Durante estas semanas hemos tenido la oportunidad de recorrer el país: Copiapó, Aysén, Región Metropolitana, conversando con jóvenes, dueñas de casas, líderes sociales sobre la Reforma Educacional que hoy se encuentra en debate en el Congreso Nacional – Cámara de Diputados – en varios proyectos de ley y la Reforma Tributaria, que se encuentra en su segundo Trámite Legislativo – Cámara del Senado -.
Varios emprendedores, jóvenes y pequeños empresarios me han preguntado: en estas reformas ¿Cómo voy yo, ahí? Pregunta que nos hace cuestionarnos en esta simple expresión, en que afecta ambas reformas que marcarán a nuestro país, mejorando su bienestar social.
A lo largo de Chile, nos hemos encontrado que aún persiste parte de la sociedad, adormecida por el consumismo y el individualismo, que se expresa en la pregunta y muestra nuestra preocupación por nuestro bien personal sin mirar al del lado – el bien común -.
El movimiento social, nos ha hecho volver a creer en el colectivismo de las causas y enrostrar problemáticas de un Chile que tiene que cambiar. Esta motivación se encausa en el bienestar social que se disputa en el día a día en hechos y acciones que no suelen ser colectivas y no pensadas para un bienestar para todos. Nos impone – sin darnos cuenta – un estado de naturaleza donde pagar una educación sin calidad y excluyente es normal, que un niño o una niña con alguna discapacidad no acceda a una educación adecuada y también, que los más pobres tienen que pagar más impuestos – indirectamente – que los que más tienen.
Volvemos a la pregunta: en estas reformas ¿Cómo voy yo, ahí? La respuesta: No hay nada más social e inclusivo que una Reforma a la Educación. Esto significa cimentar una sociedad cohesionada donde todos los segmentos sociales puedan recibir Educación Gratuita y de Calidad, sustentada por una reforma tributaria.
¿Qué significa?, que miles de padres, madres o familias que tienen hijos, hermanos o primos, tengan la oportunidad de estudiar sin endeudarse en un crédito universitario, tener una institución que pueda dar garantías de la calidad de las instituciones educativas y ampliar las prestaciones para que puedan estudiar las personas que poseen alguna discapacidad. Hoy estamos planteando al país, invertir en educación para todos, sin exclusión, discriminación, más bien, una educación como derecho. Esto se traduce en el futuro, tener profesionales y técnicos que puedan desarrollar sus vocaciones, proyectos sociales, empresas, inversiones, proyectando un país inclusivo, sostenible y productivo. ¿Cómo hacer esto posible?, con un pacto fiscal, que es indispensable.
No hay nada más social e inclusivo que una Reforma a la Educación. Esto significa cimentar una sociedad cohesionada donde todos los segmentos sociales puedan recibir Educación Gratuita y de Calidad, sustentada por una reforma tributaria.
Claramente tenemos que luchar con la ingenuidad del ¿cómo voy yo, ahí?, pues todos estamos incluidos en ese “ahí”. Para tener un Chile sin exclusión, con garantías sociales, mejor calidad de vida, mayor bienestar social. El ¿cómo voy yo, ahí? Se responde de una forma: todo un país está ahí.
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