Ciertamente el que unos europeos, como dice Fernández Retamar, hayan llegado a este continente en 1492, no habría tenido la menor importancia, si este hecho no hubiese sido precedido por la expansión europea del siglo XIII al siglo XV. La llegada precedió y acompañó el nacimiento del capitalismo en el mundo, (Fernández Retamar: 1990, 25).
De esta forma el “descubrimiento” y cada contacto de Europa, desde las Canarias y la Hispaniola, estuvieron jugando sobre el relieve del telón inmenso de contexto de la irrupción, no de la civilización, sino que la expansión colonial de un proyecto de “civilización devastadora” (Martí: 1877).
En ese contexto, lleno de matices hasta el infinito, los protagonistas históricos, conquistados y conquistadores, comienzan a habitar un nuevo mundo de configuraciones culturales, en nuevos campos de poder que se arman y se desarman, en el recorrido presuroso de los conquistadores en busca de oro y de plata para las arcas coloniales y personales. En el intertanto, la reproducción biológica y social, de esos seres lanzados a un devenir pleno de incertidumbre, como corresponde a un proceso de globalización, a veces sin proyecto, se encuentran en un corto lapso teniendo que inventar sus vidas con los recursos cognitivos y materiales al alcance de la mano. Y en ese proceso, devienen los sujetos coloniales. Y devienen múltiples sujetos coloniales, porque están atravesados por la interconexión de los ambientes naturales, construidos y sociales que les tocó en suerte habitar, Y más aún, porque, en estricta razón genealógica social y cultural, provienen, no de mundos homogéneos. Ni el europeo ni el “mundo de las Indias”, que se “reconocía” a medida que se avanzaba.¿Por qué esta discusión acerca del comunitarismo y sus sujetos ancestrales y mestizos podría ser pertinente para la Nueva Constitución Democrática y Plurinacional?
¿Cómo se constituyeron los primeros sujetos coloniales, conquistadores, indígenas y mestizos? Es una pregunta que remite a otra anterior ¿existieron estos sujetos y sujetas como tales? Y esta existencia, ¿estuvo puesta e inscripta en el proyecto colonizador o se fue haciendo al borde de la existencia misma? ¿Por qué es importante hablar de sujetos y sujetas que se constituyen en la vida misma? Probablemente por las mismas razones con que la historia oficial de la colonización y del colonialismo los oculta o los deforma: todas las existencias de los sujetos y sujetas, principalmente aquellos y aquellas, devenidos en indignidad, remite a la existencia mil veces reproducida de culturas comunitarias que se entretejen para trabajar juntos, comer juntos, vivir juntos y…soñar juntos. Y lo realizan comunitariamente. Alguna vez el Congreso de los Estados Unidos señaló que la propiedad comunitaria resultaba peligrosa para el desarrollo del sistema de libre empresa. Cientos de veces, las culturas comunitarias indígenas han señalado que lo que se le hace a la tierra se les hace a los hijos de la tierra. Y los seres devenidos en identidades reconfiguradas que acompañan espacialmente a las culturas indígenas, desarrollan la ancestralidad de la sobrevivencia por medio del comunitarismo. Se recurre al comunitarismo realmente existente de los naturales y sus prácticas de subsistencia o bien se recurre a la memoria de los comunitarismos europeos de épocas pretéritas, para desenvolverse en medio de las culturas indígenas. El final, una gran proporción estará utilizando el comunitarismo para subsistir. Conquistados y conquistadores. Reconfigurados en nuevos sujetos.
El comunitarismo está en las antípodas de las condiciones cotidianas de existencia del capitalismo. Desde su irrupción en el continente, ha condenado a sus habitantes a una cotidianeidad de explotación y subsistencia precaria, cuando no la muerte de plazo fijo y por sobre todo, estableciendo la triada de la individualidad en búsqueda de la ganancia por medio de la explotación de la fuerza de trabajo y de la naturaleza. ¿Es necesario recordar Potosí o los lavaderos de oro o los ingenios de Casa Grande a Senzala de Gilberto Freyre? La construcción de comunidades siempre representó y representa un peligro para el sistema colonial y su heredero, el imperialismo financiero del siglo XXI. Y por ello la necesidad de contención y represión como una constante histórica o el ocultamiento o el silenciamiento de los sistemas alternativos de base comunitaria. Recordemos la represión de los quilombos o de las insurrecciones de los sertones o la neutralización del reino de Vilcabamba. O la constante vigilancia del comunitarismo de la comunidad de Temucuicui o de los comunitarismos mestizos de la plaza de la Dignidad desde la insurrección cultural del 19 de octubre
Entonces ¿Por qué esta discusión acerca del comunitarismo y sus sujetos ancestrales y mestizos podría ser pertinente para la Nueva Constitución Democrática y Plurinacional? Porque ella, a nuestro juicio, es imprescindible para reconstituir nuestras memorias. Porque los protagonistas de Amerindia, ellas y ellos, nos remiten a las prácticas sociales, que con conciencia de sí, reproducen dignidad de seres libres, en la intimidad de la vinculación empática con los procesos de reproducción social comunitarista. Parir con partera puede ser subversivo, sobre todo cuando la intimidad de la parturienta y la comadrona establecía una complicidad insalvable para el orden. O la persistencia recreada y reconfigurada de comunitarismos, es lo que permite a Gabriel Condorcanqui, irrumpir con lo que probablemente sea la mayor insurrección indígena del siglo XVIII. Un sujeto reconstituido en comerciante, transportista de mulas y “subcontratista” de la Mina de Potosí, mezcla subversivamente las condiciones cotidianas de existencia para constituir ejército de mestizos, indígenas y españoles para asaltar finalmente al Cuzco.
Digámoslo junto a Enrique Dussel “… La cultura popular, colonial y hasta el presente, no deja de tener una conexión ininterrumpida con la cultura amerindia, con diferencias regionales profundas (tan profundas como eran las culturas amerindias entre ellas) determinando todavía hoy la personalidad nacional de la cultura de nuestros países, de sus regiones internas, de sus tonos en el lenguaje. Modismos, música, arte, artesanías, creencias…, cultura. Nuestros antepasados no han muerto, viven en nosotros todavía…”[1]
Y por ello, es que las presencias de las prácticas sociales, puestas a la luz de todos nosotros, revelen, no el pasado convertido en reliquia, sino que alumbren nuestras prácticas sociales contemporáneas. Y de ahí su radicalidad. Cada fresco, cada historia oral, cada poesía, cada teatralidad callejera, cada procesión por ejemplo, en México de hoy, con miles de cristos comunitarios con rostros diferentes, muestran las posibilidades subversivas de las intimidades comunitarias puestas en movimiento. Las prácticas sociales de los sujetos, imperceptible o violentamente transitan de objetos de estudio a sujetos de la historia. Prácticas que son no visibles y no institucionalizadas y que modifican los modelos representacionales. Entonces desde esas subjetividades, se nos hace presente que estas prácticas tienen posibilidades mayores de negociación y son también elusivas para interactuar con el poder. Estas subjetividades son polifónicas y no todas se escuchan igual. Pero todas se han condensado definitivamente en una irrupción subversiva. Casi 100 años después de la movilización social de 1924, la cuestión de la constitución desentierra de nuevo los comunitarismos oprimidos.
Es este comunitarismo convertido en propuesta política, de la cual nos habla García Linera cuando sostiene“…Ahora bien, por lo general, las normas, funciones, instituciones y representaciones con las que se ha constituido la vida estatal en Bolivia sólo han tomado como universo de representación, de interpretación y síntesis general, a las prácticas y disposiciones políticas liberales (régimen de partidos políticos, voto individual y secreto, división de poderes, separación de la política respecto a la economía, etc.) resultantes de una inserción en la vida moderna mercantil, con sus hábitos de filiación electiva, de individuos parcialmente desarraigados de anclajes de parentesco o paisanaje tradicional y, por tanto, potencialmente aptos para formas de agregación partidaria y constitución del poder público mediante el mercado político moderno…En cambio, la mayoría de la población sumergida en estructuras económicas cognitivas y culturales no industriales, y encima detentadoras de otras identidades culturales y lingüísticas, es portadora de otros hábitos y técnicas políticas resultantes de su propia vida material y técnica….”[2]. Sin lugar a dudas, también nosotros en Chile, nos topamos a cada instante con esas estructuras cognitivas que hemos tildado como extrañas y pre modernas y por tanto desechables. Pareciera ser que necesitamos recurrir a este tipo de extrañeza para imaginar la Nueva Constitución Democrática Plurinacional y Popular. Y así dejar de ver al Comunitarismo como un extraño, sino como un poder político ancestral de presencia contemporánea
por Alejandro Díaz
Doctor en Estudios Latinoamericanos Universidad de Chile
[1] Enrique Dussel, Cultura Latinoamericana y Filosofía de la Liberación en Internet http://enriquedussel.org/map.html
[2] Álvaro García Linera, Articulo en Red Voltaire Democracia liberal v/s Democracia Comunitaria, http://www.voltairenet.org/auteur120071.html?lang=es
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