La noticia de la detección de Listeria en fruta chilena de exportación sorprendió a todos, encendiendo las alarmas. Frente a la poca información oficial que sobre el particular se ha entregado, y en mi calidad de ex Secretario Ejecutivo de la Agencia Chilena de Inocuidad y Calidad Alimentaria, me parece oportuno y necesario hacer algunas constataciones y analizar en perspectiva lo que un evento de esta naturaleza implica. Ello, con el objeto de contribuir a que la ciudadanía se haga una correcta opinión de cuáles son los riesgos reales de lo ocurrido, más allá de las percepciones, opiniones, juicios y prejuicios que se hacen libremente, y que hoy circulan en abundancia en las redes sociales, generando desconfianza e incertidumbre. Situación que ni el hallazgo en cuestión lo amerita, ni la industria frutícola en particular y la alimentaria en general merecen. A saber:
1. Las infecciones alimentarias provocadas por Listeria, si bien son poco frecuentes, son graves, afectando principalmente a grupos vulnerables (niños, inmunodeprimidos, ancianos, embarazadas) con tasas de mortalidad entre 20 a 30%, por ello su detección en alimentos es siempre causa de alarma pública.
2. Lo ocurrido es un hecho aislado e inédito en el historial exportador frutícola chileno, cuantitativamente menor (3.000 cajas de nectarines, ciruelas y duraznos) respecto del enorme volumen de fruta exportada en cada temporada (más de 3,5 millones de toneladas en 2018); de características temporales y espaciales acotadas y sin mayores riesgos de afectación para el resto de la fruta u otros alimentos de origen nacional. Sin embargo, representó un quiebre en el sistema de aseguramiento de la calidad de una de las empresas procesadoras de fruta de exportación más prestigiosa del país, que cuenta con protocolos y procedimientos de alto estándar, lo que nos recuerda que el “Riesgo 0” en estas materias no existe y que nunca son suficientes las medidas de prevención que se puedan adoptar.
3. El hallazgo en cuestión es resultado de un control de rutina realizado por la empresa procesadora en cumplimiento con la exigente normativa que ha instalado en los últimos años la autoridad estadounidense, el FSMA, el que fue autodenunciado por la empresa exportadora a la FDA, lo que derivó en el retiro oportuno de la fruta involucrada desde los puntos de distribución en el mercado Norteamericano.
4. A la fecha no ha habido detección de fruta contaminada, ni se han reportado casos de personas afectadas. Ello da cuenta que los controles se realizaron rigurosamente y que los programas operaron según lo establecido por la normativa.
5. La naturaleza del peligro detectado provocó una alerta internacional generando desconfianza e incertidumbre entre los consumidores. Al revisar las reacciones en las redes sociales se aprecia que hay percepciones de riesgo que deben ser tomadas en consideración rápidamente, tanto entre las audiencias en EEUU como en Chile, de lo contrario más allá del hecho puntual, de su control y resolución, podríamos vernos afectados por daños de imagen importantes.
6. La poca información oficial sobre el hecho ha abierto legítimas interrogantes entre los consumidores, que se preguntan ¿es solo fruta de exportación la afectada?, ¿esto puede afectar otra fruta u otros alimentos? ¿Cuál será el destino de la fruta contaminada, volverá al mercado nacional? ¿La empresa solo producía para la exportación, o parte de la producción quedó en el mercado local? ¿Qué pasa con el resto de la fruta que comemos en Chile, tiene los mismos resguardos que la de exportación? ¿Qué está haciendo la autoridad al respecto para proteger a los consumidores nacionales? En definitiva, el hecho nos interroga sobre cuáles son las reales capacidades de entregar garantías que tiene el Sistema Nacional de Inocuidad y Calidad Alimentaria del que se hemos venido hablando en los últimos años y cuán expuestos nos podemos encontrar ante este hallazgo en particular.
La poca información oficial sobre el hecho ha abierto legítimas interrogantes entre los consumidores, que se preguntan ¿es solo fruta de exportación la afectada?, ¿esto puede afectar otra fruta u otros alimentos? ¿Cuál será el destino de la fruta contaminada, volverá al mercado nacional?
7. Al respecto, cabe señalar que la empresa actuó en forma preventiva, diligente y en forma transparente poniéndose a disposición de la FDA. Esta acción permitió a la autoridad norteamericana retirar los productos del mercado previniendo la exposición de los consumidores a fruta potencialmente contaminada y con ello minimizando los riesgos de presentación de casos de listeriosis asociados al consumo de esa fruta. En este sentido es importante reiterar que a la fecha no se ha detectado fruta contaminada en EEUU y, aun cuando es muy pronto para descartarlo (el periodo de incubación del patógeno es de entre 3 y 6 semanas), no se han registrado casos de personas afectadas. Junto a ello las medidas de prevención y control a nivel nacional han sido adoptadas tempranamente por lo que los riesgos se encuentran controlados. En consecuencia, no existen razones para desconfiar de la inocuidad de los productos nacionales, frutas u otros, de consumo interno o para la exportación.
8. En síntesis, frente a un evento adverso, acotado, pero de gravedad, el sistema de control de alimentos operó en tiempo y forma: la empresa involucrada actuó responsable, diligente y transparentemente, el país fiel a su tradición informó con prontitud a los mercados, los protocolos de prevención y control se activaron oportunamente, y a la fecha no hay que lamentar personas afectadas. Sin embargo, no podemos asegurar lo mismo en términos de daños de imagen y confianza. En estas circunstancias, la poca información entregada por la autoridad no contribuye a disipar las dudas.
9. Un quiebre de inocuidad es siempre una oportunidad para la autoridad para reiterar a la ciudadanía cuáles son las medidas que se deben adoptar para mitigar los riesgos frente a situaciones como esta, cosa que no se ha apreciado en esta ocasión. Por lo anterior resulta poco comprensible la estrategia de bajo perfil por la que parece haber optado la autoridad.
10. Se echa de menos un Sistema Nacional de Inocuidad y Calidad operando en forma más visible y coordinada, con una comunicación de riesgo proactiva, con vocerías claras que expliquen los hechos, señalando los riesgos, indicando las medidas adoptadas y dando tranquilidad a la población. Da la impresión de que hay una subvaloración de lo que representa en términos de riesgos, de imagen y de confianza un evento de esta naturaleza.
La tarea por delante es cerrar correctamente este evento, para poder superar rápidamente los potenciales efectos adversos, de un hecho grave e inédito. Para ello se debe conocer en detalle cuál fue el fallo que se produjo, por qué se produjo, cómo evitar que se vuelva a producir y sacar lecciones necesarias para corregir lo que se deba, siempre en la perspectiva de robustecer la confianza de los mercados y entre los consumidores.
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