La gente que fue a votar el 17 de noviembre es en su mayoría la misma de siempre que vota por los mismos de siempre, válido por cierto. Por eso estoy seguro que la gente joven anhela un cambio real en la política y es más abierta a temas como el aborto terapéutico, matrimonio igualitario, legalización de la marihuana, asamblea constituyente, educación pública, gratuita y de calidad…esas con las cosas que, a mi juicio, le darían un nuevo rostro a este país.
Y una vez más, luego de casi 24 años desde el retorno a la «democracia», la Concertación (le queda grande «Nueva Mayoría») y la Alianza por Chile están en segunda vuelta. Con un total de 6.576.948 votos válidamente emitidos, que corresponden a un total de 99,93% de mesas escrutadas, según los datos que arroja el Servel, el duopolio político se disputará el poder por cuatro años el 15 de diciembre.
Creo que se pueden sacar tres reflexiones de lo sucedido hasta ahora. En primer lugar, estas eran las primeras elecciones presidenciales, parlamentarias y de Cores (se dispuso que la ciudadanía también eligiera a sus Consejeros Regionales) con voto voluntario e inscripción automática, vale decir, no era obligación el ir a votar si así una persona lo estimaba y al mismo tiempo aumentó el padrón electoral, sobre todo de la población joven que no estaba inscrita. Ahora, comparando la cantidad de votantes en este primera vuelta presidencial con la de 2009 que fueron 7.264.136, hay una evidente disminución de votantes que es de 677.188 menos; bastante más que medio millón menos. Infiero que de esta cifra y la iniciativa del voto voluntario no tuvieron el éxito que se esperaba, ¿por qué?. Me parece que la cultura cívica de Chile es nula o escasa, por lo tanto, la educación centrada en formar personas que estén preocupadas de los asuntos país ya casi no existe; ojo, no hablo de «patriotas virtuosos» al servicio de una elite política y económica que controla a la sociedad, sino de gente que muestre un mínimo grado de responsabilidad para con sus pares, que muestre algo de empatía humana básica. No hablo siquiera de «deber cívico» el ir a votar, porque hasta me suena como si uno se debiese a la «patria», nada de eso. Es simplemente entender que tú problema también es el mío, como decía el slogan del Movimiento de Aysén liderado por Iván Fuentes.
En segundo lugar, las llamadas candidaturas «alternativas» también tienen un mea culpa en estas elecciones. Yo personalmente soy partidario de las diferencias políticas y que cada grupo o movimiento desee llevar un/a candidato/a que represente un programa e ideas particulares e independientes. Si alguien se dedicó a leer por completo los programas de estas candidaturas, quizás a excepción de Tomás Jocelyn-Holt, Ricardo Israel y Franco Parisi se darán cuenta que ME-O, Afredo Sfeir, Marcel Claude y Roxana Miranda tenían un proyecto más menos similar: educación laica, gratuita y de calidad, salud pública, gratuita y de excelencia, acabar con las Isapres y Afps, una asamblea constituyente para redactar una nueva Constitución, un parlamento regional, centrarse en el desarrollo del ser humano, desmercantilizar el sistema político social y cultural, etc. Es decir, todo lo contrario a lo que hasta el momento ha realizado la ConcertAlianza. La pregunta que quizás muchos y muchas nos hacemos es ¿por qué diablos no se juntaron y formaron un frente amplio de izquierda?. Hubo voluntades para hacerlo, sí, me consta ello. Sin embargo, como ha sucedido casi siempre en la izquierda durante su historia, ganaron los egos y los personalismos No se logró y cada un/a fue por su lado.
Y finalmente en tercer lugar, y esto a mi juicio es lo más importante y grave, la juventud y la gente de espíritu joven simplemente no salió a votar el domingo pasado. Por supuesto que un logro del movimiento estudiantil fue que cuatro figuras de él lograron acceder al Parlamento, algunos/as con mayor consecuencia que otros/as, pero entraron al campo político. Sin embargo, no es suficiente. Parece que la postura egoísta e indiferente del «no estoy ni ahí» permanece muy latente. Yo soy de la generación del 89 y esperaba que mis pares jóvenes pudiésemos hacer la diferencia en estas elecciones, porque créanme que era plausible. Si salían más de 2.000.000 de jóvenes a votar, ME-O o Parisi pasaban a segunda vuelta con Michelle Bachelet y en la segunda vuelta ganaba el líder de PRO o el «Independiente». La gente que fue a votar el 17 de noviembre es en su mayoría la misma de siempre que vota por los mismos de siempre, válido por cierto. Por eso estoy seguro que la gente joven anhela un cambio real en la política y es más abierta a temas como el aborto terapéutico, matrimonio igualitario, legalización de la marihuana, asamblea constituyente, educación pública, gratuita y de calidad…esas con las cosas que, a mi juicio, le darían un nuevo rostro a este país.
Hay una desafección enorme hacia las ideologías en general porque las personas que están en el poder y en los partidos políticos se han olvidado de sus convicciones y han hecho de ellas cualquier cosa, la política es algo que se vive y experimenta todos los días. Toda decisión es política. El trabajo de ahora en adelante pienso debe estar centrado en reencantarse y reencantar a los/as jóvenes con ella.
Por lo tanto, yo creo que ayer pudimos haber logrado un hito en la Historia de Chile compañeros y compañeras jóvenes. Valía la pena salir a votar, en mi opinión, dos candidaturas eran prácticamente lo mismo en términos de concepción de modelos gubernamentales (duopolio) y las 7 restantes tenían ideas bastante interesantes que rompían con el establisment. Así entonces, asuma la Concertación o la Alianza el 2014 hacia adelante, existirá movilización en las calles y sea cual sea el gobierno no se salvará de eso.
Comentarios