#Ciudadanía

Apostasía colectiva 2018

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Siendo libres, somos responsables de nuestras acciones y, cuando nos es debido actuar, también de nuestras omisiones.

Al asociarnos o afiliarnos a una institución, contribuimos a potenciar su objeto social, volviéndonos co-responsables de las consecuencias de sus actos y omisiones; más todavía cuando su poder para actuar en la sociedad fuera tanto mayor en cuanto más afiliados cuente. El actuar institucional es la proyección emergente de la construcción cotidiana que de ella hacen sus miembros.

Así, noble es quien participa activamente de una institución noble. No obstante, la perversión es otra alternativa cierta.

Al participar en una institución, al ciudadano ético le corresponde velar por la ética institucional, tanto en su diseño interno como en sus efectos externos. Puede haber miembros que obren mal a instancias o a expensas de la institución; entonces, la institución sana habrá de hacer operar sus mecanismos internos para enmendar tal participación individual. Sería una corrupción institucional el tolerar su participación impune. Por otra parte, si la institución obra mal, ha de ser reestructurada por sus miembros para enmendar el rumbo. Pero, ¿qué pasa cuando una institución que obra mal, impide las reformas internas encaminadas a rectificarla? ¿Qué mecanismos de organización y jerarquía interna permiten o impiden tal reestructuración? ¿Qué pasa con una institución cuando su estructura faculta, y se dé el caso de que ocurra, que haya algunos miembros jerarcas que cuenten con tanto poder como para impedir la rectificación institucional en caso de que ella o sus miembros obren mal? Pues la institución ha de ser declarada corrupta y sus miembros han de replantearse la calidad ética de seguir participando en ella.

A gran escala, la perversión personal inevitablemente aparecerá. Por ello, una institución que pretenda mantener en el tiempo un cierto estándar ético ha de diseñarse de modo tal que resista las avanzadas de algunos miembros por corromperla. Hay diseños institucionales más robustos y otros más débiles del punto de vista de la resistencia institucional a ser cooptada por miembros perversos. La monarquía es, quizás, la forma más vulnerable, pues concentra todos los poderes en una sola persona. Basta que en una sola ocasión llegue al poder un miembro perverso lo suficientemente astuto para que pueda rediseñar la institución a fin de perpetuar su mal afán. Así, todos los huevos del poder se guardan en un solo canasto, el que se juega al todo o nada en cada oportunidad, hasta que el evento ocurre; quizás más pronto que tarde.

Corrompiéndose la institución y bloqueándose su posibilidad de reforma interna, el ciudadano ético, que le suma poder con su participación en ella, ha de responsabilizarse por aquello a lo que contribuye y evaluar su renuncia, pues no la cambiará quedándose adentro y seguirá contribuyendo a un mal fin. Sus esfuerzos serán más prósperos en otras avenidas.

Habida libertad, claro. Habido consentimiento, también. Habidos madurez y juicio, pues podríamos haber sido afiliados por nuestros padres o apoderados durante nuestra más tierna infancia. Incorporados a una institución corrupta, no seríamos responsables por acción hasta entrados en razón, pero sí por omisión, pudiendo salir.

La Iglesia Católica ha actuado y actúa sistemáticamente como sabemos que lo hace en contra de los niños más indefensos; reportados, decenas de miles en décadas. ¿Cuántos en milenios sin reportar?

¿Qué ética es compatible con ser católico? ¿Qué se apoya al reconocerse católico? ¿Corresponde relegar la dignidad de las víctimas? ¿Hasta cuándo?

Violando su separación del Estado, impone políticas públicas en una pretendida república laica, incluyendo no sólo a quienes no comulgan con ella, sino que incluso a quienes sí, pero discrepan. La discriminación y supresión de derechos también victimiza. Sean eutanasia, derechos reproductivos, integración de minorías sexuales, educación sexual, unión civil, participación cívica y hasta promoción de cierto modelo económico; su poder para conseguirlo no es independiente del volumen de adherentes.

¿Qué ética es compatible con ser católico? ¿Qué se apoya al reconocerse católico? ¿Corresponde relegar la dignidad de las víctimas? ¿Hasta cuándo?

Es posible elegir por qué lado de la vereda de la vida transitar. Es posible dejar de ser católico. Es valioso dejar de serlo. Es posible apostatar, realizando la defección formal de la Iglesia.

La Asociación Escéptica de Chile (AECH) convoca a los interesados a una Apostasía Colectiva, a realizarse el sábado 08 de septiembre de 2018, a las 12:00 horas, en la Plaza de Armas de Santiago, al costado de la estatua de Pedro de Valdivia. ¡Te esperamos!

#ApostasíaEsLibertad

AECH: Campaña Apostasía Colectiva 2018

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3 Comentarios

Lisandro Burgos

Qué paradoja, ¡eh?. Su columna es éticamente dudosa, en la medida que su interés está en promocionar la tal «La Asociación Escéptica de Chile»; y sobre el problema de fondo en los católicos, nada. Cero profundidad y bueno, aparte de rematar con la propaganda, se cuestiona temas en verdad por todos sabidos. Le diré cuáles son los problemas de los católicos, y lo que de allí debemos aprender, cosa que reduzcamos las probabilidades de reincidencia. Y no tiene nada que ver con ser creyente, escéptico, ateo o cachupinista, que esas son pavadas. Problema uno de los católicos: El voto de castidad, que acaba corrompiéndolos. Claro que hay perversiones en esa fijación con los niños, pero estoy seguro de que por los sectores rurales, no faltan los que las han arremetido con las ovejas, las yeguas y quién sabe que más. Problema dos: Es una institución cuya razón de ser es ser fuente de preceptos morales, y que además carece de mecanismos transparentes de control. Esa es la cuestión, la lógica que les fuerza a encubrir los delitos, no solo los sexuales, todos los delitos internos. » Por ser quienes somos, la fuente de toda moral, se supone que no debemos fallar, y por lo tanto si lo hacemos, nadie debe saberlo. » Y así la serpiente se muerde la cola. Primera lección: es lo mismo con los gobernantes que declaman contra la prensa, exactamente lo mismo. Y que viva entonces la libertad de los medios, que se ventile todo. Segunda lección: No creerle a nadie que se proclame santo o héroe.

fernandoimr2

Interesante

Javi-Al

¿quien es escéptico?, hasta este estadio de la civilización, todos somos creyentes….https://www.lavanguardia.com/opinion/articulos/20110825/54205075805/todos-somos-creyentes.html