En la actualidad, cuando se trata de soñar un territorio con mayúscula, los proyectos individualistas no tienen cabida en una sociedad que margina los personalismos. Es pertinente una observación participante que alimente recíprocamente a quien pretende liderar y a quienes debiesen ser los co-líderes, la propia ciudadanía con poder para sentarse en una mesa y demandar con programa en mano los compromisos que se asumen.
El punto central hoy para avanzar en una nueva política, más moderna y realista a mi juicio, es la co-responsabilidad. ¿Cómo se hace?, simple: construyendo un programa de gobierno local conjunto, con indicadores y responsables no sólo administrativos-políticos, sino además responsables ciudadanos de control y seguimiento, con rendiciones compartidas. De lo contrario resultaría una repetición de prácticas donde lamentablemente la autoridad política termina siendo un todopoderoso sin control, sin mecanismos de seguimiento que permitan una fórmula de cambio. Tampoco se trata de crear una receta mágica que invente “la rueda”; mas es una propuesta para analizar y racionalizar.Cuando la confianza se pierde entre la autoridad política y la gente, la estrategia no debe basarse en atacar a la política, más bien debe apuntar a modificar el accionar de quienes hacen la política, con mayores estándares.
Lo preocupante es la realidad que nos aqueja. Mientras para muchos el interés actual se concentra en “salir en la foto con mucha gente”, regalar premios para bingos, asistir a cuánto evento posible exista y mostrar asistencia social como herramienta única de gestión, la fortuna no se ve con mucho futuro para un lugar determinado, ya que la mirada termina siendo hacia el piso y no el horizonte como objetivo final. Es en el fondo un tema de postura, impronta o ubicación de quien ostenta el poder local.
El desafío está en plasmar metodológicamente una nueva manera de hacer gestión política para un sueño mayor de territorio-comuna. Cuando la confianza se pierde entre la autoridad política y la gente, la estrategia no debe basarse en atacar a la política, más bien debe apuntar a modificar el accionar de quienes hacen la política, con mayores estándares. Pero, ¿Cuáles serían esos mayores estándares?, fácil: probidad, transparencia y una metodología.
Tenemos entonces tareas que cumplir. Si logramos unificar los tres pilares: probidad, transparencia y una metodología coherente, más una ciudadanía con posición para conducir de manera colectiva con el poder político, podríamos pensar en un territorio para grandes ligas (en jerga futbolera) y ser campeones de américa en la materia. La tarea es más que importante, es urgente; ya que dichos estándares son hoy de discusión nacional, por la coyuntura, pero lamentablemente no están en las agendas locales para aportar y rediseñar lo que aún no somos capaces de mirar como prioridad.
Ser probo es una condición básica para pensar en liderar, con la confianza del pueblo. Ser transparente significa en esencia estar abierto a la revisión constante, por ejemplo, de saber dónde están mis intereses y bienes relacionados con la vida pública y privada, teniendo autonomía para actuar, sin conflictos de interés de ningún tipo. Y claramente todo lo anterior es razonable que vaya de la mano con una metodología inclusiva, con deberes y derechos mutuos, con procedimientos y cánones de diálogo, algo así como una pequeña constitución local. De lo contrario, seguiremos mirando y escribiendo con ¨minúscula» el destino de las comunas.
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