Planificar una mejor ciudad no sólo tiene que ver con dictar reglamentos o con invertir fondos. Aunque válidas, tales aproximaciones corresponden a los terrenos de la política, o la economía. Esto no quiere decir que las normativas o el crecimiento económico carezcan de importancia, sino que no basta con ello. Se necesita además del diseño de calles, plazas, áreas verdes y monumentos, de saber disponerlos y “dibujarlos” sobre una zona o un territorio.
El dinero o la inyección de recursos puede resolver un problema ya creado cuando los fondos son abundantes. Se podría pensar que esto es una señal clara de que, en definitiva, se trata de un asunto de dinero y que a medida que pase el tiempo todo lo solucionará la construcción de un mall o un edificio público relevante, la mejora de las calles o la inversión en edificios históricos, así como la construcción de nuevas líneas de metro, o incluso autopistas. Se nos olvida que, precisamente, para no tener que remediar los problemas con dinero, se necesita del diseño y una cierta sensibilidad al respecto.
Un ejemplo lo podemos encontrar en Santiago mismo. Se trata de una muestra muy simple de cómo un elemento inserto en la ciudad puede afectar a su desarrollo.
A lo largo del tiempo Santiago fue dando la espalda al sector norte, al otro lado del río. El crecimiento de la ciudad se volcó principalmente hacia el poniente, el sur y el oriente. Dicha zona no conoció un desarrollo similar al que tuvieron otras comunas, aunque tenía ventajas como la cercanía con el casco histórico, además de su propio valor patrimonial, que es muy elevado. La excepción del barrio de Bellavista nos revela que se trata de una zona de interés para muchas personas.
Podríamos pensar en solucionar el problema con líneas de metro y con inversiones públicas importantes, lo que estaría muy bien. Pero, probablemente, exista un problema de diseño en la zona misma, relacionado con los elementos que la conforman y con su ubicación respecto a otros barrios y a la ciudad como un todo.
Se podría hablar de falta de conectividad entre ese barrio y el centro de Santiago. Faltan tal vez puentes suficientemente atractivos y llamativos, además de amplios, que sirvan de punto de unión entre el barrio de La Chimba (antiguo nombre de la zona) y el casco histórico. Pero también hay una serie de elementos que no se han tomado en cuenta y que influyen para que esa zona no conozca un desarrollo como el de otras comunas. Razón por la cual las personas han preferido sitios como Providencia, Ñuñoa, o Macul para emigrar.
Dicho problema es muy simple de apreciar y basta unas cuantas caminatas por la zona para entenderlo. Es la masiva presencia de cementerios, hospitales y lugares de connotación trágica en un pequeño perímetro. Se podría decir que esos lugares son necesarios, y una parte importante de la vida, y no faltos de interés patrimonial o urbano. Aunque esto es verdad bastaría vivir unas cuantas semanas en un barrio donde los cortejos fúnebres son frecuentes y con la actividad propia y angustiosa de los hospitales. Debemos agregar a esto que son muchos lugares concentrados en un único espacio, pues no se trata de un solo hospital o un único cementerio, lo que sería entendible y hasta normal dentro de una ciudad, y que, en conjunto, ocupan superficies bastante grandes.
El diseño tiene poder en cuanto a definir la vida de una ciudad, y no sólo la implementación de normativas o impuestos
Por tanto, y probablemente debido a esto, la ciudad de Santiago no se desarrolló hacia el norte. Se expandió más bien hacia comunas como Providencia o Ñuñoa, desplazando su centro hacia el Oriente. Santiago, de hecho, se ha expandido más hacia cualquier zona distinta del norte evitando la vinculación con un sector altamente cargado y castigado.
La solución podría ser la desconcentración de cementerios y hospitales en esa zona, llevando algunos a otras comunas de Santiago, pero sin derruirlos sino conservándolos, obviamente, como un patrimonio y un lugar de devoción y respeto. En términos económicos se trata de una solución algo costosa, pero que de haberse previsto como parte de un diseño no habría tenido ninguna dificultad y que aun hoy resulta más barata y de un efecto más decisivo que otras, pues no requiere grandes inversiones en obras públicas, o complejas obras de ingeniería.
Una medida similar potenciaría, probablemente, la zona de Bellavista, con su cercanía al cerro San Cristóbal y al parque metropolitano. Se trata de un área verde gravitante, con interés histórico, patrimonial y urbano, además de beneficiar a varias comunas y ser punto de unión entre ellas.
Como se pretende exponer, el diseño tiene poder en cuanto a definir la vida de una ciudad, y no sólo la implementación de normativas o impuestos. Estos influyen pero no son tan decisivos como el diseño mismo, en el cual resulta determinante la distribución de lugares y espacios, el dónde estos se situarán y cómo se distribuirán las distintas funciones de forma equitativa, de manera de incentivar un crecimiento armónico e integrador que no castigue a algunos lugares en beneficio de otros. Una actitud así sería hacer ciudad con un sentido integral, y no sólo crear ghettos o lugares privilegiados o perjudicados, según la suerte, lo cual redundará en un perjuicio para toda la ciudad.
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