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El drama de la CAM

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¿Qué estaba sucediendo? ¿La CAM mentía cínicamente o en realidad había perdido el control de las acciones reivindicativas? Nos inclinamos por esto último. Todos estos hechos nos hacen pensar que la política de los weichafes -guerreros- se había impuesto a la propia organización que los había creado. Que los conflictos territoriales comunitarios se habían autonomizado de los Organos de Resistencia Territorial.

A propósito del asesinato del matrimonio Luchsinger-Mackay y de la violencia social que ha recrudecido con especial fuerza en algunas partes de la Araucanía, en especial en las comunas de Ercilla y Vilcún, no han sido pocos los dirigentes políticos y estudiosos del tema quienes han sindicado a la CAM (Coordinadora de comunidades en conflicto Arauco Malleco) como la organización que está detrás de estos hechos o por lo menos que tiene una responsabilidad política en los mismos.

Más allá del hecho policial en sí mismo -repudiable por cierto- pienso que un análisis con mayor detención sobre la organización que radicalizó la movilización mapuche en la última década, nos hace cuestionar el papel que se le atribuye a la CAM y las posibilidades ciertas de que ella todavía posea un cierto liderazgo en comunidades en conflicto.

Sostener que la CAM es la responsable de una gran cantidad de atentados a fundos y parcelas por medio de la quema de casas, camiones, maquinaria agrícola e incluso atentados contra la integridad física de personas mapuche y no mapuche que habitan la zona, supondría que la organización cuenta, todavía, con los recursos organizativos, materiales, los cuadros necesarios y, por cierto, con cierta legitimidad territorial para sostener una política insurreccional. Mi hipótesis es que ello no es así y que, por el contrario, la agudización del conflicto estaría mostrando el ocaso de la organización, al menos como la conocimos hasta el momento.

La CAM surgió en el contexto del debilitamiento del Consejo de Todas las Tierras y la deslegitimación de las políticas indígenas de la Concertación a fines de los años ‘90. Su programa básicamente sostenía la necesidad de recuperar de hecho las tierras en conflicto -sin importar las mediaciones institucionales y legales-; el uso de la violencia social como mecanismo de movilización -algo que ninguna organización mapuche había postulado en el siglo XX-; y, la sindicación del capitalismo nacional y trasnacional como el responsable – en la figura de empresas forestales, mineras y agrícolas- de la pobreza mapuche y, por tanto, del enemigo al cual combatir. En otras palabras, la CAM no se planteó como una  organización exclusivamente étnica, sino, más bien, como la portadora de una lucha que, en la particularidad de territorios indígenas, se enfrentaba al capital, sus instituciones y representantes. Reunía así elementos de izquierda radical y de reivindicaciones indígenas.

Consecuente con este predicamento, la CAM constituyó  Organos de Resistencia Territorial, ORT, y realizó acciones de sabotaje a grandes empresas, en especial forestales y agrícolas. También apoyó las movilizaciones de comunidades en conflictos territoriales con las cuales estableció alianzas. De esta manera las comunidades lograban recursos para la movilización y la organización contingentes y legitimidad para sus acciones.

Sin embargo en el año 2012 fuimos testigos de dos situaciones que mostraron muy veladamente dos situaciones conflictuales entre la organización y las acciones que se le sindicaban. La primera tuvo relación con el tipo de acción reivindicativa, principalmente quema de casas a pequeños parceleros o campesinos pobres -cuyo origen en gran medida fue la Reforma Agraria de los años ‘60-’70-. Se le unieron la quema de escuelas rurales y las agresiones físicas, de las cuales por lo menos hubo dos con resultado de muerte. Las organizaciones sociales que apoyaron la CAM habían tenido cierto éxito en sostener  que muchos atentados a la propiedad que se le atribuían eran montajes de los propios latifundistas o empresarios, e incluso de grupos paramilitares. Todo era una farsa tendiente a deslegitimar su lucha. Cuando alrededor de ciertas comunidades en conflicto hubo suficientes casos como para demostrar la política sistemática de expulsión de los campesinos pobres o de los comuneros mapuche que no les apoyaban, ese argumento perdió toda sustentación. La misma CAM tuvo que hacer públicas declaraciones condenando estos hechos.

¿Qué estaba sucediendo? ¿La CAM mentía cínicamente o en realidad había perdido el control de las acciones reivindicativas? Nos inclinamos por esto último. Todos estos hechos nos hacen pensar que la política de los weichafes -guerreros- se había impuesto a la propia organización que los había creado. Que los conflictos territoriales comunitarios se habían autonomizado de los Organos de Resistencia Territorial.

Pero hay un segundo antecedente relevante en este caso. Se trata de la orientación de las acciones reivindicativas. Como hemos señalado, la CAM se definió básicamente como una organización de clase en territorios étnicos que luchaba contra el capitalismo nacional y trasnacional. Sus acciones directas, por medio de los ORT, incluyeron la quema de camiones forestales, centros logísticos e incluso aeródromos de empresas forestales, así como algunas casas patronales de latifundistas de la zona. El año 2012 muestra un claro decrecimiento de estas acciones en beneficio de conflictos ligados a la recuperación territorial local de comunidades en conflicto. Con esto, quedó en evidencia no sólo que la CAM estaba perdiendo contingentes y control sobre las acciones reivindicativas, sino también, el sentido más ideológico de su lucha. Las comunidades radicalizadas ni en sus programas ni en sus acciones estaban incluyendo estos contenidos en sus movilizaciones y, por el contrario, tendieron a concentrarse en el programa fuerte de sus demandas, el acceso a tierras. Así de simple. Este es, a nuestro juicio, el profundo drama de la CAM.

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Sergio Caniuqueo Huircapan

15 de enero

Interesante artículo, fuera de ello hay que señalar que la CAM desde sus inicios tenía el germen del fraccionamiento, lo que ellos llamaron desprendimiento menores en su momento, no eran tan menores, uno de los casos más emblemático es el de Víctor Ancalaf. De hecho se ve una utilización de la figura de la CAM para terminar negociando predios en otros casos. Ha finalizado la agonía de la CAM? a mi parecer creo que no, pues es un buen argumento narrativo para explicar la violencia, de lo contrario, tendríamos que ver al gobierno explicando de manera más profunda el conflicto. El desmarcamiento de la CAM de los ORT de Vilcun, no es sólo condenar los hechos, sino pasar una cuenta política a partir de la huelga de hambre del 2010. Así la CAM termina de hipotecar el poco capital político que le quedaba y quienes se mostraron más díscolos quedan en la indefensión ante los organismos de seguridad del Estado. Es un final más triste del que muchos pensaban para la CAM, para algunos el dilema va a ser a quién apoyar: la huelga de Llaitul y Llanquileo o a la gente de Vilcún. Por otro lado, ya se abrieron las agendas propias de Huilcaman y CIA, siempre hay quien puede sacar dividendo de la tragedia.

15 de enero

Hola Sergio. No hay que olvidar al lider histórico de la organización: José Huenchunao. La pregunta es cómo y por qué un encargado menor de la organización, como Llaitul, finalmente termina dirigiéndola. El weichaferismo -la política de los jóvenes «guerreros»- se impuso a longko y autoridades tradicionales. Ese mismo weichaferismo hizo imposible las alianzas con otros dirigentes y organizaciones mapuche, y no pocos enfrentamientos o amedrentamientos a éstos. Obviamente la organización tiene responsabilidad en la parálisis de la «sociedad civil» mapuche por muchos años. En ningún caso mi intención es exculparlos de sus responsabilidades políticas en todo este proceso. En horabuena que Aucan, Santos Millao, o el propio Wallmapuwen retomen la palabra..

César Enrique Pineda (México)

19 de enero

El proceso de desarticulación de la CAM no es sólo un fenómeno de autoritarismo interno anclado en la estrategia de los weichafes, sino un proceso de aceleramiento de las contradicciones tanto ideológicas como estratégicas provocadas por la intensificación de la represión desde 2002 que ha provocado 5 desprendimientos emblemáticos. El de Vilcún está claro -ahora hecho público- es el último más relevante. La neutralización de dirigentes a partir de la cárcel y libertad condicionada; la política de entrega de tierras que abrió divisiones estratégicas en cómo continuar la lucha y cierto agotamiento táctico de la CAM frente a la represión y la entrega de tierras y recursos ocasionó la división entre el proyecto de redistribución de tierras como soporte material de las comunidades y el proyecto anticapitalista de reconstitución nacionalitaria. La CAM fue fuerte mientras ambos proyectos convergían. Al disociarse, su debilidad estratégica se convirtió en ruptura y debilidad organizativa. Más que buscar en Llaitul las respuestas y las culpas habría que tener que claro que el Estado buscó por todos los medios desarticular la alianza de lonkos-comunidades con activistas-dirigentes que implicaba el centro de la fortaleza de la CAM. Esta estrategia contrainsurgente se utiliza en toda América Latina, tratando de desarticular las estructuras conectivas de los entramados comunitarios de los núcleos militantes. Sin embargo, al parecer el Estado ha provocado un efecto inesperado, al buscar por más de 10 años la desarticulación de la Coordinadora,lo qe logró fue atomizar y pulverizar la acción radical, no suprimirla, destruyendo la capaciddad de dirección coelctiva y estratégica que daba unidad a su acción. Al parecer, para mal de todos, esta es la nueva fase del proceso.

servallas

18 de enero

Esto se parece mucho al caso de los palestinos, se distinguen dos facciones, una más politica y otra más radicalizada con la diferencia que estamos en Chile, en el simil, no existiría Israel y todos tendrían algo de palestinos, en nuestro contexto, algo de mapuches. Parece en ese contexto que el conflicto no tiene solución, no la puede tener en la medida que no se lucha contra un enemigo diferente, se lucha contra los hermanos.

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