Desde que nos enseñaron a emitir opiniones como algo propio de personas inteligentes, nos creemos capaces de ver el cuadro completo a partir de fragmentos creados por otros y, por ende, nos arrogamos el derecho de emitir juicios de valor sobre cualquier tema, aun cuando estamos lejos de dominar sus detalles y circunstancias. Así es como hemos reproducido un gigantesco universo de lugares comunes, construyendo opiniones basadas… no sabemos bien en qué. Y van multiplicándose los estereotipos en esta sociedad profundamente racista y discriminatoria.
Si un país posee estudios sobre temas sociales, es éste. En ellos hay un mapa social, cultural, económico y ahí también están estampadas las cifras de la violencia criminal y de género, los indicadores de pobreza extrema con su cauda de desnutrición crónica infantil, trata de personas, tráfico de órganos humanos, corrupción, muerte materna, falta de acceso a la tierra, a la salud y educación y todo aquello que tiene al país figurando entre los últimos de la lista.
Pero cuando las crisis estallan, de inmediato los primeros señalamientos apuntan a los sectores más golpeados, aquellos cuyas oportunidades de alcanzar una vida digna se han ido por el caño gracias a las manipulaciones de quienes deberían ser los responsables supremos por el descalabro en el cual se hunden todas las posibilidades de desarrollo.
En general, el escenario es archi conocido. Pero las opiniones divergen respecto de sus causas y, muy especialmente, sobre sus perspectivas. Para algunos, el tema —aunque parezca mentira— es la existencia de un sector mayoritario de población indígena, pobre y carente de las habilidades y capacidades que ofrece una educación de calidad. Son quienes, de acuerdo con la particular visión de las cosas, practicada por ciertas élites, han retrasado el desarrollo del país. Y aquí se citan con particular énfasis casos de naciones hermanas en las cuales el tema indígena está “superado”.
Las investigaciones recientes dadas a conocer por la Cicig y el Ministerio Público han trastornado ligeramente los esquemas de ciertos sectores de la sociedad. De pronto y sin aviso se han visto enfrentados a una realidad capaz de cambiar algunas verdades inmutables de su imaginario personal. En ellas se traslucen las verdaderas causas de la discriminación y la pobreza, los nexos ancestrales de la dominación colonialista en la cual vive un enorme sector de la población, las políticas públicas orientadas a mantener hegemonías ilegítimas y perversas.
Pero cuando las crisis estallan, de inmediato los primeros señalamientos apuntan a los sectores más golpeados, aquellos cuyas oportunidades de alcanzar una vida digna se han ido por el caño gracias a las manipulaciones de quienes deberían ser los responsables.
No hay vuelta atrás en la visión de nación. En la verdadera. En la que se ha construido a partir de mecanismos arteros orientados al sacrificio de los más débiles para el beneficio de los fuertes. Entonces, los estereotipos quedaron colgados de la nada y de sopetón se hace necesario repensar todo el pasado porque de otro modo no hay esperanzas de futuro.
La belleza de poner a la sociedad de cara a verdades incómodas es que le ahorran el trabajo de suponer, la dura tarea de construir realidades alternas basadas en su idea de lo que debería ser. Ya no queda espacio para especular, se sabe quiénes son, se sabe por qué lo hacen y también, entonces, ha de saberse cuál es el camino a seguir.
Fuente: Prensa Libre
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Sergio A Godoy
Quienes somos realmente los chilenos? Una sociedad que vive atemorizada de perder lo poco logrado? Una sociedad que niega la sangre mapuche pero que vive al igual que ellos no pueden levantar la cabeza despues de ser despojados de la dignidad, usurpada por unos pocos poderosos? Una sociedad en que se vive intensamente mientras se es estudiante solamente, quienes han sido los unicos que se atreven a exigir cambios? Una sociedad con mente de inquilino en que se confunde el respeto con la sumicion? Si, eso es lo que somos el 90% de nosostros. Los de mas atrevimientos se someten a los patrones y poderosos con la esperanza de vivir a la sombra de ellos y asi tener acceso a mejores raciones. A menos que nos demos cuenta de que solamente exigiendo en voz alta vivir unen una sociedad mas justa y equitativa, nada se nos concedera voluntariamente. Nuestros vecinos tienen razon al decir que somos unos rotos engreidos pero vendidos al mejor postor. Caremos de orgullo y valentia.
solopol
Es muy cierto, y no sólo eso sino que también hay un desprecio enorme por la cultura «latina», hay demasiado prejuicio y a un nivel tan grande que parecen grandes verdades, la mayor parte de la gente ni se los cuestiona.