Este mes hemos sido testigos de variadas citas con nuestra historia; ello nos invita a una reflexión profunda desde ¿quiénes somos y hacia dónde vamos como nación? Este examen no puede pasar por alto la construcción de una identidad mestiza, fruto de nuestra construcción histórica entre indígenas, colonos y criollos. En el futuro, al mirar esta fecha no olvidaremos que nuestra conmemoración del bicentenario, con discurso de unidad nacional y orgullo militar por medio, estuvo marcado por una huelga de hambre, que nace por demandas históricas de nuestros pueblos originarios, que han visto cómo durante estos 200 años se continúa forjando una historia que difícilmente podrán relatar como grata y digna de orgullo nacional. La presencia de elementos de este tipo, transmiten un sentimiento de profunda desazón al ver como un pueblo trata de avanzar tozudamente, marginando y olvidando a los más vulnerables de nuestra sociedad.
El conflicto se agudiza debido a la indeleble aplicación de la ley nº 18.314 o ley antiterrorista, dictada en 1984, que nace para afrontar la resistencia armada durante la dictadura, posteriormente este decreto fue modificado dentro del periodo de la des-concertación, convirtiéndose en una herramienta eficaz de represión de la movilización social indígena. Lo anterior resulta al menos curioso, ya que el pueblo mapuche, siendo considerado terrorista, no registra ningún asesinato. Por el contrario: las fuerzas policiales cuentan al menos cuatro durante los últimos años.
Las controversias a la aplicación de la ley antiterrorista, en segundo lugar, apuntan al uso de medios informales como el secreto de registro, la utilización de testigos sin rostro y un pleno espacio a la arbitrariedad, viciando así por completo el proceso legal, juicio que en ocasiones se ve conjugado por el procesamiento bajo la justicia militar.
Este tipo de leyes representan la más burda de las defensas del Estado, atribuyendo el origen del terror a otros y reprimiéndolos con las fuerzas militares. Hay que preguntarse por qué la milicia encargada de proteger la soberanía, debe reprimir con balas, supuestas armas de destrucción masiva que consisten sólo en hojas, fósforos, piedras y cuerpos.
El piso mínimo para el dialogo debe ser la abolición de la ley antiterrorista y la desmilitarización de la zona, permitiendo resolver este problema como uno político y no meramente judicial. Comprendemos que el conflicto es político y procede desde hace más de cuatro siglos, por lo que el camino legislativo es insuficiente para resolver la totalidad de las demandas. La salida al conflicto requiere de voluntad política de las partes. Una restitución de tierras históricas, significa dar pie atrás en los principios de la propiedad privada de los terrenos, hoy en posesión de las grandes empresas forestales; en esa disyuntiva ¿qué prefiere defender el Estado chileno: la vida de los sujetos o la propiedad privada sacrosanta? La experiencia nos muestra que criminales de derechos humanos, como Manuel Contreras, jefe de inteligencia de Pinochet tienen penas judiciales irrisorias como 5 años por asesinato; mientras que cuando se atenta contra la propiedad privada o las lógicas del mercado neoliberal la reacción es brutal, llegando a penas superiores a los 100 años en el caso de los comuneros.
Como es ya costumbre, los periodos de fechas de fiestas son usados para presentar ciertos proyectos ley que, sin ser cuestionados por la opinión pública, tienen de manera inusual y casi divina un rápido proceso legislativo. Esta vez la propuesta viene de los parlamentarios Lily Pérez San Martín, Carlos Cantero, Andrés Chadwick, Guido Girardi y Mariano Ruiz-Esquide, quienes presentaron un proyecto que busca penalizar a acciones que inciten el odio en contra de una creencia religiosa, racial o ideológica. La ambigüedad de dicho proyecto abre un amplio campo a la interpretación e imaginación de los poderosos, para reprimir cualquier movilización que atente contra sus intereses ideológicos.
Desde mi perspectiva, la ‘parada militar’ del 19 de septiembre fue el acto de manifestación de violencia más vacío que he visto en el último tiempo, la carencia de sentido de las marchas militares contrasta con las marchas del pueblo que semana a semana coloca propuestas de transformación social hacia un mundo más fraterno, más libre y más igualitario. Las movilizaciones deben ser tomadas como formas de expresión política democrática y no como mecanismos de incitación al odio.
Considero fundamental que se promuevan iniciativas que fortalezcan la protección frente a cualquier tipo de abuso o discriminación ya sea individual o colectiva, pero ello debe hacerse bajo marcos precisos, que no sean usados de manera turbulenta por grupos políticos.
Finalmente, queda la duda planteada: ¿con qué derecho se puede arbitrariamente calificar a un pueblo de terrorista y penalizar a las movilizaciones sociales? Este conjunto de leyes descritas buscan aplacar cualquier intento que coloque en tela de juicio la incapacidad del modelo económico y con ello la forma en que se entiende el progreso y el desarrollo bajo ese paradigma. El centro del asunto parece estar fundado en la imposición de un modelo de vida, totalmente contrario a las prácticas comunitarias tradicionales y que promociona la competencia por sobre la suficiencia.
Para nosotros y nosotras, estudiantes universitarios, queda la tarea permanente de recuperar la memoria. Basta ya de vestir nuestra historia de oscuro silencio. Debemos aprender de ella y aplicarla de manera organizada, consciente y dialéctica en cada uno de nuestros actos. Para crear una sociedad con una educación al servicio de la sociedad, por un sistema de trabajo digno, por el derecho a vivir en un medioambiente sano, y por autonomía y libertad para nuestros pueblos originarios. Debemos ser capaces de transformar nuestra rabia en propuestas, colocar nuestro conocimiento al servicio de las necesidades de la sociedad. Bajo este camino daremos pasos decididos a tomar la historia por nuestras manos y hacer con ella un mundo de todos y para todos.
Un abrazo fraterno; marichiweu, mil veces venceremos!
* Aquiles Hernández, Corriente de Acción Estudiantil PUCV. Espacio de Reflexión Contingente Trabajo Social PUCV
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Foto: Velatón de apoyo a los presos políticos mapuches – bdeboikot / Licencia CC
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