Mucho se ha hablado sobre los costos, el costo de no hacer una cuarentena total, el costo de una crisis económica por hacerla, el costo humano, el costo político, el costo social, llegando al falso dilema entre la vida y la economía. No hay que ser expertos para saber que una crisis económica afecta en todos los ámbitos de nuestro diario vivir y sobre todo a quienes menos tienen.
Para contener el mal momento y que este “shock” sea transitorio se ha anunciado un plan económico de emergencia equivalente a US$ 11.750 millones, pero no se descarta que siga aumentando. Este plan tiene tres ejes principales, protección del empleo e ingresos laborales, inyección de liquidez para apoyar a las empresas, especialmente las Pymes y apoyar los ingresos de las familias. Hasta el momento a la ley de protección del empleo se han acogido más de 66 mil empresas (92,4 % micro y pequeñas, 3,4% medianas y 1,3% grandes) y recientemente se ha anunciado un plan para los trabajadores a honorarios ¿Será suficiente? Lamentablemente no para todos.
Los problemas y consecuencias de una crisis económica ya son conocidos para Chile, es cosa de revisar nuestra historia y volver a 1930, 1970 y 1980, duras crisis económicas que terminaron en un caos político y social. Durante la crisis económica del 80 fue cuando más protestas hubo en contra de la dictadura, el hambre es más fuerte que el miedo y la represión. ¿Tendremos que agregar el 2020 a la lista negra?
Las crisis económicas en Chile han tenido fuertes efectos en el escenario político, el bolsillo es uno de los temas que más le importa al votante chileno, el efecto “Chilezuela” es un claro ejemplo.
Si al escenario actual que estamos viviendo desde el 18-O le sumamos una profunda crisis económica a la ecuación, da como resultado el escenario idóneo para el otro costo de una crisis: El populismo.
Si al escenario actual que estamos viviendo desde el 18-O le sumamos una profunda crisis económica a la ecuación, da como resultado el escenario idóneo para el otro costo de una crisis: El populismo.
No es extraño empezar a ver a quienes encuentran toda propuesta insuficiente y que, por supuesto, dirán que su propuesta es mejor. Ver a alcaldes diciendo lo que hay que hacer, que ellos tienen la solución para su gente, los otros, incluidos expertos, están mal. Otros exigiendo que las empresas sigan pagando los sueldos, sabiendo que muchas no han tenido ingresos y sobreviven mes a mes, otros aprovechando de bajar el plebiscito con el argumento de que esos recursos deberían ir a la gente, aparecen otros obsesionados con los fondos de pensiones que quieren nacionalizarlos, porque claro al “nacionalizarlos” se mejoran automáticamente las pensiones y asegura una mejor rentabilidad…
Se profundiza el ataque entre los distintos actores, tanto del sistema publico como privado, incluso dentro de un mismo sector, dejando en claro que los políticos tienen la culpa, pero ojo, los otros políticos son los culpables, no ellos.
Probablemente seguiremos escuchando este tipo de propuestas y quizás aparezca algún “líder personalista” (o quizás ya apareció) a decir que él tiene la solución o a decir que todos (los otros) son parte del problema. Preocupa ver que los distintos sectores no trabajen unidos y que en tiempos de crisis prefieran el ego. Estas actitudes solo logran pavimentar el camino para que el descontento social siga creciendo y surjan los “voceros del pueblo” que generalmente están en los extremos. No nos contagiemos, cuidémonos, no solo del virus, de ellos también hay que cuidarse. Que los distintos actores trabajen juntos en búsqueda de acuerdos, para que entre todos, cuidemos a nuestras familias, cuidemos la democracia y cuidemos las libertades, libertades que ningún extremo protegerá ni de izquierda ni derecha, ni de arriba ni de abajo y perderlas será un gran costo, el otro costo.
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