En la columna anterior, el centro de la discusión fue la situación de calle de muchos, la suciedad comunal y la presencia de perros callejeros como un signo de que Chile aspira a formar parte de un grupo de elite mundial al cual no pertenece en realidad. Si bien la inclusión de nuestro país dentro de la OCDE implicó un grandilocuente reconocimiento a la estable economía y sus cifras, esto distaba mucho de la real condición social del Chile de hoy. Muy por debajo de la calidad de vida esperable para un país que forma parte de dicho conglomerado.
De hecho, la crítica anterior que planteé no se basaba en la perfección absoluta de un miembro de la OCDE, sino cómo esa participación invisibiliza variados conflictos y problemáticas sociales. Es una especie de Alzheimer acomodaticio.
Pues bien, una vez más la semana pasada se comprobó ese argumento: en dos situaciones: el colapso del transporte público por la falla del metro y el escandaloso arribo de cientos de copiapinos ante la inauguración de un centro comercial.
Copiapó, capital regional de la tercera región de Atacama y principal núcleo urbano y económico no contaba con un centro comercial o mall. Solo existían determinados supermercados con algunas tiendas, un shopping, pero nada parecido a un mall. Ésta semana se inauguró el nuevo Mall Plaza que había comenzado su construcción desde 2012 con una caótica entrada de cientos de copiapinos que veían su sueño realizado: poder comprar sin tener que viajar a la Serena. Más allá de lo gracioso o penoso que puedan resultar las imágenes que se han compartido en redes sociales, la ciudad escondía una profunda deuda: una ciudad minera que no contaba con el acceso a servicios a la par de los recursos que generaban para otras regiones. Dicho de otro modo la riqueza que genera la minera Candelaria no estaba siendo reinvertida en la misma ciudad y durante muchos años, los copiapinos debían viajar hasta La Serena para acceder a una mayor oferta y diversidad de productos. Podría parecernos banal y superficial para quienes viven en zonas céntricas como Santiago o grandes ciudades pero Copiapó le hacía falta un espacio- aunque objetable por supuesto- de distracción común y corriente como se disfrutaba en otras ciudades incluso menos ricas que esta. En algunos sitios, aseguraban que la efusiva entrada se debió al ofrecimiento de gift card. Insisto. Es una ciudad que recién en 2014 tuvo un mall, que no tiene una repartición equitativa de acuerdo a los recursos que genera, hay bastante presencia de población de clase media baja que se sustenta del pequeño comercio local o de negocios vinculados a la minería, pero que no había podido disfrutar de esos excedentes en algo tan simple como pasearse en un mall. Chile no está generando una equidad y compensación económica con aquellas regiones que proveen una mayor cantidad de capital al resto del país. Es fácil decir que Chile es OCDE cuando solo Santiago se beneficia de esa riqueza reflejado en factores tan simples como tiendas comerciales.
El segundo elemento es el Metro. Una falla histórica y caótica por decirlo menos. Alrededor de 500 mil chilenos se vieron afectados por el corte generalizado de las líneas 1,2 y 5 que colapsó el sistema público. Aquí más allá de comentar el problema en sí y lo molesto que fue, refleja al igual que en el caso anterior graves falencias que se esconden “ bajo la alfombra”. Algo que ciertas autoridades e incluso los propios ciudadanos decidimos olvidar.
El alza del pasaje del Metro estaba siendo más que constante casi regular en el último tiempo. Con la irrupción de Transantiago en 2006 ( otro ejemplo de caos, hagan memoria) y hasta el día de hoy, se hace evidente que el sistema de plano no ha funcionado. Solo se han empleado soluciones parche: más buses, nuevas concesionarías, más buses, nuevos paraderos, alzas, fiscalizadores, más buses, otras concesionarias, etc. Pero el problema de fondo es justamente la característica que unifica el mismo problema de metro e incluso del tema de Copiapó: un Estado ausente que prefiere privatizar de servicios y no hacerse cargo de las necesidades de una población que paga impuestos y que sufre o por el caos de una hora punta o porque sea 2014 y no tenga donde ir a pasear un domingo por la tarde (Copiapó tiene solo un sector dependiente del Estado como área de esparcimiento y es la plaza, lo demás es privado).
Chile no está generando una equidad y compensación económica con aquellas regiones que proveen una mayor cantidad de capital al resto del país. Es fácil decir que Chile es OCDE cuando solo Santiago se beneficia de esa riqueza reflejado en factores tan simples como tiendas comerciales.
Y como la dinámica será la misma, cambiar al presidente de Metro, que ha sido la tónica empleada con Transantiago los resultados no serán los esperados. La experiencia nos avala. Cuántos ministros de transporte pasaron frente a nuestras narices, ya perdí la cuenta. Aquí el tema es un asunto de instituciones y su funcionamiento eficaz y eficiente. Unos cables cortados y Santiago, colapsa. Lo más freak del pésimo funcionamiento de las instituciones que no supieron contener la emergencia fue la llegada de buses de FF.AA y Buses Pullman. Contuvo, sí. Pero cada cuál intentaba apagar el incendio con más bencina: el atochamiento vehicular fue tremendo y más buses circulaban para contener el caos. Aquí no hubo respuesta de las autoridades de manera integral ni mucho menos coordinada. Todos hacían todo y a la vez nada. Eran las 11pm y aún había gente en paraderos.
Mientras en Copiapó unos luchaban por su gift card y su derecho –porque eso es- a disfrutar de la economía de mercado otros en Santiago luchaban por entrar a un bus y llegar a su trabajo o a su casa durante la tarde. Un país OCDE como mínimo debiese tener un plan de contingencia ante estos conflictos. La idea es prever todos los escenarios posibles, señala ayer un experto en televisión. No solo lo obvio sino lo imposible de una emergencia dada todas las señales previas de colapso que vivimos durante todo este año.
Un país OCDE en donde desesperados ingresan algunos a un mall por no contar con los espacios de esparcimiento que el Estado o el gobierno regional debiesen brindar y otros en donde unos cuantos cables quemados revelan esas mugres escondidas bajo la alfombra.
Chile no es OCDE, es pobre.
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Alfredo A. Repetto Saieg
Para preparar las condiciones que nos ayuden a avanzar en el cambio estructural, aquel que busca construir un Chile democrático que batalla contra la opresión de los sectores populares, es decir, para que la descomposición y caída del modo capitalista de producir se acelere, para que de ese modo dejemos de ser un país pobre e irracional, los trabajadores debemos tomar en nuestras manos, en conexión con los objetivos propios, la tarea estratégica de derrotar a los propietarios del país reivindicando esas banderas, propuestas y consignas democráticas que cuestionen la herencia dictatorial.
A través de un programa de conjunto del pueblo, planteado y organizado políticamente desde el movimiento social, hay que terminar con la apropiación privada de la riqueza porque ésta es producida por los trabajadores, por todos nosotros, que sin embargo somos los explotados, los marginados y enajenados. El control de la agenda del gobierno, que nos acerca al poder, es una condición esencial para el compromiso, para la participación y para el desarrollo de la democracia popular que resuelve nuestros problemas, desde los más complejos como lo son la marginación, el desempleo, etc., hasta los más simples, como tendría que serlo el derecho a viajar sin contratiempos.