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Transantiago: la evasión del sentido común

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Cada mañana, al llegar al paradero, hago el genuino intento de subirme por la puerta delantera de la micro para validar el viaje con la Bip!. Cerca de un cuarto de las veces, no lo logro -las «cuncunas» ya vienen atiborradas de gente desde antes-, frente a lo cual, luego de esperar algunas micros siguientes, termino subiendo por las puertas traseras gracias a la solidaridad de los choferes y la complicidad de los pasajeros. Comienzo reconociéndome, entonces, como parte de ese 30% de santiaguinos que, de vez en cuando,  «evadimos» el pasaje.

Como aficionado puedo afirmar que esta experiencia, estoy seguro, se repite por cientas de veces en diferentes partes de la ciudad de Santiago, todos los días.

Mientras, todas las campañas que se han realizado hasta ahora contra la evasión -que parten siempre con anuncios de mayor inversión, nuevas medidas y un discurso moralizante- fracasan a la vuelta de unos meses, mientras el fenómeno aumenta. 

¿Qué es lo que está tan mal en el sistema de transporte santiaguino que la evasión -como un verdadero síntoma de una grave enfermedad- asciende hasta estos niveles? ¿Qué es lo que las autoridades y los técnicos están pasando por alto para tamaño problema?

Un punto importante pareciera ser que la forma en la que está actualmente estructurado el sistema de transportes entra en fuerte conflicto con ciertos rasgos de la cultura nacional existente. Hay quienes conceden menor importancia a los valores culturales de la sociedad en el desarrollo de proyectos de modernización, como si las tecnologías por sí solas o las estrategias bien reflexionadas fueran capaces de modificar rápidamente los valores y conductas culturales, pero… ¿El desarrollo económico del país nos ha vuelto a los chilenos más puntuales en nuestros compromisos?

La micro es un espacio de encuentro e integración social, un microcosmos ciudadano de diversidad donde conviven estudiantes, oficinistas, dueñas de casa, músicos callejeros, ambulantes, personas con capacidades diferentes. Donde aún hay personas -sobretodo mayores- que saludan al chofer cuando ingresan al bus. El «control social» del bus lo realizan principal y solidariamente sus pasajeros y la disponibilidad que ellos tengan de involucrarse o no en lo que allí ocurre. No hay evasión a gran escala posible, si todos los usuarios no somos cómplices silenciosos de lo que allí ocurre.

En ese contexto, la estrategia contra la evasión se ha centrado la responsabilidad puramente individual del «evasor», con fijación de multas individuales crecientes en dinero y fiscalizadores contratados siempre insuficientes (lo que es esperable en una ciudad con más de 11 mil paraderos). En paralelo, se han iniciado campañas de «Alto Evasión», similares a las implementadas en supermercados para detener el robo hormiga.

"Para la ciudad de Santiago en su conjunto es preferible tener unos cuantos evasores arriba del sistema de transporte público, antes que a esos mismos conciudadanos convertidos en individualistas arriba de sus vehículos particulares."

Posiblemente hay un grupo de usuarios que evade de forma permanente el pasaje, pero también existirá un margen importante que lo realiza por necesidades económicas, porque dejó de tener confianza en el sistema de transporte o por deficiencias técnicas del propio Transantiago.  Pero se ha negado sistemáticamente el carácter multicausal y sistémico de las evasiones ocasionales: problemas de frecuencia en horas punta, diseño inadecuado de los espacios interiores de los buses, ausencia evidente de zonas pagas, diseño urbano inadecuado en paraderos de alta afluencia, ausencia de validadores en todas las puertas del bus, zonas periféricas de la ciudad con dificultades para fiscalizar, etc. Es decir, el Transantiago sigue excesivamente en manos de la tecnocracia y adolece aún de una dosis importante de sentido común, de co-construcción de una cultura usuaria robusta y responsable. Probablemente esto ocurra porque se lo ha intentado solamente medir y gestionar racionalmente como problema, olvidando que el equilibrio frágil de la movilidad en una metrópoli inmensa como Santiago también tiene bastante de arte.

Entonces: ¿Se debe multar fuertemente la evasión, una vez dadas reales opciones de pago a todos los usuarios del sistema? Claro que sí, pero más importante será enviar la señal correcta de que no pagar el pasaje le genera un daño evidente a la ciudad en su conjunto, a todos quienes constituimos esta comunidad. Si queremos un mejor Santiago hay que pagar el pasaje.

A lo mejor puede ser ilustrativa en este punto la comparación entre el Metro y los Buses del Transantiago. ¿Son sólo el torniquete metálico y el diseño de flujos de ingreso/salida de pasajeros los que bajan significativamente la evasión en el Metro? Aunque son aspectos importantes a considerar, hay indicios de que existe todo un «ecosistema simbólico» y una cultura asociada que invita a valorar y querer más el servicio del Metro de Santiago que las micros del Transantiago. Lo que dicen los propios pasajeros y lo que es visible a simple vista: el Metro se esfuerza en mantenerse más ordenado y limpio pese a un uso más intensivo, buena calidad y número de señaléticas informativas / formadoras de conducta.

No habrá una estrategia efectiva contra la evasión sistemática en nuestro transporte público santiaguino de superficie, mientras dichas acciones no se guíen por ciertos principios: jugársela en serio porque el Transantiago se gane por sus propios méritos la valoración ciudadana (renunciar a esto es aceptar que nuestro transporte público siempre será indigno o de segunda categoría), reconocer y utilizar la solidaridad ciudadana a favor de los objetivos del sistema, promover abiertamente la organización ciudadana permanente de los usuarios de cada recorrido, entre otras medidas.  

Y como se trata de ser provocador, termino con un planteamiento radical: para la ciudad de Santiago en su conjunto es preferible tener unos cuantos evasores arriba del sistema de transporte público, antes que a esos mismos conciudadanos convertidos en individualistas arriba de sus vehículos particulares.

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5 Comentarios

Humberto Reyes

Transantiago es un monumento a la gestión de nuestros gobiernos: Un sistema de transporte que se diseñó teniendo presente que su operación no tendría aportes fiscales SE AUTOFINANCIARÍA, en la actualidad nosotros los contribuyentes FINANCIAMOS 50% de su operación, son casi 10.000 millones de dólares que hemos aportado los contribuyectes al sector privado para la operación del sistema, quines se están beneficiando con este subsidio? ALGO HUELE MAL EN DUNAMARCA…Pienso que por eso el valor cultural de la honradez del 30% de los usuarios de transantiago no está presente, este 30% aplica el dicho ‘ladrón que roba a ladrón tiene 100 años de perdón’.

Rodolfo Jiménez Cavieres

Me he encontrado en la situación de verme obligado a entrar por las puertas traseras de algún bus del Transantiago y no poder pagar, algunas veces he enviado mi tarjeta hacia adelante para que me validen el pago (no sin un poco de temor que me regrese otra de vuelta sin saldo) y me ha funcionado. Pero, ¿porque algo tan simple como poner validadores en todas las puertas no se hace? ¿no es acaso más barato que todas las medidas que se anuncian?. Si tenemos siempre la opción de pagar, es probable que parte significativa de la evasión se terminaría, y por cierto se terminaría con el 100% de la evasión de los que queriendo pagar no siempre lo logramos !!!!

sebastien

el problema del transantiago es que quieren pagar pero no pueden!!! pobrecitos…

increible… una convoluta forma en que te retuerces en argumentos para evitar lo obvio; el chileno que evade no tiene ni etica ni moral autonoma, tampoco tiene ideologia ni nada y esperan a gente como tu que logre unir 600 palabras para justificarse «en contra del neoliberalismo» y con eso se quedan satisfechos.

no es el medio ambiente matias, las iniciativas y motivaciones parten de adentro de cada uno, se llama tener agencia y si tu agencia te dice que estafes, robes o mientas es un problema que viene de adentro y no «del sistema».

Jorge Lizama León.

Soy usuario habitual del transantiago. Si bien hay razones variadas que pueden explicar la evasión, hay una en especial muy importante que depende de sus autoridades, y que consiste en su incapacidad histórica de proveer un servicio con frecuencia y regularidad acordes a la demanda, especialmente en horas punta. Ello causa que el chofer prefiera permitir el acceso por puertas traseras, antes que en cada paradero se acumulen usuarios cada vez más indignados. Si la autoridad logra ofrecer adecuada frecuencia y regularidad, la evasión disminuiría mucho.

Jorge Lizama León

En el excelente reportaje de hoy en tvn sobre el transporte público en Londres, informan que los buses pasan cada 6 minutos. Qué maravilla no? Inalcanzable para nuestras autoridades?