por igual. Si bien esto es cierto, hay algo que si discrimina y esto es nuestro sistema de salud… La eficacia del sistema de salud público en comparación al sistema de salud privado es aterradora.
El fin de semana largo de la denominada semana santa, generó con anticipación la preocupación de las autoridades del gobierno central y de los gobiernos locales (principalmente de aquellas administraciones que cuentan con balnearios y lugares turísticos) por la histórica movilización de habitantes de Santiago hacia la costa. En ese contexto, una de las medidas tomadas para evitar el éxodo capitalino fue el levantamiento de un cordón sanitario.
La mañana del viernes santo, el variopinto de estaciones de televisión y medios de comunicación mostraron imágenes que escapan del entendimiento de cualquier persona con el mínimo de sentido común. Tres aeronaves, helicópteros particularmente, salieron de Santiago camino a Cachagua, Zapallar y Totoralillo. Inmediatamente después de esta noticia, las autoridades sanitarias, como todos los días, entregaban un nuevo recuento, dando cuenta de 529 nuevos infectados, para constituir un total de 6.501 personas que han contraído el covid-19. Del mismo modo, el número de fallecidos aumentó a 65.
Todo parece indicar que la curva de contagio continúa aumentando de manera exponencial, y hay personas que no quieren entenderlo o derechamente no les interesa. Existen, aún, personas que están dispuestas a evadir las medidas sanitarias que las autoridades se encuentran implementando, con el propósito de hacer lo que están acostumbrados a hacer, esto es: lo que quieren, porque sus medios y su poder adquisitivo se los permite. No es descabellado pensar que hay una obstinación intrínseca en la clase más acomodada de nuestro país. En todo caso, hasta cierto punto es entendible, pues nuestro sistema judicial tiene un penoso historial en materia de impunidad a estos sujetos. Estas personas, en su egoísmo, evadieron por la muerte.
Dicen que el Covid-19 no discrimina, que contagia a hombres y mujeres, ancianos y niños, ricos y pobres por igual. Si bien esto es cierto, hay algo que sí discrimina y esto es nuestro sistema de salud. Probablemente las personas que toman un helicóptero -como quien toma la micro- para viajar a sus segundas viviendas, no tengan mayores problemas en caso de contagio. Sin embargo, la realidad de la mayor parte de nuestra población no es esa. La eficacia del sistema de salud público en comparación al sistema de salud privado es aterradora.
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