Desde que me hice adicto a las novelas de Baldacci y Katzenbach, me es imposible pasarlo por alto, ni dedicarle menos de uno o dos minutos de pensamiento. Sentado o acostado, el Gadareno de Las Condes -como lo he bautizado, no sin algo de remordimiento-vigila silencioso desde su banca a los escasos transeúntes que cruzan la amplia vereda a la altura de la otrora chacra el Rosario, cuya casona hoy alberga a la Corporación Cultural de Las Condes, y a mi dealer, la Biblioteca Municipal.
A metros todavía de mi campo de visión, mientras lo adivino instalado al costado izquierdo del portón, la curiosidad y la conciencia se ponen de acuerdo y me tienden una emboscada. Una batería de preguntas es disparada repentinamente desde un punto que hasta el momento mi vista ha tratado de evitar. ¿Qué historia se esconde tras la perturbadora visión de un hombre vestido con bolsas de basura y trapos que algún día fueron ropa? ¿Qué recuerdos e imágenes entretienen -o más probablemente asedian- los minutos previos al sueño de un hombre que duerme a la intemperie? Sigo caminando. Mi hija, que siempre se adelanta inventando carreras que sólo ella puede ganar, de pronto se detiene y vuelve a mi lado. «Es el hombre del calzoncillo en la cabeza», me dice, tomándome de la mano y soltando una risa nerviosa ante la imagen del hombre que hacía algunas semanas habíamos divisado corriendo despavorido a través de la explanada frente al hotel Hyatt, la prenda íntima a manera de gorra.Me pregunto qué habrá sido de su madre, y si es que tuvo hermanos, o por lo menos amigos o compañeros de algún hogar de menores. Tal vez fue a la universidad, consiguió algún trabajo, se casó y tuvo una familia. Trato de imaginar el momento exacto en que todo comenzó desmoronarse. ¿Por qué?
El sol de las 11 de la mañana se refleja en una lata de Coca-cola que el “Gadareno” empina con fruición, y trato de imaginarlo de niño, de camino al colegio, aprendiendo a leer y escribir. Me pregunto qué habrá sido de su madre, y si es que tuvo hermanos, o por lo menos amigos o compañeros de algún hogar de menores. Tal vez fue a la universidad, consiguió algún trabajo, se casó y tuvo una familia. Trato de imaginar el momento exacto en que todo comenzó desmoronarse. ¿Por qué? Las posibles razones son tan variadas como los lugares donde el Gadareno pasa la noche.
Eso sí, dos cosas son casi seguras, lugares comunes en la historia de prácticamente todo indigente: un eterno tufo etílico y una lista de capitulaciones. Mujer, hijos, vecinos, jefe, amigos, asistente social, médico, cura, pastor, terapeuta, sicólogo, psiquiatra, todos enarbolando la misma bandera blanca y repitiendo distintas formas de una misma sentencia: «Hasta aquí llego yo».»No hay nada más que hacer». «Hicimos todo lo que pudimos».»Ya no podemos hacer más». «Es un caso perdido». Ya en el jardín de la casona, mientras mi hija cuenta los kois y las carpas de colores en un estanque de piedra, vuelvo a mirar en dirección a la reja. El Gadareno se ha puesto en pie y parece estar decidiendo el curso de su existencia durante el resto del día. La ciudad es grande, llena de parques y bancas dónde sentarse a esperar el último plano y luego los créditos de una película cuyo desenlace parece obvio desde hace mucho. De pronto se da vuelta y me mira, esbozando una amplia sonrisa en la que, sorprendentemente, no se extraña ningún diente. A la distancia lo oigo mascullar un par de frases ininteligibles. Es primera vez que lo miro a la cara. Y entonces desvío la mirada. «Vamos, Gaby, estamos atrasados». Pasarán unos minutos en los que trataré de convencerme de que mi nombre no tiene por qué figurar en la lista de los capituladores. Lo cual es cierto. Mi lista es otra: la de los que ni siquiera lo intentaron.
Comentarios
24 de agosto
Intentemoslo, vuelve, le conozco y siempre está y estará ahí. Saludos
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25 de agosto
Gabriel:
Según averigüé, su nombre es Giussepe. Su papá emigró Chile desde la ex-Checoslovaquia a mediados de los 70, escapando de la post-guerra. Se casó con una chilena y tuvieron a Giusepe, quién al parecer habría nacido con una seria deficiencia mental. Su madre murió, y luego su padre, quedando completamente a la deriva.
Después de escribir la entrada, lo intentamos con un amigo. Le llevamos comida y ropa, pero no aceptó ninguna de las dos cosas.
Yo ahora vivo en Nicaragua.
Saludos
07 de noviembre
Hoy lo vi después de un año, antes lo vi en santa ana, hoy lo vi en el metro escuela milita, subió al vagón donde iba yo.
La gente lo miraba con asco «eso no es un ser humano» dijo una señora, mientras yo lo observaba.
Me coloqué delante de él y comencé hablarle, su miraba reflejaba tristeza y soledad. Pero al conversar con el pude persivir que era una persona «normal» por lo menos era amable conmigo.
Lo acompañe hasta santa ana, me bajé con el y quise acompañarlo a comer algo, pero no quiso y me dijo que lo dejara de seguir….
Finalmente me fui, intente hacer lo mejor de mi parte pero el no quiso.
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20 de julio
Hoy leí que murió:
«Que en paz descanses Guiseppe…
Lo vi pasar por mi lado muchas veces con mirada triste y perdida envuelto en bolsas ..sea con sol o lluvia ..alguna vez le pregunte si quería de comer y me dijo q no quería nada solo seguir …
Su nombre era Guiseppe se dice q su padre emigro a Chile desde Checoslovaquia en los 70, se caso con una chilena naciendo Guiseppe con una deficiencia mental .Su madre murió tempranamente y luego su padre, quedando él completamente a la deriva.
Que en paz descanses Guiseppe»
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21 de julio
No esta muerto….solo hospitalizado
16 de julio
No tiene mucha cara de checoslovaco que quieres que te diga, en otros lados lo llaman por diego…. no tiene nombre, no tiene historia
21 de julio
Hace unos días comenzó a circular este post en Facebook sobre la muerte de Giuseppe
https://www.facebook.com/retratosantiago/photos/a.1687232291586805.1073741828.1687225881587446/1816619128648120/
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21 de julio
Esta vivo, hoy 21 de julio 2017 lo vi, en la esquina de siempre, Rosa O’Higgins, con una frazada desde la cintura hacia abajo y un poleron.
21 de julio
Son los otros seres olvidados por el estado, reflejo del abandono y falta de preocupación de la salud mental, nadie en su sano juicio va a querer vivir en la calle con frio, hambre y abandonado. También es el reflejo como sociedad, «sálvate solo y si no puedes, muérete» asi de terrible es nuestra realidad.
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22 de julio
Está vivo ? Quién sabe la verdad?
08 de agosto
Esta vivo. ayer lo vi en el metro agosto 2017
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01 de diciembre
Lo vi hoy en Av. Apoquindo con Badajoz (martes 1 de diciembre 2020) lo intenté ayudar con comida, el no aceptó, me indicó que el ya tenía comida en ese bolso que carga, pero fue un poco agresivo y me dijo que me fuera, reconozco que yo insistí también porque en verdad lo vi hurgueteando en la basura, y sentí que necesitaba algo, pero no hubo caso no aceptó.
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