En nuestros diálogos políticos a nivel nacional se observa una gran capacidad para desenfocar los temas que muchos quisiéramos ver muy bien enfocados.
La reforma al sistema electoral binominal sirve para ilustrar esta afirmación. Dejando de lado el análisis de las deficiencias del sistema vigente, que deberían servir para buscar acuerdo en las características del nuevo sistema que debe reemplazarlo, el debate se ha centrado en los costos en dinero de la reforma propuesta.
En realidad, en lo que podría ser un desenfoque de segundo grado, el debate no es siquiera sobre sus costos, sino más bien sobre si el Gobierno dice o no dice que tendrá costos.
Es esta una forma de oponerse a una idea o a un proyecto sin tener la necesidad de confrontarlo con otra idea u otro proyecto mejor. Se trata sólo de provocar su descarrilamiento y enfocar la atención de todos en el espectáculo resultante.
Algo así como concentrar la atención en los destrozos que causan unos cuantos encapuchados al fin de la marcha, y de esa forma eclipsar las demandas por una mejor educación.
Que dentro del nuevo ordenamiento territorial, por ejemplo, se hayan creado Regiones que no tienen representación propia en el Senado, es una cosa que no se discute mayormente. Que el sistema binominal es una distorsión de la democracia, puede ser cierto pero no estamos enfocados en eso.
Lo principal es elaborar propuestas de cambio que tengan bases sólidas en los hechos, que sean viables y eficaces para conseguir los objetivos propuestos, presentarlas y difundirlas con claridad y amplitud suficientes para lograr su comprensión cabal por la ciudadanía, generando el consiguiente apoyo
Quienes se oponen al cambio promueven y se regocijan con el descarrilamiento de los temas. Quienes desean el cambio, sin proponérselo, contribuyen activamente: por una parte se enfocan justamente en lo accesorio y dejan de lado lo sustancial y, por otra, elaboran y presentan propuestas de cambio tan deficientes, que invitan al descarrilamiento.
¿Cómo hacer entonces para focalizar nuestros sentidos y nuestra mente en los temas de fondo sobre los cuales deseamos generar modificaciones? Parece indispensable detectar esas maniobras “descarriladoras”, identificar a sus gestores, reconocer las motivaciones de éstos y evitar que, sin mayores argumentos, nos saquen de nuestro curso trazado.
Lo principal es elaborar propuestas de cambio que tengan bases sólidas en los hechos, que sean viables y eficaces para conseguir los objetivos propuestos, presentarlas y difundirlas con claridad y amplitud suficientes para lograr su comprensión cabal por la ciudadanía, generando el consiguiente apoyo. Es éste el que se transformará en una garantía contra el descarrilamiento que, como vemos, es la herramienta de quienes, sin argumentar, se oponen al cambio que demanda la mayoría.
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