El pasado lunes, el Ministerio de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación llevó a cabo una mesa de trabajo con “actores relevantes del ecosistema” (empleando un término que aparece en una fotografía compartida por una persona que asistió al evento), en el camino hacia lo que es quizás una de las tareas más importantes de la cartera: la elaboración de una política nacional de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación (en lo sucesivo, CTCI).
Demás está decir que esta es una buena noticia, siempre que el proceso sea conducido de buena manera. Esto quiere decir, entre otras cosas, que el proceso debe estar caracterizado por una participación amplia y diversa, y que sea desarrollado en los tiempos necesarios para llevar a cabo una reflexión cuidadosa en torno a los aspectos más relevantes que debemos incorporar en la futura política. Hemos esperado esta política por muchos años, y no hay razón para acelerar el paso a costa de la participación.
En adición a la alegría por este importante avance, sin embargo, cabe señalar que la actividad se caracterizó por algo que ha ocurrido en alguna otra ocasión en el quehacer de este ministerio: el que parte de la comunidad científica —incluyendo a actores que trabajaron arduamente por la construcción de la actual institucionalidad, anhelada por tanto tiempo— se entere de instancias tan importantes como la de este lunes, a través de las redes sociales (en este caso, una vez finalizado el evento).La construcción de esta institucionalidad obedeció a un trabajo colectivo de años, en el que participaron diversos actores institucionales e individuales […] este carácter colectivo debe marcar el quehacer presente y futuro del ministerio.
Esta situación es preocupante por dos motivos. En primer lugar, y a excepción de algunas frases esporádicas en algún discurso (y sin mencionar nombres específicos), el Ministerio de CTCI ha fallado en hacer un reconocimiento explícito y significativo del largo proceso que condujo a su creación, de sus protagonistas, y de los escollos que enfrentó en su camino. Argumenté en una columna anterior la relevancia de reconocer este largo proceso, pero vale la pena reiterar una idea principal: la construcción de esta institucionalidad obedeció a un trabajo colectivo de años, en el que participaron diversos actores institucionales e individuales (algunos de los cuales hoy parecen no ser considerados “relevantes”, a juzgar por lo sucedido este lunes), y este carácter colectivo debe marcar el quehacer presente y futuro del ministerio.
Es evidente que, sin el Ministerio de CTCI, hoy no tendríamos la oportunidad de elaborar esta política. Entonces, ¿por qué negar el reconocimiento a ciertos actores, en particular si realizaron aportes concretos en el camino a la construcción de la nueva institucionalidad? A modo de ejemplo, cabe recordar que el rechazo inicial al ministerio pudo ser matizado, en gran medida, gracias al trabajo de agrupaciones y actores individuales que supieron sacrificar parte importante de su tiempo y energía para socializar y discutir esta idea, creando de este modo una red de personas y agrupaciones que han coincidido en diversas instancias e iniciativas a lo largo de estos años.
Esta red también fue importante, en cierta medida, en el trabajo desarrollado por Mario Hamuy y su equipo durante la preparación del proyecto de ley que crea la actual institucionalidad, y desde luego sería un error que el Ministerio de CTCI no la aprovechara en su total potencial. Y estos actores olvidados, que bien podrían ser calificados también como “relevantes”, indudablemente pueden aportar a la creación de la futura política de CTCI.
La segunda razón por la cual preocupa lo sucedido el lunes tiene que ver con la apropiada atribución y reconocimiento del mérito de diversos actores, ya sean institucionales o individuales. No podemos olvidar la riqueza existente al momento de identificar los distintos tipos de “experticias”. Robert Evans y Harry Collins han desarrollado una interesante línea de trabajo en torno a los “expertos”, enfatizando que existen distintos tipos de experticia y diversos modos de alcanzarla y utilizarla. En este sentido, si bien existen investigadores en el país trabajando en el ámbito de las “políticas de CTI” (desde diversas perspectivas), las miradas desde otras disciplinas, experiencias, formaciones y campos, serán tan importantes y enriquecedoras en la construcción de la política de CTCI como las de los expertos en políticas de innovación o autoridades académicas. Comprender que existe una amplia diversidad de actores relevantes, más allá de las afiliaciones institucionales y disciplinares, es fundamental para un proceso tan importante como la elaboración de una política de CTCI, en el que será necesario aunar múltiples miradas.
Desde luego, se podría argumentar que existirán otras instancias de participación. En efecto, el ministerio ha comprometido dichas instancias. Sin embargo, el tiempo corre y, al menos hasta el momento de escribir estas líneas, la anunciada página web aún no veía la luz. No obstante, e independientemente de estas futuras instancias, lo del lunes deja la impresión de que este proceso ya partió, y precisamente con los “actores más relevantes” (al menos los de Santiago). Parafraseando a George Orwell en Rebelión en la granja, queda la sensación de que, para el ministerio de CTCI, “todos los actores son relevantes, pero algunos son más relevantes que otros”.
El reconocimiento a la labor de quienes ayudaron a la creación de la nueva institucionalidad no es importante solo por razones históricas, sino por la señal que se entrega en lo relativo a la construcción de las políticas públicas del área. Aún queda un largo camino por recorrer en la consolidación de la nueva institucionalidad, tarea en la cual la participación será fundamental.
Comentarios