Se habla de inclusión social y de igualdad de oportunidades, pues acaso ¿Es una oportunidad, una oferta o demanda de la industria, de las agencias del Estado, ser personas dignas, sujetos de derechos universales?
Durante décadas hemos dejado a la industria de profesionales de diferentes instituciones lo que nos corresponde a nosotros, construir nuestra identidad como individuo desde nuestra diversidad. Durante los 70’s se hablaba de normalización, en los 80’s de participación, en los 90’s de integración y en la actualidad se habla de inclusión, y en el futuro se nos someterá al mercado.
¿A qué se debe este fenómeno socio-político de imposiciones y subordinaciones a estos vocablos?, ¿A que los expertos de la “innovación» de la discapacidad nos ven como mercancía o como personas?
Tomaré una de las primeras definiciones de inclusión promovida, especialmente, por la Unión Europea (UE). La UE define la inclusión social como un «proceso que asegura que aquellos en riesgo de pobreza y exclusión social, tengan las oportunidades y recursos necesarios para participar completamente en la vida económica, social y cultural disfrutando un nivel de vida y bienestar que se considere normal en la sociedad en la que ellos viven».
Si analizamos esta definición que realiza la industria neocolonialista de la “discapacidad”, nos convierte en consumidores de conocimientos y no creadores de pensamientos.
El lenguaje con el cual se refieren al desarrollo de nuestra diversidad, es totalmente discriminatorio, segregador y peyorativo, pues nos definen como una especie de pobres bestias antisociales, anormales, incultos, como si viviéramos en condiciones infrahumanas, como si se describieran a reos, presos, pues no estamos muy lejos de serlo.
Sin embargo este encarcelamiento social, no se debe a nuestra diversidad, sino que es por el sometimiento que ejerce esta industria neocolonialista sobre nosotros, esto es lo que nos convierte en esclavos, presos del capitalismo en una sociedad moderna, que todo lo quiere estandarizar, normalizar, controlar y capitalizar. En la cual, las relaciones sociales, humanas hacia la diversidad, se trasforman en una relación de poder, por ende en un problema político, porque al interactuar con la sociedad se generan esas luchas de poder entre la diversidad y lo convencional.
Esto genera un tipo de sociedad no universalizada y paternalista, pues terceros deciden lo que nos corresponde a nosotros los representantes inmediatos de nuestra identidad. Esto viene desde el colonialismo español y aunque hayan pasado más de 500 años, el panorama no ha cambiado mucho. Pues ¿De dónde vienen todos estos conceptos categorizados como “inclusión o discapacidad del neocolonialismo español?
Sin perjuicio alguno los estados nos someten al consumo de estos conceptos, como una especie de acumulación originaria de la discapacidad, vienen a “investigar”, a saquear nuestros recursos humanos, nuestra identidad y después de producir nuevos términos regresan a impresionarnos con sus conocimientos.
Esto nos transforma en consumidores, en esclavos de esta industria de la innovación, esto significa que, aún somos una colonia, pues aún nos tratan como bestias irracionales, y los estados lo permiten, sometiéndonos a este paternalismo de la innovación. ¿Quién realmente emancipa a las personas o a las instituciones?
Ahora con la definición de la industria neocolonialista de la Unión Europea, y los diferentes organismos internacionales de la industria de los “DD.HH”, con todos estos términos de reos, de siervos, que en vez de aleonarnos y emanciparnos, nos anula, nos aniquilan como individuos, porque al categorizarnos como “discapacitados”, automáticamente nos eliminan, nos invalidan como seres pensantes, transformándonos en una cosa, aniquilando toda dignidad posible, pasando a ser solo mercancía de organismos e instituciones gubernamentales internacionales que nos someten y subordinan.
Entonces realmente ¿La inclusión existe? No, no existe pues ¿Dónde nacemos?, ¿En otro planeta?, ¿Fuera de la sociedad? No, nacemos dentro de la sociedad, y no fuera de esta.
Acaso nos preguntaron si queremos ser parte de una sociedad fascista, capitalista, competitiva, en la cual el hombre se siente solo, pues lo único que importa es el progreso económico, inhibiendo todo desarrollo posible de la diversidad, para así seguir con la industria de la innovación de la discapacidad.
Se habla de inclusión social y de igualdad de oportunidades, pues acaso ¿Es una oportunidad, una oferta o demanda de la industria, de las agencias del Estado, ser personas dignas, sujetos de derechos universales?
Pues la respuesta está en el modelo económico político y social neoliberal. Aquí se cree en el mito que el hombre triunfa por sus propios esfuerzos; desde ese concepto se habla de oportunidades, pues estas están condicionadas por el mercado, donde los estados se convierten en agencias de servicio, de beneficencia y para acceder a estas ”oportunidades” subsidiadoras, nos someten a postulación, a competir por recursos, que nos corresponden a todos, este Estado subsidiador es lo que genera la desigualdad e injusticia social, sin duda alguna.
Somos sujetos de oportunidades inclusivas, porque en este modelo imperante los derechos universales se transforman en propiedad privada, en privilegios, en oportunismos.
Ahora ¿Por qué estas instituciones no hablan derechos universales? y si lo hacen, lo hacen de forma indirecta, para categorizarnos aún más, la duda es, ¿Por qué existen tantas convenciones como la convención del niño, de la mujer, de los pueblos originarios, de las personas en situación de discapacidad ? si todos somos personas universales, y si pensamos la respuesta a esto, no la hallo, por el contrario reaparecen más cuestionamientos a esta institución pues con tantos estamentos jurídicos, realmente ¿A qué contribuye todo esto?, ¿A la segregación o a la unificación de los pueblos?
¿A la enajenación o a la emancipación?, ¿A qué favorece a la acción directa o a la acción indirecta?, ¿A la dominación o a la rebeldía?, ¿A la dependencia o a la independencia?, ¿A la esclavitud o a la libertad?, ¿A quién favorece al pensamiento imperante o al pensamiento libertario?, ¿Por qué tantas segmentaciones?, pues acaso no somos todos parte del cosmos.
Sin prejuicio alguno, el universo, la universalidad no se institucionaliza, no se administra, no nos gobierna, no nos politiza, no nos vende, no nos mercantiliza; no se oprime, no se categoriza, no nos controla, no nos prohíbe, no nos garantiza.
La universalidad no tiene límites geográficos, no tiene patria, no tiene Estado, solo es.
Hay que buscar la identidad universal del hombre para generar un verdadero pensamiento emancipado, libertario, y apuntar hacia una conciencia universal, hay que romper toda las estructuras políticas sociales y culturales, destruir toda clase de encadenamiento de esclavitud para así rehacer una nueva sociedad, donde la diversidad sea parte de un todo, y así generar una conciencia universal.
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Foto: rafa2010 / Licencia CC
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