Alrededor del mediodía de este lunes circuló por el centro de la capital el mal llamado “bus de la libertad”, llenando el debate público y las calles con violentos mensajes. Según sus defensores, la manifestación se produce contra la “ideología de género”, término que han acuñado para atacar las demandas de la comunidad LGTBI, quienes apelan, contrariamente a lo que pregona el bus, que a través de una educación sexual pluralista se deje de invisibilizar, humillar, discriminar, violentar y asesinar a las personas que no adscriben a la combinación binaria de género. Los defensores del bus buscan justamente censurar esta educación sexual pluralista, perpetuando así todos los prejuicios y agresiones contra las personas que no han hecho otra cosa más que elegir libremente vivir su sexualidad de una manera distinta a la tradicional. «Esas madres y padres les están diciendo desde ya que les rechazarán (y a sus amistades también) si no se adaptan al molde social que fabricaron para ellos. Les están diciendo que, si no encajan en dicho molde, siempre van a estar solos. Por favor, de qué libertad estamos hablando.»
Este bus viene a declarar públicamente que en Chile existen personas dispuestas a enfrentarse a cualquiera con tal de que en nuestra sociedad dejen de mostrarse libremente miembros de la comunidad LGTBI, no porque estos últimos les estén quitando el pan o explotando en sus trabajos, no porque les estén robando su jubilación o les estén obligando a endeudarse para poder estudiar. No. Sólo lo hacen porque están dominadas por la intolerancia y la incapacidad para comprender que las personas -incluso sus hijos- pueden escoger otras maneras de ser en el mundo. Están tan llenas de odio como quienes quemaron a dos peruanos en Tocopilla, como quienes golpearon hasta la muerte a un hombre por robar un celular en un bus del Transantiago, como el trabajador que acuchilló a su colega haitiano en el terminal pesquero de Lo Espejo.
Según Emol.com, a Luis Losada, director de campañas de la Fundación Citizen Go Chile (financista del bus), le parece “más necesario que nunca sensibilizar a los padres chilenos sobre la gravísima amenaza que supone” la implementación de una educación de la diversidad sexual en las escuelas básicas, como si las escuelas obligaran a niñas y niños a seguir una u otra identidad sexual. Sin embargo, lamentablemente no le parece más necesario que nunca, por ejemplo, impedir que todos los años se produzcan crímenes de odio contra homosexuales, lesbianas y trans, ni que estas personas sean constantemente humilladas y violentadas en casi todos los rincones de la sociedad (incluso por sus familias).
En el mensaje del bus se pretende desacreditar el trasfondo político de la lucha por la libre identidad de género tildándolo de “ideología”. Sin embargo, es necesario develar que detrás de su mensaje existe una reflexión e ideas altamente politizadas que se anidan dentro del espectro ideológico conservador. De hecho, el descarte de la “ideología” como base sobre la que se levantan ideas es una característica del discurso de la Derecha política, quienes atribuyen una carga negativa al concepto para desprestigiar a las ideas políticas contrarias, ¡cómo si ellos mismos no estuvieran completamente ideologizados! ¿A quién quieren engañar?
Además, la consigna “Con mis hijos no se metan” es estéril en sí misma, pues nadie puede aislar a sus hijos de la influencia que el mundo exterior tiene sobre ellos: la televisión, los diarios, internet, la escuela, sus propias relaciones interpersonales con amigos o demás familiares, todos elementos que están permanentemente influyendo en todos los miembros de una sociedad. La única posibilidad de que esto no ocurra es, precisamente, aislar a los hijos del mundo exterior, lo que suena bastante improbable. De seguro no lo harán, porque a estas personas sólo les interesa perpetuar los límites conservadores de la identidad de género y orientación sexual, nada más. No pareciera interesarles en la misma medida, por ejemplo, marchar con un bus contra la violencia machista o contra la pedofilia en sus iglesias, que son dos elementos de la sociedad que han dañado más niñas y niños que la “ideología de género”.
Por último, a partir de la idea anterior se puede identificar el tremendo autoritarismo que subyace a la consigna en cuestión, pues esta lleva a pensar que las hijas e hijos de esas personas están y estarán tremendamente controlados, con rangos personales de acción y decisión muy restringidos debido a la sombra casi policial de sus madres y padres. Pobres de esas niñas y niños que no podrán elegir libremente cómo quieren construir su identidad ni cómo desean vivir su sexualidad. Esas madres y padres les están diciendo desde ya que les rechazarán (y a sus amistades también) si no se adaptan al molde social que fabricaron para ellos. Les están diciendo que, si no encajan en dicho molde, siempre van a estar solos. Por favor, de qué libertad estamos hablando.
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