Este fin de semana en Aysén nos empapamos de tragedia. De desastre. De esos que, a pesar de haber pasado medio siglo y al igual que en toda obra clásica, no pasan de moda. Es la catástrofe ambientada el 63 en la rústica Italia rural, historia que con sus aciertos y errores se repetirá día a día en el cíclico devenir de la humanidad.
Fue “Vajont, la presa mortal” la cinta que en Puerto Aysén reunió el viernes a los habitantes de este poblado, vecino aguas abajo de la zona de alta prevalencia sísmica donde Energía Austral pretende levantar su embalse Cuervo de más de 13 mil hectáreas.
Casualmente, los protagonistas de la película interpretaban similar guión al que hoy por hoy hemos visto en la tramitación de las represas en la Patagonia: cambios de informes técnicos porque ponen en duda los proyectos, acusaciones contra ciudadanos, periodistas y profesionales por “alarmismo infundado”, el dinero por sobre la seguridad de las personas y el cuidado de la naturaleza. La anécdota viene del diálogo entre el ingeniero Alberico Biadene (acérrimo impulsor Vajont) y su colega Bertolissi, luego que éste le informara los problemas por el llenado del embalse: “usted ha estado siempre en contra de la presa, Bertolissi, y otros muchos piensan como usted. Si no quiere la presa dígalo, pero no ahora. Dígalo cuando no haya más electricidad en las casas, dígalo cuando no se pueda encender la televisión, cuando no haya agua caliente en invierno, diga que no quiere la presa cuando eso pase”.
Extraño, aunque no tanto. Tal argumento lo hemos escuchado recurrentemente a propósito de HidroAysén y Energía Austral, pero también lo han oído millones de compatriotas por Castilla, Alto Maipo, San Pedro, Isla Riesco y un sinnúmero de proyectos llevados adelante por los mismos que se han servido por demasiado tiempo el país. Y eso también lo ha dicho el Presidente Sebastián Piñera cuando se le consulta sobre su apoyo o no a este tipo de infraestructuras.
Y fue porque el ingeniero Biadene (posteriormente condenado por su responsabilidad en el desastre) no escuchó a Bertolissi y a tantos otros que el 9 de octubre de 1963 desaparecieron 5 pueblos y murieron más de dos mil personas.
Producto de la confluencia de múltiples voluntades, Micaela Coletti y Gino Mazzorana, dos de los sobrevivientes de la catástrofe originada por el desborde del embalse al caer una montaña luego de un temblor inducido por la obra, recorren hoy la región de Aysén relatando su experiencia. Ellos tenían 12 y 10 años cuando ingenieros y políticos (al fin y al cabo, mercaderes de la vida y la naturaleza) dijeron lo mismo que día a día repiten Sebastián Piñera, políticos y ejecutivos y profesionales de HidroAysén, Energía Austral y de tantos otros proyectos que sólo se mantienen en pie por ser un buen negocio (para ellos).
¿Y luego ellos se preguntan por qué la gente ya no cree? ¿Por qué los chilenos son escépticos? Por eso. Porque no escuchan.
Largo es enumerar las vergüenzas a las que muchos chilenos no queremos acostumbrarnos. El uso fraudulento de la Ley Minera para blindar el tendido eléctrico, y los embalses y obras de las represas en la Patagonia. El desprecio por el trabajo de profesionales y técnicos de servicios públicos como Sernageomin, Conaf, Mideplan, Vivienda, ejemplificado en autoridades políticas que modifican informes para beneficiar a las grandes corporaciones. El baile de mascaradas en que se ha convertido el Sistema de Evaluación de Impacto Ambiental, cuando desde un principio todos se saben de memoria el libreto y el rol que deben cumplir.
Pero aún así, Chile no les pertenece. Y no les pertenecerá nunca, mientras existan quienes quieran de verdad hacer de éste un mejor país.
Uno más justo, donde las cortes no sólo apliquen una ley muchas veces inicua, que por los amarres que permanecen desde tiempos de Pinochet (y por la falta de voluntad de algunos infiltrados en la mal llamada coalición de centroizquierda) no se ha podido modificar.
Equitativo, donde no sean las mayorías las que asuman las cargas ambientales, económicas y sociales para sustentar los privilegios de una minoría.
Democrático, donde el ejercicio del poder político represente realmente los anhelos de quienes vivimos en este hermoso país.
Y limpio, de una limpieza que nos permita salvaguardar la belleza de Chile, que en ya demasiados territorios no es más que un lejano recuerdo que se mantiene sólo en las postales que se lleva el visitante.
Y, sobre todo, por nuestros hijos.
Sí, este viernes vimos una película, cuyo título original es casualmente “Vajont, la represa de la deshonra”. Y conocimos a sus sobrevivientes. Y oímos las causas y trágicos efectos de la tragedia. Palabras que, al igual que hoy, los que tenían el poder no quisieron escuchar, deshonrando así el mandato que en algún momento se les entregó.
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Imagen: Afiche de película "Vajont, la presa mortal"
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