#Salud

Aborto: ¿Cuándo el embrión se convierte en humano?

Compartir

El  movimiento antiabortista Por la vida, liderado por las Iglesias, plantea que la célula humana está viva desde la misma fecundación del óvulo por el espermatozoide y que, por ello, el aborto es un asesinato. Institucionalmente Chile tiene un Estado laico, por lo tanto el debate sobre el aborto debe basarse en verificaciones científicas ya consolidadas. Así pues, la evidencia científica nos demuestra que toda célula con el genoma humano completo puede seguir viva fuera del organismo, como sucede, por ejemplo, con un órgano que será trasplantado o con la fertilización in vitro. Y más aún, la extirpación de un órgano canceroso, que posee miles de millones de células vivas con el genoma humano completo, sería asesinar a millones de miles de seres humanos; el trasplante de un órgano sería injertar miles de millones de seres humanos vivos a otro cuerpo con miles de millones de seres humanos vivos.

[texto_destacado]El cigoto o embrión desde el primer momento es una célula viva con el genoma humano completo, pero científicamente no es un ser humano. Lo es cuando el sistema nervioso y la corteza cerebral están desarrollados, y es capaz -y está consciente- de percibir estímulos sensoriales. Antes es un organismo multicelular que está vivo, pero no es aún un ser humano.

Basándome en los formidables avances científicos de los últimos cuarenta años en el análisis del desarrollo del embrión, en especial el aporte de la neurobiología y la lectura completa del genoma humano, a continuación resumo, muy escuetamente por razones de espacio, las características en el desarrollo del embrión humano durante los primeros seis meses del embarazo para comprobar lo arriba expuesto.

Semanas 1ª-7ª: Con tres a cinco células comienza a crearse la placenta y el líquido amniótico. Éstas llegan al útero donde recibirá la sangre de la mujer. Aquí es cuando comienza el  proceso de división celular que contendrá la información genética de las partes en que está compuesto el organismo del homo sapiens. (Mide 0,1 a 2 mm y pesa entre 0,1-0,9 gr.)

En las semanas 8ª-10ª: comienzan los primeros receptores cutáneos y se producen reflejos espinales. No obstante, no puede haber respuesta alguna a estímulos inducidos porque no hay corteza cerebral ni sistema nervioso. (Mide de 2,5 a 5,5 cm y pesa de 1 a 5 gr.).

En las semanas 11ª-19ª: se aprecian reacciones a estímulos sensoriales, pero no hay percepción consciente de éstos ya que las vías nerviosas y las conexiones entre neuronas, la médula espinal y las neuronas del interior del cerebro no existen, porque aún no hay corteza cerebral. (Mide de 6,5 a 21 cm y pesa de 8 a 200 gr.).

En las semanas 22ª-27ª: comienza y termina el desarrollo de la corteza cerebral. Hay respuesta sensorial a estímulos, pero no conciencia de ellos porque la corteza cerebral está aún en formación. (Mide de 26 a 34,05 cm y pesa de 455 a 1000 gr.).

En las semanas 28ª-30ª: hay respuestas sensoriales y se registra (s.30ª) la primera actividad eléctrica por el electroencefalograma. (Mide desde 35 a 37 cm y pesa desde 1,000 a 1,300 gr).

El cigoto o embrión desde el primer momento es una célula viva con el genoma humano completo, pero científicamente no es un ser humano.

Sin embargo, estas mismas respuestas se han registrado en fetos anencefálicos (sin corteza cerebral), lo que deja abierta la duda.

Como conclusión, se puede afirmar científicamente que, a) el  feto humano no presenta reacciones a estímulos sistemáticos inducidos antes de la semana 22ª-24ª del embarazo. No obstante, estas reacciones no son consientes ya que carece de percepción y sensibilidad para sentir dolor y gozo, porque no ha desarrollado las estructuras, conexiones y funciones del sistema nervioso y, lo determinante, carece de corteza cerebral completa hasta la semana 27-30, órgano indispensable para ser considerado un ser humano; antes de eso se puede afirmar que es un órgano multicelular con vida, pero no un ser humano, y b) la ciencia considera, por lo tanto, que el status de ser humano se alcanza cuando el sistema nervioso y la corteza cerebral están en condiciones de adquirir autonomía sensorial y consciencia de los estímulos, y que esto se logra cuando el feto alcanza la autonomía fisiológica al nacer, abandonando la dependencia del aporte nutricional y hormonal de la mujer.

A partir de lo expuesto aquí, ¿el debate sobre el aborto se puede establecer entre los que plantean defender la vida y los que, según éstos, la asesinan? ¿Hay alguien que quiera asesinar en algún momento del embarazo al (supuesto) embrión-ser humano? Esta acusación brutal -una construcción social y argumental creada por las Iglesias que no tiene más de 200 años- hace impracticable un debate eficaz que solucione este gravísimo problema sanitario, mucho más que teológico: se practican arriba de 280,000 abortos ilegales en Chile, al año.  Esta masiva y maciza ilegalidad refleja, además, una desigualdad social endémica: las ricas abortan en clínicas privadas o en el extranjero sin exponer su salud, mientras las pobres la arriesgan, muchas veces con sus vidas, por abortar en condiciones sanitarias paupérrimas.

El aborto legal, en todas sus formas, en los países (desarrollados) donde se practica, no es para nadie una imposición ni menos una obligación, sino un recurso sanitario que lo usa el que lo crea necesario. Los religiosos pueden abstenerse si piensan que el aborto atenta contra su fe. Es sintomático que la ortodoxia religiosa se ha opuesto al divorcio, a la pastilla del día después, a la relación de pareja de hecho y/o al matrimonio entre parejas del mismo sexo y, por supuesto, al aborto; en rigor, a todos los derechos ciudadanos. Es lo que historia de los países desarrollados, que ya superaron estos debates, nos puede enseñar. Lamentablemente, Chile no es ni será la excepción.

(*) Para la elaboración de este artículo se han usado, entre otros, los siguientes estudios: 1) J.K Mai, K.W.S. Ashwell Fetal development of the central nervous system. In: The Human Nervous System. (G.Paxinos, J.K. eds.), pp. 49-94. Elsevier, Amsterdam, Holland. 2004. 2) R.R. Clancy, A.G.C. Bergqvist, D.J.Dlugos. Neonatal encephalography. In: In Current Practice of Clinical Encephalography, 3ra ed. (J.S. Ebersole, T.A. Pedley, eds.), pp. 160-234. Lippincott. Philadelphia, USA, 2003. 3) Ricardo tapia, La formación de la persona durante el desarrollo intrauterino, desde el punto de vista de la neurobiología. Instituto de fisiología celular de la Universidad Nacional Autónoma de México. 2011. Ver en:

 

284
8,353

Los contenidos publicados en elquintopoder.cl son de exclusiva responsabilidad de sus respectivos autores.
Te invitamos a conocer nuestras Reglas de Comunidad

Comenta este artículo

Datos obligatorios*

5 Comentarios

vasilia

vasilia

¿Sabes que es lo que pasa con este tema? Que resulta que parte de un supuesto: «el uso del castigo corporal en contra de los niños tiene como consecuencia el que éstos presentarán comportamiento agresivo en el futuro. »

No es cierto. Y no lo es porque en varios paises, en que se esta condenando a carcel y orden de restriccion a padres que castigan a sus hijos, lo que ha quedado en evidencia estos ultimos cinco años sobre todo, es que la conducta agresiva no tiene que ver con el castigo corporal (y por favor, me refiero a una palmada cada dos años, no a que se torture a un niño). Esa conducta agresiva tiene que ver con el exceso de mimos, con la falta de autoridad, con la carencia de limites, con la negativa a asumir las consecuencias, con el rechazo a la palabra «No».

En España los casos de «niños dictadores» o «niños emperadores» estan siendo dramáticos. Tu presentas datos de revistas cientificas, yo puedo presentarte más de 8000 denuncias anuales de padres contra sus hijos. Anuales ¿me comprendes? Desde que el problema se hizo evidente en el 2007 las cifras de denuncias han ido asi: 2007 fueron 2.683, 2008 fueron 4.211; en 2009 fueron 5.209 y en 2010 fueron 8.000. En el 2013 fueron 9.000 Y ninguna comienza con una historia en que el niño maltratado se defiende de unos padres maltratadores, la mayoria comienza con padres que complacen en todo a su niño, que no lo tocan ni con el petalo de una rosa, y el criajo se descontrola totalmente. A tanto ha llegado la situacion (25% de las denuncias en tribunales de familia son de padres maltratados contra hijos maltratadores) que el Tribunal Supremo español autorizo a desheredar a los hijos cuando hay evidencia de maltrato de estos contra los padres. A eso se esta llegando.

Y lo tragico es que los niños dictadores y maltratadores no son unicamente de la clase baja o media donde estaria la vulnerabilidad como excusa, la mayoria son de la media alta. Hijos de 14 años, drogadictos desde los 10, que les han roto las piernas a sus padres, de ese tipo de criajo estamos hablando, de criajos que llevan mas de 3 años maltratando verbal, sicologica y fisicamente a sus padres, que tienen que aguantar años porque en España solo puede denunciarse a un menor que tenga mas de 13 años. Y lo que esta mostrando las sentencias es que sí hay una correlación que el niño maltratador de sus padres es un adulto maltratador de sus propios hijos y su pareja. Cada vez los padres maltratan menos a sus hijos (no estan suficiente tiempo en casa para siquiera hablar con ellos), y cada vez hay mas violencia y agresividad en los jovenes, habiendo cifras alarmantes de maltrato entre parejas de menos de 21 años. De hecho, es increible que la violencia de genero este más radicada en ese grupo que en los más adultos.

El Centro de Intervención en Violencia Filio-Parental de España, con sede en Euskadi, esta haciendo unos estudios muy interesantes sobre la dimension de este problema. http://www.euskarri.es/

Maltratar a un niño lo traumatiza, traumatiza a cualquiera el ser maltratado. Pero cada vez hay mas evidencia que el exceso de permisividad es infinitamente peor. Un padre no deberia imponer su autoridad con agresiones fisicas o verbales contra su hijo, pero no empecemos a tratar a los niñitos como huevos Fabergé, porque el daño que se hace es peor y lo pagamos todos como sociedad.

David Ruiz

Quisiera saber si el señor que escribió esto fue criado a nalgadas, pies yo si lo fui me dieron correa y gracias a eso soi quien soi hoy en día ; estudio, tengo metas, tengo sueños, no hago mal a nadie, actuó frente a lo que pasa en la sociedad, no pienso sólo en mi. La psicología con el fin de ganar plata se inventa un trastorno psicológico para los niños que han sido golpeados con el fin de corregirlos, que grave error por eso cada vez la sociedad es más picha hay más niños delinquiendo, simplemente deben entender que eso es parte de la crianza que yo se que si mi padre en dio correa se lo agradezco, porque se que en realidad me quería y no quería un mal camino para mi es hora de dejar de hacer plata con nuestras carreras inventando excusas ridículas deberías buscar un medio adecuado algo que si le aporte a la sociedad para hacer plata no es el único artículo que leo de tu autoría y así mismo no es el único que me parece bastardo y mediocre

    juuuuaaan

    Mira si lo apruebas es tu problema, es tu historia de vida y es respetable, pero no estoy de acuerdo en que aprueben el castigo físico, porque enseñan a resolver conflictos a través de la agresividad física, es mas que claro que violencia forja mas violencia en todas dimensiones mira los que no quieren cambiar somos nosotros no la psicología es cierto que si ocasiona problemas, pero lo que no entiendo como pretenden difundir respeto a la diversidad humana y a la vez justificar los castigos físicos esos mismos no eran para «educar» niños sino adoctrinar niños y volverlos seres pasivos, con complejo de inferioridad-superioridad, en este caso para utilizar a las personas de distintas etnias y africanos como esclavos de los conquistadores y presumiendo de que todo tiempo pasado era mejor como si los medios de comunicación no promovieran los castigos físicos y el regreso al sistema educativo tradicional:

    «No hay día en que se oiga en un medio de comunicación la letanía “se están perdiendo los valores” o “los jóvenes de hoy ya no respetan nada”, un mantra que todo el mundo parece aceptar y que sirve, entonces, para introducir toda clase de falacias estadísticas: como que los jóvenes de ahora son más violentos que los de antes, o que la sociedad en general está sumida en decadencia moral. (Xatakaciencia http://www.xatakaciencia.com/psicologia/se-estan-perdiendo-los-valores-que-valores) Aristóteles decía “Los jóvenes de hoy no tienen control y están siempre de mal humor. Han perdido el respeto a los mayores, no saben lo que es la educación y carecen de toda moral.” Platón abundaba en ello: “¿Qué está ocurriendo con nuestros jóvenes? Faltan al respeto a sus mayores, desobedecen a sus padres. Desdeñan la ley. Se rebelan en las calles inflamados de ideas descabelladas. Su moral está decayendo. ¿Qué va a ser de ellos?”. Incluso podemos ir 4.800 años atrás en el tiempo y leer las siguientes inscripciones de una tablilla asiria: “En estos últimos tiempos, nuestra tierra está degenerando. Hay señales de que el mundo está llegado rápidamente a su fin. El cohecho y la corrupción son comunes”. A esto se suma la dificultad que implica definir qué son los valores. Si asumiéramos esta supuesta pérdida de valores, ¿a qué valores nos estaríamos refiriendo? Tal vez se estén sustituyendo unos valores por otros, ¿sabemos a ciencia cierta que los de antaño eran mejores que los de hogaño? Si partimos de la base de que los valores correctos no deben sustituirse por otros valores, ¿entonces habría existido alguna clase de evolución en los valores vigentes de cualquier época? ¿Dejar de tratar a los negros o a las mujeres como infrahumanos no supuso la pérdida de determinados valores?

    Además, los expertos de ciencias sociales (con demasiadas variables que controlar) que afirman que los jóvenes de ahora son más violentos que los de antes aducen causas ambivalentes y poco concretas: porque son muy mimados, porque no tienen suficiente atención de los padres, porque viven en familias desestructuradas, porque viven en familias acomodadas que se creen superiores a quienes mortifican, etc. Todo vale, tanto una cosa como la contraria. Pero nadie alcanza a dar una razón unívoca y estadísticamente significativa. Tal vez porque no es verdad que los jóvenes de ahora sean más violentos que los de antes.

    Hay un factor que no es causa, pero sí que es poéticamente significativo. Ya que científicamente no pueden aclararse los motivos del repunte de violencia en determinados jóvenes (sí es cierto que hay jóvenes más violentos y descarnados, pero no ocurre de forma generalizada… y tampoco antes había tanta cobertura mediática para denunciarlo), asumiendo eso, digo, que haya un repunte de violentos, entonces podríamos acogernos a la poesía para reflexionar de otro modo sobre el problema: la infancia nunca fue de los niños, la infancia siempre fue de quienes la perdieron.

    Cierto es que la gente es más desinhibida que antes, que los alumnos son más descarados con los profesores que antes, que las normas en general no se siguen con tanta inflexibilidad. Pero ello precisamente revela que vivimos en una sociedad con más valores que nunca: antes, dichas normas, no se seguían porque la gente alumbrara más valores sino por miedo (tanto punitivo como social). No enseñar escote porque todo el mundo te llamará puta por la calle no es tener más valores. No cuestionar al profesor porque éste te dará un reglazo en la mano (y al que luego no podrás denunciar por agresión) no es tener más valores.

    No estoy de acuerdo con todo lo que dice en el artículo en la parte de los videojuegos violentos porque también es una gran industria del entretenimiento en los niños y es de lo que se llama «niñera electrónica» y la pornografía que también es lucrativa y forma parte de la red de trata de personas, pero si trae los aspectos mas agresivos de la historia de la humanidad que son tremendos de verdad.

    Determinados colectivos han luchado y sangrado para obtener su cuota de protagonismo en la historia. Las mujeres a fin de recibir el mismo trato que los hombres. Los negros, tanto de lo mismo. Todos ellos ambicionando más libertad. Una vez obtenida ésta, los efectos secundarios pueden ser nocivos… pero nunca debemos olvidar lo obtenido en primera instancia. Bajo esta misma lógica, quizá ha llegado el momento de que niños y jóvenes empiecen a reclamar también su pequeña cuota de protagonismo que siempre les fue negada. Y también su pequeña cuota de poder. De esos niños, que les ha llegado su momento de rebelión como tantos otros colectivos, hay unos, una minoría que mediáticamente tiene mucho eco, que manifiestan su frustración a través de la violencia.

    Esto que se explica en el parrafito anterior es cierto yo concuerdo con el porque nosotros los seres humanos somos seres pensantes, únicos, irrepetibles, no somos como los animales que cumplen un determinado ciclo de vida y la cadena alimenticia del herbivoro, carnivoro y descomponedor, nosotros tenemos mas que eso por lo tanto es más díficil de comprender al ser humano.

    -Por tu propio bien.

    “ ¡ Gracias mamá por no dejarme caer, por tu inflexibilidad en el bien y en el mal, y por corregirme adecuadamente a cachetazos !”

    “¡¡Bendito cada coscorrón, tortazo y azote que me dieron en mi infancia!! porque (entre otras medidas educativas) me han forjado como el hombre que soy, no tengo trauma alguno por ello y en mi círculo de amigos conocidos ( entre los 40 y 50 años) a ninguno le pesan las tortas que recibieron ( la mayoría justificadamente)”

    “recibí algunas nalgaditas, no considero a mis padres maltratadores, y puedo decir que gracias a ellos tengo la educación que tengo”

    “Por tu propio bien” es el título de uno de los libros de Alice Miller en el que expone con absoluta nitidez el sutil, pero cruel, mecanismo de la violencia en la infancia.

    Ya hemos explicado en entradas anteriores que, cuando somos pequeños, necesitamos a nuestros padres para que nos cuiden y nos protejan mientras no podemos valernos por nosotros mismos. Hacemos lo que sea para conseguir su atención y su cariño, incluso, si esto supone sacrificar partes de nosotros mismos. Como esto es muy duro de asumir, terminamos creyéndonos que nuestros padres nos pegan porque nos quieren y que lo hacen por nuestro propio bien.

    En estas condiciones, el niño reprime su creatividad, su libertad y se somete a la voluntad arbitraria de los padres (incluso en la edad adulta) sin cuestionarse ninguna de las órdenes. De esta forma, toda posibilidad de juicio o crítica ha sido eliminada bajo el yugo de la violencia, y la persona, crece pensando que se merece esos azotes.

    Con el paso de los años, cuando crezca y sea padre, este niño maltratado ya no recordará lo que tuvo que sacrificar en su infancia, sólo tendrá en su mente la idea que escuchó una y otra vez de sus padres “me duele a mí más que a ti… lo hago por tu propio bien… ya me lo agradecerás cuando seas mayor”. Estamos ante un verdadero caso de alienación en el que, incluso, la persona se creerá legitimada para aplicar el mismo sistema con sus hijos. Estará convencida de que es lo mejor para ellos y, además, deberán estarle agradecidos.

    Muchos de mis pacientes llegan a la consulta con ideas parecidas: “me pegaban porque era un bicho y me lo merecía” ó “me pegaban lo normal”. A medida que van avanzando en su terapia, descubren que no es normal y que ningún niño se merece que le peguen. Sus padres, simplemente, repetían sin cuestionarse el modelo educativo violento que habían recibido en su infancia.

    -Pues a mí me pegaron y no tengo traumas ni soy violento.

    “La gran mayoría hemos crecido y cuando éramos chicos nos han dado un cachete cuando desobedecíamos o hacíamos algo malo, y yo no tengo ningún trauma ni ninguna de las personas que conozco tampoco, y son personas normales, no lo que hay hoy en día.”

    “Soy de la generación del 60, me han dado muchos azotes, y he tenido suerte porque a muchos otros les tocaban bastante más que azotes. Ninguno tenemos hoy traumas”

    Me viene a la mente el latinismo “Excusatio non petita, accusatio manifesta” o el “dime de qué presumes y te diré de qué careces”. Resulta curioso que lo primero que dicen todos los que recibieron azotes de pequeños es que no tienen traumas.

    Según dicen ellos, no son violentos con sus mujeres, ni con otros adultos, ni se rebelan contra la autoridad. De hecho, se presentan a sí mismas como personas educadas y normales. Sin embargo, defienden, sin cuestionarse la amoralidad que supone, la violencia que se ejerce sobre los más pequeños e indefensos.

    El mero hecho de justificar y repartir azotes a sus hijos ya indica que sí que están afectados por lo que sufrieron de pequeños. Creo que identifican “estar traumatizado” con el que, por ejemplo, tiene miedo al color negro porque le mordió un perro de ese color. Desconocen, que los efectos negativos de la infancia son mucho más profundos y sutiles de lo que ellos piensan. De hecho, si observamos desde fuera a estos padres, vemos que son personas reprimidas y represivas, con una gran carga de agresividad latente. Personas, que desconocen el diálogo y cuyas opiniones, siempre defendidas con vehemencia, son rígidas e inamovibles. No hay duda, todo estos signos nos muestran a personas muy traumatizadas.

    Obviamente, admitir que las cosas se pueden hacer de otra manera, implicaría asumir que sus padres no debieron pegarles y esto, supondría el derrumbe de todas las creencias que han mantenido a lo largo de su vida. Por ello, prefieren, repitiendo la misma violencia con sus hijos, no cuestionarse nada y seguir engañados.

    Las personas que exculpan los daños del cachete, lo defienden asegurando que ellas también fueron criados así. Esto, lo único que demuestra es que la violencia se transmite y se justifica de generación en generación de forma falaz y torticera. Como decía Mahatma Gandhi: “Un error no se convierte en verdad por el hecho de que todo el mundo crea en él”. Además, se demuestra claramente que la violencia engendra violencia. Y así, vemos como estos adultos “educados” que consideran normal pegar a un niño están repitiendo lo mismo que aprendieron cuando eran pequeños y recibían los azotes de sus padres, a saber: que el más fuerte impone su voluntad, que los conflictos se solucionan por la fuerza, que el débil no puede tener opinión y tiene que obedecer, etc.

    En fin, dice el refrán que “no hay más ciego que el que no quiere ver”.

    Si fueron criados de esa manera, es absolutamente normal que su percepción de la realidad esté distorsionada. El niño interioriza que la forma de mostrar el cariño incluye la violencia. Como no ha vivido otra realidad, no será capaz de cuestionarse si esa es la forma de criar con cariño y respeto. Cuando sea mayor y tenga hijos, los seguirá tratando de la misma manera, con paciencia, amor y algún coscorrón.

    Por definición, cualquier acto de violencia implica una falta de respeto hacia el otro. Los niños que son tratados de esta manera aprenden a no respetar a sus semejantes, tendrán más probabilidad de ser niños agresivos en el colegio y, cuando sean adultos, tendrán poca empatía y ningún respeto por sus compañeros o vecinos. Le agregaría a esta parte que promueve el masoquismo que es disfrute o placer que se experimenta con un pensamiento, situación o hecho desagradable o doloroso.

    Seguro que algún lector ya se habrá percatado de que esta unión del azote con el amor está detrás de todos los casos de violencia de género y de tantos asesinatos que aún seguimos sufriendo en nuestros días. De hecho, el discurso del maltratador es el mismo que el del padre que defiende el cachete: “lo hago porque te quiero”, “Me duele más a mí que a ti”, “¿No ves que es por tu bien?”. No sirven de nada las campañas de concienciación, ni los cursos de reeducación del maltratador si no se percatan ellos mismos de que su comportamiento es cruel y dañino. Si, de verdad, queremos cambiar esta tendencia destructiva, debemos hacer hincapié en la implantación de una educación respetuosa, apegada y sin violencia.

    Ahora la parte que resaltan la educación permisiva total la que también es dañina como la violencia intrafamiliar y la sobreprotección -Sólo hay dos opciones educativas: azotes o permisividad total.

    “tengo 37 años, me crié con cachetes (eso sí, ruidosos pero indoloros, salvo en el orgullo) y con voces altas y con autoridad. No he muerto, no sufro traumas y siempre he respetado la figura de los mayores y a los demás. Ahora veo jóvenes por las calles, que seguramente por no haber recibido un cachete a tiempo se merecen ahora un buen par de Hostias. Considero mi generación quinceañera bastante más civilizada y respetuosa que la actual, donde los casos de chavales que están por encima de los padres parece ser tan normal, y yo pregunto a los expertos modernos ¿pueden remirarse sus métodos?. Me parece a mí que los métodos modernos dejan mucho que desear.”

    Según parece, para los padres que siguen este método de crianza, sólo hay dos maneras de educar a los hijos: la suya (represión, cachetes y demás) y la de los padres que dejan total libertad a sus hijos. Esta es una visión muy limitada y maniquea de la realidad. Para estas personas tan radicalizadas, el mundo sólo se divide en blanco o en negro, no existen los términos medios en sus esquemas mentales. De hecho, esta falta de flexibilidad mental es habitual entre los adultos que han sido criados en un entorno violento. A estas personas, durante su infancia, se les enseña que sólo existe una única visión de la realidad (la que le dan sus padres), ¿quién se atrevería a pensar de otra manera bajo la amenaza del tortazo? Este enfoque asumido en la infancia se va convirtiendo en el único real y todo lo que se aparte de ese punto de vista se percibirá como una amenaza y será rechazado.

    Tal y como explicó anteriormente Elena Mayorga, tanto la crianza restrictiva como la totalmente permisiva son desestabilizadoras para los niños. Unos pecan por exceso de límites y otro por la carencia total de ellos. Ambos extremos se tocan y los niños crecen perdidos, sin una referencia válida. Existe una tercera opción que no es, necesariamente, un punto medio entre las dos anteriores, sino una nueva vía que tiene como eje central el respeto al niño y a su proceso evolutivo. Es una crianza mucho más ardua, ya que implica hacer un profundo trabajo de liberación personal, para poder percibir a nuestro hijo como una persona distinta de nosotros, con sus ritmos, sus procesos, sus gustos y sus potencialidades.

    La crianza respetuosa, no implica consentir todo a los niños. La vida tiene límites y los padres deben acompañar a sus hijos en ese aprendizaje, a través de la empatía, el respeto y la cooperación. Nuestros compañeros blogueros Elvis Canino y Mireia Long hablan del concepto de Crianza Caprichosa, destacando el error que implica pasar de la restricción absoluta a carencia total de guía. Para un niño, puede ser tan perjudicial la crianza excesivamente restrictiva como la que le otorga tanta libertad que no le permite formarse una referencia que, a modo de las agarraderas de los escaladores, le permitan adaptarse al mundo en el que vive.

    En el primero, nos encontramos con padres abusivamente autoritarios o severos con sus hijos, estos padres, convierten la vida de sus vástagos en un infierno de normas y conductas. Todo en la vida diaria es controlable: juegos, comportamiento, reacciones e incluso, funciones fisiológicas como ir al baño, dormir o comer. Los hijos de estas personas excesivamente cuadriculadas acaban perdiendo todo su candor e imaginación para convertirse en adultos inflexibles, egocéntricos, agresivos y emocionalmente dañados por la pérdida de tantas y tantas experiencias infantiles que no pudieron realizar por estar prohibidas. Por desgracias, los malos tratos físicos, pues los psicológicos son evidentes, suelen ser frecuentes en este tipo de crianza.

    Por otro lado, tenemos a los padres que dejan a los niños sin indicaciones emocionales, les dan carta blanca para todo, no les explican que sus acciones, por bienintencionadas que puedan ser, pueden dañar a otra persona y se escudan en la defensa de la libertad individual de sus hijos para justificar su método de crianza. Por desgracia, estos niños, no llegan a desarrollar de forma correcta la empatía, el altruismo o la cualidad de cooperar con otros por el bien común. La libertad de una persona, no debe conculcar jamás la libertad de otra. Sin embargo, los padres de estos niños, si sus hijos pegan, les dejan; si quieren el juguete de otro niño, mamá o papá se lo piden prestado o el niño se lo arranca de las mano; si el otro niño está jugando con un juguete suyo y le apetece jugar con él, le piden al otro niño que lo devuelva para que su hijo juegue; si alguien se atreve a decirle algo a sus niños, por justa que sea la amonestación (hay que tener en cuenta que los niños muy pequeños no saben defenderse de todas las agresiones) los padres reaccionan de forma airada, incluso llegando a ser violentos. Y el problema es que, entonces, sus hijos crecen pensando que tienen derecho a poseerlo todo, a ser los primeros en todo, a pegar a quienes quieran, a jugar con lo que quieran. Curiosamente, estos padres suelen ser personas que sufrieron en su día una crianza restrictiva del primer tipo del que hemos hablado.

    Como consecuencia de esta educación en la que los niños carecen de un modelo claro, volvemos a encontramos con adultos egocéntricos, con baja autoestima, muchas veces desubicados y emocionalmente desequilibrados.

    Los extremos se tocan, unos padres y otros se observan con desprecio cuando lo paradójico es que, en el fondo, sus hijos acabarán estando igual de dañados, emocionalmente hablando.

    Como siempre, la solución está en el equilibrio. El niño debe crecer en libertad, debe experimentar, mancharse, rebozarse en la arena, saltar, jugar, reír, correr, desarrollar sus habilidades manuales e intelectuales, pero el niño también necesita unos límites básicos, la guía de un adulto que respete sus tiempos de maduración, que le diga de forma amable y cariñosa (todas las veces que haga falta) que no se puede y porqué no se debe pegar a los demás, que se pueden compartir los juguetes y el espacio (cuando estén maduros para comprenderlo), que no tiene porqué ser siempre el primero en recibir todas las cosas, que no puede enfadarse porque alguna vez no consiga todo lo que quiere. En definitiva, los niños precisan para su desarrollo psíquico y emocional de la presencia protectora de un adulto comprensivo, no directivo, pero que sepa marcar de forma suave y no coercitiva los límites mínimos e imprescindibles para alcanzar un crecimiento emociona saludable. Cuando somos bebés y niños, también necesitamos, además de los brazos físicos, unos brazos emocionales y una presencia continua donde asirnos y agarrarnos para no perdernos en la inmensidad de la vida sensitiva del ser humano.

    Cuando somos bebés uterinos acuáticos, nuestro Universo físico se puede palpar sin problemas, podemos tocar todos sus límites marcados por las paredes uterinas. Al transitar hacia la vida terrestre y aérea, si nos acompañan, nos cogen, nos respetan y cuidan y miman nuestra salud emocional, iremos poco a poco desprendiéndonos de la necesidad de una presencia física para vivir sin miedos o temores. Con una crianza afectuosa y sensible no restrictiva, lograremos tener confianza en nosotros mismos, respeto por nuestras singularidades, por las de los demás, por la comunidad y podremos convertirnos en adultos libres cuyo Universo físico y mental será ilimitado. Para David Ruiz y Marcela Castro el equilibrio en límites y permiso esta es la clave para la interacción social sin agresividad física y la cero tolerancia al castigo físico y un mundo pacífico y con respeto a la diversidad humana

juuuuaaan

Lo que tu dices Marcela Castro no estoy de acuerdo en realidad es todo lo contrario, la violencia da mas violencia no se combate la violencia con mas intensidad mira si les muestro las evidencias de que son ciertas la van a negar, miren no precisamente que sean abusadores pero las huellas quedan y estas forman personas con baja autoestima, con mentalidad cerrada, no son responsables de sus actos, son mandones, tienen dependencia emocional y no coinciden con lo que dicen en general ahora las personas que dices provenientes del ambiente permisivo que dejan a los niños y que no crecen con límites en total libertad caen en libertinaje que es un problema también y la sobreprotección también dejan secuelas claro no todos cumplen estos requisitos pero la conducta agresiva ya está mas que claro que tiene una gran relación con los «castigos corporales» aprobar castigos físicos es justificar la violencia, naturalizar el maltrato, promover la inequidad humana en el respeto a la diversidad ideológica y humanista, perder el respeto a los niños que muchos dirán que no sienten pero en realidad perciben mas de lo que nosotros creemos y no nos damos cuenta de ello, contexto familiar agresivo es lo mismo que violencia, abolición de ideas diferentes y desigualdad social

EDUCAVIDA - Orientación familiar en educación y crianza

[…] No hay maltrato bueno: los efectos del castigo corporal en los niños […]