Una de las regiones que más aporta al Producto Interno Bruto de Chile y que concentra una incesante actividad económica gracias a la minería, sufre en su capital, hace 50 horas, una de las más graves crisis sanitarias del último tiempo: la falta de agua potable.
Casi 50 mil viviendas están sin suministro desde que el martes se detectaron alteraciones en el sabor y olor del agua potable, las que se atribuyen a la presencia de una microalga emanada desde la planta desaladora que se ubica en La Chimba, en el sector norte de Antofagasta. Ello obligó a la autoridad a decretar el corte del suministro, el que ha permanecido interrumpido total o parcialmente desde entonces. El impacto es evidente en el consumo humano, en la operación de múltiples actividades y servicios y en la situación sanitaria general.
Para llegar a este extremo se han conjugado al menos tres factores. Primero, la escasez de agua en toda la zona norte del país, desde mi región, la de Coquimbo, hasta Arica, donde este tema es factor crítico. Como país estamos viviendo una sequía preocupante, que causa estragos en las actividades agrícolas que sirven de sustento a miles de familias rurales de toda esta zona. Un problema frente al cual el Estado no tiene capacidad de control, ni herramientas efectivas inmediatas que permitan paliar el drama, salvo disponer el envío de camiones aljibe para atender las situaciones más urgentes.
Es difícil pensar que una emergencia así pudiera durar tres o cuatro días en Santiago. La presión ciudadana y de los medios de comunicación se haría insostenible. Y surge aquí el otro gran factor: lo que no pasa en la capital se torna invisible. Recién hoy estamos sabiendo tibiamente que Antofagasta lleva ya casi 50 horas sin agua. ¿Alguien habló de descentralización? Pues bien, es hora que ese concepto, antes que una política pública, se convierta en un profundo cambio cultural que haga realidad aquello de que Santiago no es Chile.
Un tercer aspecto, directamente vinculado con el anterior, es la falta de poder real de las regiones para hacerse cargo, con plenas atribuciones, de sus problemas. Deben recurrir al gobierno central cada vez que el asunto a decidir involucra recursos o políticas de impacto directo en la ciudadanía. Y es que los gobiernos regionales son prácticamente de papel, tienen escasos recursos y muy bajo poder de decisión sobre temas como el que hoy apremia a Antofagasta. No son más que el tibio brazo ejecutor de las directrices que les llegan desde La Moneda y alrededores.
Sería interesante conocer si este desabastecimiento ha afectado de igual manera a las grandes empresas mineras instaladas en la zona y si han tenido que recurrir a mecanismos de urgencia para abastecer a sus empleados, como ha ocurrido con hospitales, escuelas e instituciones públicas.
Es momento de buscar soluciones concretas, innovadoras y que permitan aprovechar el enorme potencial de recursos naturales que tenemos para hacer frente a una emergencia que irá creciendo año tras año en nuestro norte. Países con escasez más apremiante que la nuestra en zonas como el Medio Oriente han podido hacer frente a su realidad introduciendo tecnologías, pero fundamentalmente reinventándose en medio de su carencia. Para eso el Estado debe actuar incentivando la innovación y exigiendo que las grandes empresas retornen efectivamente a la comunidad parte de sus cuantiosas ganancias.
(*) Marcelo Díaz es Diputado de la República de Chile
Sobre la crisis que afecta a la ciudad, lee también a Ingrid Arriagada: "En Antofagasta estamos sin agua: ¿Usted los sabía?".
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Foto: El Mercurio de Antofagasta
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gabmarin
¿Qué tiene que ver la privatización? ¿Acaso si los servicios sanitarios fueran, como en el pasado, 100% propiedad del fisco, estas situaciones no ocurrirían? No lo creo. Gracias a la inversión privada, el país cuenta hoy con una infraestructura que el Estado hubiera tardado mucho tiempo más en desarrollar. El problema no es ese.
La pregunta es cómo se fiscaliza que servicios como el suministro de agua potable, que es un servicio básico que el Estado debe asegurar aunque esté concesionado a privados, no se interrumpa o sea de la calidad requerida. En eso, llama la atención el silencio de las autoridades. El municipio ha anunciado posibles querellas, la Superintendencia habla de una investigación, pero falta un pronunciamiento del gobierno. ¿Cómo es posible que 200 mil chilenos estén desde el miércoles sin agua o con acceso intermitente a ella y ninguna autoridad de alto nivel diga nada, más cuando la empresa ya está diciendo que no es responsable de la falla?
Si las autoridades regionales fueran de elección popular, estoy segura que patearían la mesa, aunque solo fuera para sacarse la foto.
marco-rodriguez
es lo que comenzarà a suceder en todo el mundo, el excesivo crecimiento es la ligazon perfecta de al codica mundial. Queremos crecer, crecer y crecer a costa de lso recursos, del mundo. En antofagsata es logico que el agua se acabe, pues las mineras la necesitan para su faena, el agua es una materia prima indispensable par al produccion minera. L asolcuon es simple no produzcamos tanto cobre o si lo hacemos hagamoslo con mas lentitud, necesitamso ser los primeros productores mundiales con un cobre a 4 dolares, no es necesario, podriamos tener el misom ingreso con menos produccion
marceleau
Agrego otra arista, que el diputado no cita: la privatización de la gestión de los recursos hídricos del país se hizo bajo el gobierno de la coalición que él representa. Dado ello, parece extremadamente dificil demonizar el centralismo y culparlo de la exasperante incompetencia de Aguas Antofagasta.
Haga memoria don Marcelo.