La ciudad ha sido escenario del acelerado proceso de envejecimiento de la población, día a día interactúan más personas mayores con distintos grados de autonomía. Ciudades pensadas en torno a la producción y el consumo, donde el espacio está diseñado principalmente para la población activa, incorporando escasamente a personas con movilidad reducida o de otras edades que no sea la adulta.
Las características de movilidad urbana de las personas mayores son variadas, depende del nivel de autonomía, destinos, ritmo, horarios que eligen para realizar sus desplazamientos, etc. Por ello, la situación, define la experiencia de viaje, la relación con el entorno se encuentra determinada por percepciones personales y facilidades físicas y sociales que presenta el diseño de ciudad; de este modo, la experiencia de viaje se vuelve crucial para el análisis de movilidad de los mayores.
Las facilidades para la movilidad que presenta una ciudad como Santiago de Chile evidencia carencias de diseño que permita accesibilidad para todos, limitando el desarrollo de la persona; en este sentido, el caso de la red de transporte público Transantiago, que por su diseño ha concentrado el flujo de peatones en el Metro y recientemente ha incorporado ayudas para el acceso de personas con movilidad reducida en algunas estaciones; tornándose un impedimento para los desplazamientos y un factor de exclusión para el grupo de edad; al respecto el antropólogo francés Marc Augé señala:
“La movilidad en el espacio sigue siendo un ideal inaccesible para muchos, al mismo tiempo que constituye la primera condición para una educación real y una aprehensión concreta de la vida social” (Augé:2007; 91).
Proyectar cómo sería un entorno propicio para el desarrollo de las personas y las facilidades que una ciudad podría brindar a los adultos mayores para el despliegue de su vida, incita indagar en aspectos ergonómicos y de percepción urbana; adquiriendo relevancia la sensación de seguridad, satisfacción estética e inclusión del grupo de edad.
Entornos propicios y favorables que permitan la movilidad se constituye en un derecho reconocido ampliamente por las asambleas internacionales sobre envejecimiento, con sus respectivos planes de acción, como se ha reconocido en Viena 1982 y Madrid 2002. Es así como se vuelve necesario desarrollar esfuerzos que permitan generar entornos inclusivos y para ello la recolección de información requiere profundizar en la experiencia de viaje mediante abordajes metodológicos cualitativos, que permitan un acercamiento situacional del durante el desplazamiento, posibilitando conocer la experiencia de personas que están fuera del estándar ergonómico que presenta el diseño urbano; en este sentido, a modo de ejemplo, en Chile existe la Encuesta de Origen y Destino de Viajes del Gran Santiago (2001, 2006 y 2012), que ha permitido conocer, cuantificar y caracterizar los desplazamientos, pero no conocer la experiencia del viajero[1]; y, cuando la intención es el acercamiento a la experiencia de movilidad para crear condiciones de ciudad amigable para todas las edades y específicamente para los mayores con diferentes grados de autonomía; se torna fundamental incorporar investigaciones con metodologías que permitan aprehender dicha experiencia en la interacción con el entorno urbano.
Considerando las particularidades de los diferentes grupos etarios y características de movilidad de la diversidad de personas que habitan entornos urbanos, FMB5 ha sido un espacio privilegiado para pensar una ciudad donde todas las personas puedan disfrutar de ella, y abordar inclusividad desde los reales desafíos que trae consigo.
Al respecto, el mensaje del Secretario General de la ONU, Ban Ki-moon, con motivo del 25º aniversario del Día Internacional de las Personas de Edad (2015), plantea como tema crucial «Sostenibilidad e Inclusividad Etaria en el Entorno Urbano». Así también, la Organización Mundial de la Salud en 2007 publicó “Ciudades globales amigables con los mayores: una guía”; cuyo contenido fue producto del necesario levantamiento de información identificado en el XVIII Congreso Mundial sobre Gerontología en Río de Janeiro (2005), y versa sobre las facilidades que visualizan los mayores para desenvolverse en los entornos urbanos físicos y sociales donde habitan; además, conceptualiza una ciudad amigable con la edad, como la que “adapta sus estructuras y servicios para que sean accesibles e incluyan a las personas mayores con diversas necesidades y capacidades” (OMS: 2007; 6).
Considerando las particularidades de los diferentes grupos etarios y características de movilidad de la diversidad de personas que habitan entornos urbanos, FMB5 ha sido un espacio privilegiado para pensar una ciudad donde todas las personas puedan disfrutar de ella, y abordar inclusividad desde los reales desafíos que trae consigo. Por ello, es destacable la realización del 1º Bici-foro de niñas y niños, que posibilitó incorporar miradas de grupos de edad que en general la comunidad cicloactivista no vivencia, dado que la gran mayoría de ciclistas urbanos pertenece al grupo etario en edad productiva, sin dificultades para su desplazamiento; de este modo, es un desafío mayor generar tanto condiciones viales, como estrategias de fomento de herramientas convivenciales (por ejemplo bicicletas o triciclos para personas con movilidad reducida), que permitan compartir con mayor equidad las vías e invitar a más personas a disfrutar de la ciudad y apropiarse de ella.
Por Paulina Escalante Ampuero
Antropóloga, Mag en Gerontología Social y Ciclista urbana
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