Desminado en Chile: Otra de las deudas pendientes

Camboya es uno de los países con más minas antipersonales y antitanque sembradas en su territorio. El desminado constituye un tema clave para su futuro; tanto es así que forma parte las Metas de Desarrollo del Milenio. Desde la década del setenta, más de 60 mil camboyanos han sido víctimas de las explosiones, la mayor parte de ellos niños y niñas que suman a su pobreza un cuerpo mutilado. Es posible constatar la gravedad del problema apenas caminas por alguna calle de sus pueblos o ciudades. Hay un grupo de música que se instala todas las noches a tocar en el Night Market de Siem Reap, está el museo sobre este tema y los carteles cerca de algunos templos que indican que la zona ya está limpia de minas.

Pero tras años de apoyo, la cooperación internacional para el desminado en Camboya está reduciéndose, lo que implicará una grave limitación para el trabajo en las aldeas. Sus habitantes continuarán expuestos a morir o a quedar mutilados, en un país dónde se ha vendido más de la mitad de las tierras a extranjeros, y los campesinos y pescadores han sido expulsados hacia otras zonas, esta vez por las políticas de apertura impulsadas por el gobierno.

Chile también es un territorio minado y esta realidad sólo hace pocos años comenzó a salir a la luz. De acuerdo a los datos entregados por el experto del Centro Zona Minada, Elir Rojas, en Chile quedan más de 100 mil minas antipersonal y más de 70 mil minas antitanques sembradas. Hasta ahora ha sido imposible determinar la cantidad de UXOs (unexploded ordnance) y submuniciones en racimo que contaminan nuestro territorio.

Hay casos recientes de afectados, como el de José Miguel, que terminó mutilado en las cercanías del Valle de la Luna. Y hay otras víctimas más antiguas, como mi padre, que murió hace 32 años, cuando la camioneta que conducía pasó por encima de una mina antitanque. Aunque mi padre murió mientras se desempeñaba como ingeniero de la Corfo realizando investigaciones sobre energía geotérmica en el norte, a mi madre le entregaron el féretro sellado, sin ninguna explicación más que la del accidente. Era el año 1979, plena dictadura militar. Su cuerpo llegó acompañado por hombres de civil que no se despegaron hasta el entierro. A los pocos días mi madre emprendió rumbo hacia el desierto para saber lo que había pasado. Hubo un sobreviviente, que antes de morir alcanzó a contar lo que había visto. Las minas fueron sembradas en la frontera de los extremos norte y sur del país, a fines de los 70, ante un posible conflicto con Argentina.

Las víctimas de minas en Chile no han recibido asistencia de acuerdo a lo que señala la Convención de Ottawa que nuestro país firmó en 1997.

El Estado de Chile presentó el 29 de marzo una solicitud de prórroga al proceso de desminado que tenía como fecha límite el año 2012; se pidieron otros ocho años para terminarlo. Considerando que el avance desde el año 2002 ha sido de un 15%, no existe certeza de poder cumplir en el nuevo plazo solicitado. Existe un proyecto de ley sobre esta materia, pero la sociedad civil no ha contado con espacios de participación.

La siembra de minas en Chile es uno de episodios más olvidados de la dictadura y la falta de voluntad política para aprobar un proyecto de ley al respecto, otra de las deudas pendientes de la democracia.

Termino de escribir este artículo en Siem Reap, donde las personas mutiladas en sus calles hacen que a cada minuto nos obliguemos a recordar las peores consecuencias de las guerras y las dictaduras. También que el desminado y el apoyo a las víctimas y su familias, así como la memoria de estos hechos y sus consecuencias, deben ser prioritarios para la cooperación internacional y para los gobiernos. Chile necesita hacerse cargo de este tema, instalarlo en la memoria colectiva y apoyar a sus víctimas.

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Foto: Oficina salitrera Chacabuco / Licencia CC