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Crisis democrática: cuando los representados no respetan a sus representantes

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Nibaldo Mosciatti dijo hace algunos días que “el ciudadano humilde ha sacado la rabia, porque con obediencia ha logrado muy poco”. Sus palabras, expresadas post toma del ex Congreso Nacional, son muestra de que no es tan fácil cuestionar la reacción ciudadana ante la sordera del gobierno, la clase política y algunos medios frente a las demandas por más democracia y participación. Fácil es hablar de violentismo y falta de respeto a las instituciones, pero difícil es reconocer que en la exigencia de un estatuto civil para parejas del mismo sexo y educación gratuita de calidad, y en el rechazo a que un par de empresas privaticen la Patagonia, existe una mayoría que infructuosamente clama y una minoría que majaderamente niega.
 
Podría mencionar decenas, si no cientos, de ejemplos de cómo los derechos de los ciudadanos mandantes son vulnerados en el día a día por un sistema social, económico y político que los representantes mandatarios no han tenido la voluntad de modificar, y en muchas ocasiones incluso han optado conscientemente mantener.  Ahí están los clientes de La Polar, las millonarias deudas de los universitarios, el caso Eurolatina, los niños envenenados por plomo en Arica, los deudores habitacionales, la central Castilla, la mina Invierno de Isla Riesco, los ríos secos en todo el norte por el acaparamiento de las mineras, la privatización del mar y las semillas originarias a favor de las grandes corporaciones, la criminalización de la causa mapuche, la incierta inscripción automática y el voto voluntario, Pascua Lama y Celco Valdivia. 
 
En éstos y muchos otros casos la tan recurrida institucionalidad judicial, política, económica no ha dado el ancho.  Y nuestros representantes tampoco, siendo ellos los llamados a decidir en pro del interés común.  Negligencia muy distinta a la eficacia para resolver en 24 horas el problema de la DC cuando no pudo inscribir a sus parlamentarios en 2001.  O al exitoso acuerdo de 2003 entre la Concertación y la Alianza para promover la transparencia y sacar del atolladero al gobierno de Ricardo Lagos por el caso de corrupción MOP-Gate.
 
Es esta falta de compromiso con el bien común, cruzada por abundancia de compromiso con intereses de grupos económicos, la que ha hecho mella en la confianza de la ciudadanía en lo que nuestras autoridades y representantes puedan decidir.
 
Por ello, cuando se levanta el dedo acusador respecto de la toma del ex Congreso Nacional, que no fue de un grupo armado ni de encapuchados sino en el marco de una acción política, de fuerza, por cierto, pero política al fin y al cabo, hay que tener cuidado. Esto no fue un asalto a mano armada.  Porque asalto a mano armada es el saqueo de los bienes comunes como los minerales, el agua y la tierra en beneficio de unos pocos.  Asalto a mano armada son los intereses usureros, mercantilizar la educación, la salud, la previsión y la vivienda, y lucrar a costa de la calidad de vida de la gente.  Asalto a mano armada es ser un país tan inmensamente rico y tan dramáticamente desigual.  Violencia simbólica y concreta ejercida contra chilenos y chilenas diariamente y que se ha demostrado de múltiples maneras.  Es la mayoría la que exige transformaciones, pero son los tribunos de esta injusta institucionalidad quienes no permiten hacer los cambios profundos que se necesitan.
 
Aunque se pretenda elevar hasta los cielos la legitimidad del Parlamento son sus intereses en conflicto y la forma en que se autogeneran sus huéspedes los que le han hecho perder el respeto ciudadano: una educación que reproduce privilegios de poder económico y político, barreras de entrada a quienes no se cuadran con las coaliciones oficiales y un sistema electoral no representativo forman parte de la bomba de tiempo que desde hace rato está en los descuentos.  Diversos estudios demuestran que nuestro sistema político hace varias elecciones que extravió la legitimidad.  Que perdiera el respeto de la gente era sólo cuestión de tiempo.  No está demás decir que la gran mayoría de los chilenos sí creemos en la democracia, pero en una de verdad no en ésta que no ha estado a la altura de lo que se requiere y necesita.
 
Porque en Chile los ciudadanos no están indignados, a estas alturas tienen rabia. Y el único reencauce posible de ésta es un cambio radical de las reglas del juego. Cambio radical que no lo pueden llevar adelante exclusivamente quienes se han beneficiado con las normas que hoy nos rigen. Se tiene que permitir que participen también quienes han sido los marginados.  No basta ya que un par (o un grupo) de iluminados se reúnan por horas a decidir el futuro del país y sus inquilinos. Hoy la trazabilidad democrática y participativa de las decisiones de interés público se hace cada vez más necesaria.
 
Y para partir no sería una mala idea llamar a Asamblea Constituyente.  ¿Darán el ancho nuestros representantes?
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Imagen:  Man Displaying Contract (Matt Foster – Stock lllustration Source)
 
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8 Comentarios

jorge1812

A simple vista es difícil no estar de acuerdo con el texto. Efectivamente hay una institucionalidad política y económica que parece jodernos diariamente -ejemplos hay varios-, y de la cual algunos, sin distinción política, hacen enorme usufructo.

Además, es una institucionalidad que parece haberse quedado obsoleta ante el proceso evolutivo de la sociedad, en sus modos de pensar, relacionarse, etc.

Y claro, ante esa especie de régimen monárquico, oligarca, elitista, nepótico y plutocrático, es obvio que los comunes, queremos más democracia y participación.

Pero es en ese punto, donde las críticas a la violencia -que no es lo mismo que defender instituciones per se- no son infundadas sino importantísimas y absolutamente pertinentes.

Quién ha estudiado todo proceso de cambio social, sabe que donde la violencia pasa a justificarse como principal modo de acción político, finalmente lo que termina por imponerse es un nuevo poder despótico y no necesariamente más democracia y participación. Sea quien sea el que se imponga.

Y ojo, cuando quienes hacemos tal advertencia, hablamos de agresión y violencia, no referimos a grupos específicos usando metralletas –sean legalizados o no- sino a la idea de que “la violencia política” es válida. Y ese proceso donde esa idea se impone es gradual. Y generalmente termina mal.

Y ahí está el detalle, porque con ello, no sólo se termina por justificar -erróneamente- el actuar “revolucionario” de algunos, sino el actuar “reaccionario” de otros. Y nuestra experiencia histórica reciente así lo demuestra.

Un ejemplo, durante la Revolución Francesa, el error de muchos fue combatir el mercantilismo y el privilegio del Antiguo régimen con las mismas armas del absolutismo monárquico. Así, el jacobinismo y su brutalidad revolucionaria no abrieron el paso a más libertad e igualdad, sino que dejaron el camino listo para un nuevo déspota, Napoleón.

Por eso, en estos tiempos ajetreados hay ser más demócratas que nunca (con todo lo que ello implica), no ser jacobinos ni conservadores autoritarios.

Saludos

    borellanab

    En europa estos movimientos han generado en el pasado variadas revoluciones , es cierto. En sudamerica, parece que somos mas propensos a los golpes de estado.
    Y la violencia es violencia, tambien es cierto.
    Pero… y tal como señalan, la estructura o sistema político-social occidental no da para más, ni fácticamente, ni teóricamente. Éste y sus vías están sobrepasadas. La solución, a mi entender, es el llamado serio a una asamblea constituyente, con participación ciudadana.
    Y la pregunta, para la que no tengo respuesta es ¿Cómo logramos que una autoridad sorda, ciega y muda la convoque? ¿Esperamos sentados y en orden un milagro para navidad ? ¿ejercemos el derecho constitucional de petición? (al que contestan 3 semanas después que lo lamentan y que no pueden hacer nada) ¿Escribimos artículos o los respondemos?¿Nos tomamos el ex congreso?
    Lo único claro es que la democracia representativa (hija de un contrato social próximo a vencer) no sirve para estos momentos. Girardi lo sabe bien.

jorge1812

Estimada Bárbara, no sé si decir que somos propensos a los golpes de Estado. Creo que somos propensos a creer que imponer la voluntad por fuerza es válido y valioso. En ese sentido, glorificamos la violencia. No es raro que de lado a lado del espectro, las personas idolatren a tipos que usan una misma denominación, la de comandantes…

Por otro lado, no hay que olvidar que la estructura o sistema político social occidental ha sido desde hace siglos el Estado. En éste se ha sustentado. Lo que cambian son las denominaciones, Estado liberal, democrático, socialista, social demócrata, fascista, etc.

Entonces cuando dices “La solución, a mi entender, es el llamado serio a una asamblea constituyente, con participación ciudadana”. Pero incluso aquello sigue siendo una idea basada en la base, el Estado.

Ergo, tu propuesta sigue estando definida por la estructura política occidental del Estado, o sea, la ficción del contrato. De esa ficción tampoco escapan los estados socialistas y comunistas.

Lo irónico es que luego dices: “Lo único claro es que la democracia representativa (hija de un contrato social próximo a vencer) no sirve para estos momentos”.

¿Qué propones entonces?

Saludos

    borellanab

    Asamblea constituyente, un nuevo trato o contrato, uno que se haga cargo de ciudadanos empoderados, que son capaces representarse y gobernarse a sí mismos.
    No te confundas, no hablo del Estado, en general, al referirme al sistema politico social, hablo específicamente del sistema vigente denominado Estado Social de Derecho, basado en el contrato o pacto social y su democracia representativa, el que considero desgastado hasta la fractura.
    Evidentemente el concepto teórico de estado «nación jurídica y políticamente organizada», es neutro (no da luces sobre quién o como ejerce el poder, de ahí los apellidos que enumeras); y presumo su existencia.
    ¿Te queda mas claro?

jorge1812

Estimada Bárbara, la asamblea constituyente es un procedimiento para establecer -no imponer- un nuevo trato. Lo que te pregunto es qué tipo de trato propones o planteas.

Por ejemplo ¿A qué refieres con uno “Qué se haga cargo, de ciudadanos capaces de gobernarse a sí mismos?

No me confundo, el Estado entendido como el que ejerce el monopolio de la fuerza es el mismo, le coloquen los nombres creativos que sean, se diga socialista o capitalista, o estado social de derecho.

Eso, aunque digas “hablo específicamente del sistema vigente denominado Estado Social de Derecho, basado en el contrato o pacto social y su democracia representativa, el que considero desgastado hasta la fractura”.

Y reitero ¿Qué propones como nuevo trato entonces? Agradecería más claridad en ello.

Saludos

jorge1812

Me parece que dar como respuesta, un link, denota poca valoración del diálogo.

Jaime Millan

Un nuevo trato que se elimine el poder central las platas y las leyes las deciden los que viven en el lugar, democracia total elección de todas las autoridades a nivel local la decisión de las platas a nivel Local ya sea que se radique en las comunas o en las provincia e incluso en las regiones, Federalismo extremo, todo lo demás son palabras, cambiar todo para que no cambie nada, las descentralización de todo el poder, es el que otorga poder a los muchos y por nede futuros defensores eel sistema
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