Santiago es una ciudad desigual. Cada cierto tiempo los medios nos recuerdan estas diferencias, mostrando los contrastes que existen entre distintas comunas en cuanto a superficie y mantención de áreas verdes, existencia de farmacias, notarías, cajeros automáticos o resultados educacionales. No importa el tema, si se dibuja en un plano, la figura es siempre parecida, la riqueza, los servicios o las áreas verdes mantenidas se concentran en un cono que parte en la comuna de Santiago y sube por Providencia y Ñuñoa hacia Vitacura, Las Condes y Lo Barnechea. Porque la desigualdad en Santiago es territorial.
Una de las principales razones de esta desigualdad es la política que hubo durante la dictadura respecto al suelo. Por una parte, se liberalizó el mercado del suelo, permitiendo un crecimiento en extensión que no se acompañó con la necesaria inversión en infraestructura y equipamiento, y por otro, se expulsó a la población de menores recursos de áreas donde el suelo tenía un mayor valor, relocalizándola en la periferia.La recuperación de la ciudad no pasa solo por invertir dineros públicos, para revertir los efectos de la desigualdad territorial es necesario volver a conocernos, para valorarnos desde el encuentro, no desde el prejuicio.
Hace un mes, la Alcaldesa de La Pintana mostró en un programa de televisión una de las imágenes más representativas de esa política, el plano de Erradicación de Campamentos en la Región Metropolitana entre 1979 y 1985, que muestra cómo se expulsó a gente de comunas como Las Condes a comunas como La Pintana. Esta última lidia hasta hoy con los problemas producidos por la extensión sin inversión y las expulsiones, por lo que el anuncio de una línea de Metro que pasa por La Pintana es una excelente noticia.
Para reducir la desigualdad territorial, se requiere recuperar partes de la ciudad donde no se planificó la llegada del transporte público, la existencia de áreas verdes o la instalación de comercio. Además, se necesita adecuar viviendas que no alcanzan los estándares mínimos de habitabilidad actuales. Por eso es deseable la planificación y la inversión pública en estos territorios, donde una vez no hubo.
En ese sentido, hay que usar todas las herramientas disponibles para hacer la mejor regeneración urbana posible, incluyendo la recuperación de plusvalías, para asegurar que los beneficios de la inversión pública lleguen especialmente a quienes más lo necesitan, evitando más expulsiones o generando más recursos públicos para invertir.
Es importante destacar que no basta solo con recuperar físicamente un territorio por medio de inversiones. La desigualdad territorial de Santiago implica que es una ciudad segregada. Sus habitantes vivimos en comunidades muy homogéneas y eso trae consigo varios problemas. Así como es importante regenerar zonas deterioradas, hay que hacer más diversas las áreas consolidadas.
Recientemente se generó una polémica porque algunos vecinos de la comuna de Las Condes se oponen a la construcción de viviendas con subsidio en su barrio. Muchas de las razones que se esgrimen cuando sucede algo como esto tienen que ver con prejuicios, surgen en contra de quienes habitarán las viviendas y quienes los manifiestan también son estigmatizados por su clasismo. A esto se suma la dificultad de que una parte importante de la planificación territorial en el país se hace comuna a comuna, por lo que los alcaldes tienen pocos incentivos a fomentar la heterogeneidad.
Por eso es importante relevar los beneficios de la diversidad, esta genera mayor cohesión social y fomenta la innovación y el crecimiento económico. Por otra parte, como vemos cada día en las áreas más postergadas, la homogeneidad sumada a la falta de recursos conlleva una serie de problemas sociales de los nos hacemos cargo entre todas y todos (y si Ud. cree que no es su problema, sepa que parte de sus impuestos se gastan en construir líneas de Metro o aumentar la dotación de Carabineros).
La recuperación de la ciudad no pasa solo por invertir dineros públicos, para revertir los efectos de la desigualdad territorial es necesario volver a conocernos, para valorarnos desde el encuentro, no desde el prejuicio.
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