Los grandes líderes o lideresas, tanto en las comunidades, el empresariado y el Estado, son quienes tienen la oportunidad de escribir con mayúscula una solución con una mirada más allá de mañana.
Cuando se intenta aplicar el concepto de “Trade Off”, en ocasiones se comete el error de relacionarlo solamente a un análisis costo-beneficio desde la empresa. Sin embargo, el concepto dice relación con la idea de los beneficios sociales, que va más allá del significado de “compensaciones”, según su traducción exacta; y que a la luz de la discusión pública sobre la importancia del crecimiento económico, cobra mayor relevancia cuando se cruza con la dimensión ambiental.
Es justamente aquello, lo que vale la pena destacar para efectos de la relación entre las Empresas y las Comunidades a la hora de querer instalar un proyecto de alto impacto. Desde luego, debemos asumir que los impactos no siempre son positivos como las empresas intentan señalar y menos que todos los impactos son negativos como las comunidades también pregonan. Buscar un equilibrio, asumiendo que no todo es blanco o negro, y que existen matices es una buena forma para partir el diálogo.
Algunos economistas, como Gregory Mankiw, señalan que “la primera lección sobre toma de decisiones la resume el dicho ´el que quiere, algo le cuesta´. Para conseguir lo que nos gusta, normalmente tenemos que renunciar a otra cosa que nos gusta. Tomar decisiones es elegir entre dos objetivos”.
Uno de los pilares de desarrollo sostenible de la OECD en su dimensión social, esgrime que la distribución debe ser justa en relación a los costos y beneficios del crecimiento, respeto a los derechos humanos, superación de la pobreza y combate contra la desigualdad, mejor y mayor acceso a una educación de calidad, fortalecimiento de las relaciones laborales y gobernabilidad (participación y transparencia). Otro pilar clave es el ambiental, el que señala como esencial, la preservación de un medio ambiente libre de contaminación y el fomento del uso responsable de recursos naturales, especialmente los no renovables.
La disyuntiva para muchos proyectos de inversión y su relación con la comunidades se sitúa en al menos dos preguntas centrales, que grafican lo que plantea Mankiw: ¿Crecimiento económico por sobre participación y transparencia?, ¿Eliminación de la pobreza por sobre preservar el medio ambiente libre de contaminación?
Las comunidades deben tomar posiciones, desde su identidad territorial, y poniendo en balanza una visión de largo plazo, que genere no sólo empleo y crecimiento económico desde un punto de vista de la economía clásica, sino además una construcción social que valore las diferencias y tenga la capacidad para proyectar, con ética, el destino de los recursos naturales de su entorno. La integración de objetivos entre las comunidades y las empresas no es algo sencillo, y cuando esa integración no es posible, los actores, es decir, las sociedades deben estar listas para definir los necesarios “trade-offs” asociados al desarrollo sustentable.
Finalmente, la tarea de eliminar de nuestro registro el punto de vista individual para tomar decisiones, es el gran desafío. El “bien común” debe ser la aspiración para ese punto de inflexión, que siempre estará condicionado por aspectos de la contingencia política, económica, medioambiental o cultural. Los grandes líderes o lideresas, tanto en las comunidades, el empresariado y el Estado, son quienes tienen la oportunidad de escribir con mayúscula una solución con una mirada más allá de mañana.
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