Si hago memoria hago esperanza y justicia. Si hago memoria, la soledad se extingue…
La memoria es una casa donde cabemos todos (Liliana Bodoc).
Durante las dictaduras militares que surgieron en América Latina en la década de 1970, ejemplo, Argentina (1976) y Uruguay (1975), el trabajo social como profesión fue relegado y restringido en su ámbito de acción. De esa manera, se trató de controlar a una profesión que tuvo un enorme protagonismo social en los años previos a los golpes militares.
El trabajo social pasó de un estado de trabajo colectivo, con todo un rico proceso de reconceptualización, sensibilización y promoción popular, a un ámbito limitado de atención de casos, cumpliendo exclusivamente una función asistencial de administrador de recursos para asistir a los sectores más postergados.Durante las dictaduras militares que surgieron en América Latina en la década de 1970, ejemplo, Argentina (1976) y Uruguay (1975), el trabajo social como profesión fue relegado y restringido en su ámbito de acción. De esa manera, se trató de controlar a una profesión que tuvo un enorme protagonismo social en los años previos a los golpes militares.
Varias generaciones de trabajadores sociales, sufrieron en carne propia, la persecución, la muerte, la tortura y la marginación de sus empleos y funciones en dicho período, confluyendo luego en variados espacios creados por las Iglesias y otras instituciones anexas.
Conmemoramos, a 20 jóvenes del Servicio Social, como se llamaba en ese entonces, desaparecidos y muertos a manos de los aparatos represivos, también a Lucía Cullen y Raquel Negro, trabajadoras sociales argentinas, desde que conocimos su historia, nos fuimos apasionando con dicho compromiso social, ellas al igual que los nuestros, se encuentran desaparecidas.
“En el Chile dictatorial, el trabajo social heredó de la reconceptualización, su eje principal en la defensa absoluta de los Derechos Humanos y el desafío a los problemas generados por los constantes estados de emergencia y las consecuencias del nuevo modelo económico que generaba represión, cesantía, hambre y pobreza. Es en esa función, que comienza a desarrollar nuevas formas de trabajo solidario, praxis emergente que se confronta con el modelo asistencial impuesto por la dictadura y que constituye la práctica profesional dominante durante ese período” (Hernández y Ruz, 2005).
Para el trabajo social emergente, el período dictatorial constituye una valiosa experiencia por dos elementos: lo solidario implica una prolongación del trabajo con las organizaciones populares, en momentos de aislamiento, fragmentación y derrota del tejido social y segundo, enfrenta a la profesión a un nuevo ámbito de defensa y promoción de los Derechos Humanos. Labor que reafirma una ética con la dignidad de las personas, que hasta ese instante estaba incluida en los planteamientos epistemológicos del trabajo social reconceptualizado.
Los trabajadores sociales deben dar cuenta de su labor y socializar sus experiencias en el contexto dictatorial, ya que las nuevas generaciones de estudiantes y profesionales poco o nada saben de ese actuar profesional, con excepción de algunas pocas escuelas y núcleos de profesionales que ante el escenario social perfilado por el neoliberalismo resisten con su práctica un trabajo social distinto y crítico.
Sin pretender la recuperación de manera integral el modelo del trabajo social radical, es necesario revisitar un quehacer profesional que reconozca, vincule y proyecte en una concepción de intervención social a un hombre libre, solidario, sujeto y constructor de su historia, desde una perspectiva del ejercicio de los derechos ciudadanos, ya que, los desafíos del mundo de hoy, y los cambios que se están produciendo en el desarrollo social del país, exigen analizar críticamente nuestro rol como trabajadores sociales.
Asimismo, en términos generales, se esboza que los profesionales del trabajo social deben ser creativos y respetar la diversidad de las personas, maximizando su participación y su autodeterminación, junto a las familias, grupos y comunidades. Sin embargo, el estudio de la práctica en lo social muestra, con frecuencia, una distancia enorme entre lo que queremos y lo que hacemos. Tanto, que a veces se nos olvida lo que buscamos.
Muy a menudo, tomamos decisiones por otros, sin considerar sus puntos de vista, influimos en forma indiscriminada e ideamos modelos de participación, a través de los cuales tratamos de convencer a la gente de las bondades de la diversificada oferta institucional. De esta forma, somos nosotros los que decidimos cuál es el problema, cuáles son las alternativas de solución y cuáles son los métodos para abordarlo.
Peor aún, con reiteración funcionamos con una visión centrada más en las debilidades, carencias y faltas, que en las potencialidades, energías y fuerzas que las personas, grupos y comunidades poseen. Como consecuencia, la participación que estamos proponiendo promueve más la dependencia, el conformismo y la acriticidad.
Sin embargo, cada día es más evidente que este modelo socioeconómico, instalado por la dictadura cívico militar y administrado por todos los gobiernos de la transición, va perdiendo credibilidad, tanto ante las personas con las que trabajamos, como ante nosotros mismos, en nuestra duplicidad de ciudadanos-votantes y profesionales-asalariados.
Mientras, el trabajador social no desarrolle un papel desde su ubicación propia, reconociendo la especificidad de su aporte. Desafío que únicamente será posible sí abrimos espacios reales al debate y confrontación de experiencias y posturas que hemos ido desarrollando durante este período. No podremos desarrollar participación, organización y educación entre otros conceptos unidos al trabajo social.
Sin embargo, no habrá auténtica democracia, mientras subsistan las actuales diferencias en la distribución del ingreso, y sigan existiendo miles de chilenos a quienes su situación de pobreza los excluye de los beneficios del crecimiento, que no necesariamente es equivalente a desarrollo social y humano. Y lo anterior, quedó claramente señalado y refrendado en los meses de la revuelta popular.
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