El incendio social en los países árabes comienza a crear serios problemas para Europa. Esto se verifica con brutal crudeza en la oleada de casi 4 mil inmigrantes ilegales en decenas de viejas “carretas de mar” que han fondeado en costas italianas los últimos 5 días desde las agitadas costas del norte de África, obligando al gobierno italiano a declarar Estado de Emergencia humanitaria en una reunión especial del Consejo de Ministros. La mayoría de la gente ha llegado de la vecina Túnez, hasta la pequeña isla de Lampedusa (entre Malta y las costas del Mahgreb) en la estela que ha dejado la revolución del país hace 4 semanas.
La mayoría se ambarcó en pequeñas naves de pesca que fueron interceptadas por los guardacostas y luego llevados a Lampedusa, donde les dieron mantas y recibieron atención médica temprana después de bajar de los botes. Cientos de personas han dormido a la intemperie en el puerto por la falta de instalaciones en la isla, mientras que otros fueron trasladados a hoteles locales. Los últimos informes de las autoridades marítimas italianas dicen que han identificado al menos otros 10 barcos que han comenzado a arribar a la isla desde la medianoche del domingo.
Mientras en Túnez y Argelia proseguían manifestaciones y desórdenes, en un largo arco que va desde el alborozo Egipcio hasta la duda en Libia, Argelia y Marruecos, son muchos los que quieren aprovechar y embarcarse hacia el sueño (hoy sólo una quimera) de prosperidad europeo; porque en opinión de éstos, la propagación de la revolución árabe seguramente agravará los problemas económicos que pretende resolver. La gran mayoría de los inmigrantes clandestinos son de Túnez y han pagado entre 500 y 700 euros para embarcarse hacia las costas europeas.
Italia ha pedido con urgencia y énfasis a Europa que intervenga para ayudarla a asistir a los inmigrantes y organizar una estrategia para afrontar la crisis humanitaria que se perfila con éxodos masivos que en el futuro cercano puede extenderse a las naciones del África negra. Esto ocurre en momentos que Europa debate hace algún tiempo ya, sobre un nuevo estatuto migratorio y que en la práctica los países comienzan a enfrentar la crisis financiera con medidas de repatriación o expulsión de inmigrantes para paliar el desempleo local. Más aún, no son pocos los dirigentes y la opinión pública que aprueba comentarios como “Europa para los europeos” y otras más graves chauvinistas actitudes propios de momentos de crisis económicas y de escasa capacidad de liderazgo como el de Sarkozy con los gitanos.
Italia no ha sido la excepción, más todavía el mismo Silvio Berlusconi suele bromear con la utilidad de los inmigrantes en tierras italianas, chistes de grueso calibre y que han terminado por ponerle a él también en una compleja situación política. Es así que la emergencia de los tunecinos no podría haberle caído en peor momento a Il Cavaliere, pues vino a dramatizar las expectativas ansiosas de los italianos por los acontecimientos en Egipto y en los países del Mahgreb, que volcaron a los jefes de gobierno y que en Italia, cada día más personas esperan una suerte similar para Berlusconi.
Expectativas acentuadas tras el “Rubygate”, en el que la justicia de Milán está por procesar a Berlusconi por la prostitución de una menor marroquí y posterior concusión, en el llamado “Rubygate”. Varios allegados a Il Premier irán a proceso por organizar una red de prostitución a fin de animar las fiestas en la residencia de Berlusconi. Los medios de comunicación siguen concentrados en estos temas, que también suscitan la atención internacional. Italia vive un fuerte desprestigio que el jefe de la oposición de centroizquierda, PierLuigi Bersani sintetizó en la frase: “Diplomáticos llorando y empresarios huyendo”.
Pero como Roma de vez en cuando recuerda su pasado imperial y con él, las obligaciones de la hospitalitas, a nadie ha sorprendido la actitud de rápida y eficiente asistencia humanitaria del gobierno ante la crisis de los embarcados tunecinos de este fin de semana. Así, el ministro del Interior, Roberto Maroni, dijo que el objetivo principal del gobierno de Roma es asistir “a los ciudadanos en fuga desde los países norafricanos”, que en buena parte arriban indocumentados. Maroni acusó a las autoridades de la Unión Europea de “proceder con paso lento hasta ahora”.
Porque claro, más allá de las demoras, de las páginas y páginas que cuentan los ires y venires de Il cavaliere, sus amores, las declaraciones en Strasburgo y Bruselas, los saludos protocolares, los nuevos y fantasmales planes de rescate financiero, y los firmes discursos de los líderes europeos, lo único cierto es que hay 4 mil inmigrantes en una isla de 5 mil habitantes y una estructura que tiene una capacidad para recibir no más de 800 migrantes y esto es sólo el comienzo.
La insistencia de Moroni no es sólo para salvar una situación ingrata para los primeros 4 mil nuevos críticos inmigrantes, ni siquiera por el influjo negativo que esta situación puede acarrear para el gobierno del que él es parte. Nada de eso, Moroni insiste porque como pocos en Europa, ha visto lo que en verdad es el futuro del continente y que en nada se parece a los planes de rescate financiero a medias ni al permanente desfile de sus líderes en revistas del corazón sino que, ese futuro que Moroni teme es el de resolver cómo se compondrá la población europea en este siglo, a quiénes recibe, a quiénes rechaza y cuáles serán los costos, porque los habrá, de la actitud que la Unión o lo que vaya quedando de ésta, tome al respecto. He ahí la real dimensión de la crisis humanitaria que hoy trae en viejas carretas de mar el perfume del jazmín.
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