Amanece, por ejemplo, en la ladera de los cerros por un rincón de Montegrande, de Ovalle a la cordillera un poco más al sur. Casi simultáneamente se abren las puertas de varias casas en los alrededores. Rostros jóvenes. Uno trae un tambor pequeño,el parche de cuero de cabra. En la semi oscuridad y el frío cortante de una quebrada cerca de Calama, a la misma hora, unas mujeres salen al camino a esperar el bus. Tristes miran hacia la silueta de unas terrazas de cultivo donde hasta hace pocos años se daba el melón calameño. Acá hay un llano, ni tan extenso, donde sembraban maíz y trigo y tenían para todo el año y más. No más.
Al mediodía vienen en el bus por Vallenar, donde sube un grupo de dirigentes de todo el valle del Huasco, desde la cordillera al lado de Pascua Lama, hasta elPacífico, entre las chimeneas de la Guacolda, el polvillo de la Cap, y gente que antes sacaba buen pescado fresco para el almuerzo.
Atardeciendo estamos en el comedor de un liceo municipal. Hay una carbonada harto güena –sobre todo el caldo-; mucha verdura picada, y yo miro hacia la cocina que la Junaeb mantiene en el liceo y pienso que tiene el sabor que le han puesto esas manos. Con delantal blanco. Dos concejalas nos atienden en las mesas a los que mañana comenzamos el camino de a pie. Una de la Alianza, la otra de la Concertación. Es que en Til Til también es una sola la causa. Escasea, y la que hay viene de pozos cada vez más profundos –allá, a pocos kilómetros, levantan el muro inestable de un tranque de depósito de relaves mineros: ese tranque percola contaminantes a las napas. Hay que hacer análisis químicos mensuales al agua para prevenir cuando los metales pesados…
A los sacos. Temprano pisamos la carretera y no somos demasiad@s. Claro que a juzgar por el ánimo y los lienzos que llevamos desplegados, se diría que nos sentimos millones. O tal vez somos millones.
Agüita puura de la montaña
Dulzura de nuestra tierra
Palomitai !
Al tambor de Montegrande se suman las zampoñas y unos sonajeros de pezuña caprina.Camioneros son los que pitean largos trompetazos a la columna que avanza. Aplaudimos. Alguien me dice: ellos se criaron en los pueblos donde se están robandolas aguas.
Sale el sol; caen los chalecos. Bajando hacia Batuco se suma un grupo krishna que de ahí en delante, con su batucada y platillos y los cantos con amplificador incluido, serán más fuertes que las ampollas en los pies, la sed, las rodillasque crujen y los kilómetros que por la tarde pasan y pasan y parece que siempre quedan tantos como al comenzar.
Nos tomamos el peaje de Lampa. Los pacos que nos vienen siguiendo se ponen nerviosos. Por unos minutos cortamos el tránsito de Chile. Bajan de las patrulleras y durante esos minutos quedan como nosotros: a pata. Los gritos del agua resuenan contra la estructura del techo del peaje. Las chiquillas de las casetas se ríen. Abren los cubículos y abren los ojos.
¡Morir luchando. Sin agua ni cagando!
Nos tomamos el peaje de Lampa. Los pacos que nos vienen siguiendo se ponen nerviosos. Por unos minutos cortamos el tránsito de Chile. Bajan de las patrulleras y durante esos minutos quedan como nosotros: a pata. Los gritos del agua resuenan contra la estructura del techo del peaje. Las chiquillas de las casetas se ríen.
La consigna se pone combativa. ¿Dónde se fue el cansancio, señor? Almorzamos con harta uva a la sombra de unos álamos en Batuco –nos acoge la organización que defiende, sí, el humedal del lugar contra las inmobiliarias. A propósito:
¡Agua sí, oro no!
Los morenos de las cordilleras de Pascua Lama, celebran la suspensión de Barrick enfilando la autopista recta que sigue hacia Santiago. Se hizo de noche; dormimos en un gimnasio municipal. Toda la noche estuvo llegando más y más gente. Me lo contaron porque dormí noqueado.
Vamos pasando al lado del vertedero en los cerros de Renca. Hedionda la cuestión. Alfrente los tremendos galpones con la basura de KTM; aquí mismo la montan en el tren de vuelta a Montenegro en Til Til. Nos conducen por unas calles secundarias tranquilas entre la 5 Norte y la Av. Independencia. A veces vamos callados, como pensando la cosa, como concentrándose en un punto que tenemos en la mira.
Frente a la estación Mapocho, nueva toma de la calle. Nos vemos rodeados por miles. De todas las edades. Más y más pancartas. Frente a Aguas Andinas los pacos en moto hacen una valla con las motos mientras gritamos algunas chuchadas a los que lucran con el agua a base de concesiones completamente gratuitas y a perpetuidad.
Vamos entrando a la Alameda. Nuestra columna, que es la de los territorios del norte del país, se detiene, no sé si de emoción o de la cantidad que encontramos por delante. ¡Ya pué!, que debemos llegar antes de la una a Los Héroes. Presionamos a los de delante. Las consignas, cantos y gritos espontáneos vienen de todos lados. Las aguas de Chile, las aguas de las pequeñas comunidades, las aguas, ante todo, de las provincias y los pueblos, han llegado para instalarse en la agenda política nacional.
De norte a sur, de este a oeste
Daremos la pelea
Cueste lo ke cueste
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Mónica Flores Vivanco
Creo que refleja exactamente lo que me han relatado de lo ocurrido durante toda esa larga caminata, valiente, llena de sueños y de mucha fuerza.
Mónica
Enrique Cisternas Cifuentes
Entre conmovedor y entusiasta relato que muestra lo que el pueblo puede hacer cuando se decide. Con esta marcha se ha pasado desde las muestras locales de descontento a la reclamación nacional por eliminar el Código de Aguas y terminar con las concesiones perpetuas de agua, minerales y demases. Estuve en ella y la disfrute. Ahora queda por verse si seremos capaces de promover los cambios políticos necesarios para cumplir estos objetivos, desde las calles y desde las urnas, como han sido todas las luchas históricas en Chile.