Berlín es una ciudad donde se resume buena parte de la trágica historia moderna de Europa. Recorrer sus allez y parques lleva a reconocer los resultados de un régimen brutal. A pocos metros de distancia se puede observar los espacios de recuerdo a las víctimas del genocidio a judíos, romanos y homosexuales. No muy lejos se encuentra el Museo de Terror, obra iniciada a fines de los 80 y que simbólicamente ha ido cambiando sus formas y contenidos en la medida que Berlín ha ido encontrándose y reconocido su propia historia. Entremedio de estos lugares se entrelazó otra historia de muros, fosos y alambres de púas, tejido que dejaba a uno y otro memorial a cada lado de esa división de la política, mas no de las personas que allí vivieron.
Cómo es posible que esto haya ocurrido.. En tiempos de millones de refugiados, de solidaridad activa y permanente, de represión, de injusticias, discriminaciones de todo tipo es tiempo que intentemos ser muchos/as los/as que lo hagamos posible.
La misma pregunta nos hemos estado haciendo frente a distintos acontecimientos mundiales. Si la hacemos desde el final de la Segunda Guerra Mundial con las bombas de Hiroshima y Nagasaki, observamos que la lista es larga y penosa. Solo menciono algunos otros acontecimientos trágicos de gran repercusión; campos de concentración, apartheid sudafricano, guerras coloniales, invasiones imperialistas, golpes de estado, pena de muerte por cualquier sin razón, desaparecidos y presos políticos; nos da la dimensión mundial de la pregunta.
Cada uno de estos momentos históricos ha impactado por sus propias características, además de haber sido objeto de controversias, debates, divisiones en la opinión pública. Lo que está claro es que cada uno de estos hechos ha causado víctimas, sin apellido, ha causado enormes desplazamientos de personas. Solo en estos días 60 millones de personas tienen esa condición inhumana. 20 millones fuera de sus fronteras. 1 millón llegando a Europa.
La pregunta es hoy, como antes lo fue, muy consistente. Es la pregunta de la tristeza, de la indignación, es la pregunta que antecede al «nunca más», tan veces repetido, tantas veces olvidado.
Sin embargo lo que es tan o más importante que la citada pregunta es aquella que elimina el «no» y sintetiza la pregunta «es posible» en una afirmación.
Hay muchas formas de hacerlo. Están las vías humanitarias, asistencialistas, están los convenios internacionales, las decisiones de los gobiernos nacionales o las comunidades de países. Pero nada sería posible si no transformamos el desplazamiento obligado, el refugio al desamparado en un hecho político del cual nos hagamos cargo en cualquiera de sus formas de acción y solución de este drama humano.
Lo digo a la manera de Brecht cuando nos habla de los imprescindibles, de las personas que luchan toda la vida por lo que creen. En tiempos de millones de refugiados, de solidaridad activa y permanente, de represión, de injusticias, discriminaciones de todo tipo es tiempo que intentemos ser muchos/as los/as que lo hagamos posible.
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