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No hay maltrato bueno: los efectos del castigo corporal en los niños

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Una forma importante para detener la ola de maltrato infantil, es hacer frente a las prácticas de crianza que aumentan el riesgo de que el maltrato o el abuso se produzca.

Es sorprendentemente común el que se tolere y valide el castigo corporal infantil como medida disciplinaria y correctiva. En las redes sociales (como esto en facebook) se ha viralizado una suerte de desdramatización de las nalgadas y tirones de pelo so pretexto de que no suponen ningún tipo de consecuencia futura para los niños. Esto es un error, un gravísimo e intolerable error que lastima la vida presente y futura de los niños.
Contrariamente a lo que muchos piensan, existe abundante evidencia empírica que exhibe las nefastas consecuencias de éste tipo de agresiones físicas que, por muy menores que les parezcan, tienen para la vida futura de los niños.

En un artículo publicado en la revista Pediatrics bajo el título “Physical Punishment and Mental Disorders: Results From a Nationally Representative US Sample» examinan la relación entre el castigo físico y una amplia gama de trastornos mentales en una muestra representativa a nivel nacional en EEUU. ¿Conclusión? el castigo físico se asocia con trastornos del estado de ánimo, trastornos de ansiedad, abuso/dependencia de sustancias y trastornos de personalidad.

En un análisis de la literatura científica de los últimos 20 años, publicado en Canadian Medical Association Journal, se señala que el castigo físico aumenta el riesgo de resultados de desarrollo negativos amplios y duraderos, y que ningún estudio ha encontrado que el castigo físico suponga algún beneficio para los menores.

La Declaración Conjunta sobre castigo físico de los niños y jóvenes dice: La evidencia es clara y convincente – el castigo físico de los niños y jóvenes no juega ningún papel útil en su educación y sólo plantea riesgos para su desarrollo.

En Social Work Research presentan los resultados de un estudio que se realizó para examinar el efecto de los castigos corporales en la sociabilidad de los niños. Encontraron que el castigo físico tenía efectos en los niños que se expresaban en conductas antisociales. Por su parte, otro estudio publicado en Child Development que abarca la primera infancia (hasta los cinco años) encontró que el maltrato físico se asocia negativamente con las habilidades cognitivas y problemas de conducta.

Si con los “golpecitos” pretendían corregir problemas conductuales futuros en sus hijos, déjeme decirle que toda la evidencia empírica (y el sentido común) le refuta.

En Pediatrics ya han documentado que el uso del castigo corporal en contra de los niños tiene como consecuencia el que éstos presentarán comportamiento agresivo en el futuro. De hecho, y lo recalco, estos resultados sugieren que incluso las formas menores de castigo físico aumentan el riesgo de comportamiento agresivo en los niños, así que insistir en el argumento disciplinario es erróneo, falso e injustificado siempre.

En un meta-análisis realizado con artículos indizados en bases de datos electrónicas (MEDLINE, EMBASE y PsycINFO) y en donde se establecían asociaciones entre el maltrato infantil no sexual y su impacto en la salud, se llega a una conclusión impactante:

«La evidencia sugiere una relación causal entre el maltrato infantil no sexual y una serie de trastornos mentales, consumo de drogas, intentos de suicidio, infecciones de transmisión sexual y comportamiento sexual de riesgo».

En dicha revisión se encontró que los individuos abandonados y/o abusados física y emocionalmente en la niñez tenían un mayor riesgo de desarrollar trastornos depresivos que las personas no maltratadas. Dichas conclusiones se alinean con los hallazgos publicados en “Acta Psychiatrica Scandinavica» donde se señala que los traumas infantiles están relacionados con los trastornos ansiosos y depresivos. Por si esto no fuera poco,el abuso físico y emocional también aumentan significativamente el riesgo de problemas con el alcohol (abuso/dependencia del alcohol, consumo excesivo de alcohol).

Las consecuencias derivadas del maltrato no sólo se remiten a salud mental y conductas de riesgo asociadas a enfermedades de transmisión sexual. Un estudio publicado bajo el título “Body weight and obesity in adults and self-reported abuse in childhood» concluye que el abuso en la infancia se relaciona con el aumento de peso corporal y el riesgo de obesidad en la adultez. No sólo eso, la exposición a vivencias traumáticas durante la infancia aumenta el riesgo de fumar en la edad adulta, según lo que señalan en un estudio publicado por el NIH (National Institute of Health).

Una forma importante para detener la ola de maltrato infantil, es hacer frente a las prácticas de crianza que aumentan el riesgo de que el maltrato o el abuso se produzca.

Aunque suene cliché, hay que decirlo más, no uses la mano con que alimentas y acaricias a tus hijos para lastimarlos y maltratarlos, pues sus consecuencias durarán para toda la vida.


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TAGS: Maltrato Infantil

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09 de septiembre

¿Sabes que es lo que pasa con este tema? Que resulta que parte de un supuesto: «el uso del castigo corporal en contra de los niños tiene como consecuencia el que éstos presentarán comportamiento agresivo en el futuro. »

No es cierto. Y no lo es porque en varios paises, en que se esta condenando a carcel y orden de restriccion a padres que castigan a sus hijos, lo que ha quedado en evidencia estos ultimos cinco años sobre todo, es que la conducta agresiva no tiene que ver con el castigo corporal (y por favor, me refiero a una palmada cada dos años, no a que se torture a un niño). Esa conducta agresiva tiene que ver con el exceso de mimos, con la falta de autoridad, con la carencia de limites, con la negativa a asumir las consecuencias, con el rechazo a la palabra «No».

En España los casos de «niños dictadores» o «niños emperadores» estan siendo dramáticos. Tu presentas datos de revistas cientificas, yo puedo presentarte más de 8000 denuncias anuales de padres contra sus hijos. Anuales ¿me comprendes? Desde que el problema se hizo evidente en el 2007 las cifras de denuncias han ido asi: 2007 fueron 2.683, 2008 fueron 4.211; en 2009 fueron 5.209 y en 2010 fueron 8.000. En el 2013 fueron 9.000 Y ninguna comienza con una historia en que el niño maltratado se defiende de unos padres maltratadores, la mayoria comienza con padres que complacen en todo a su niño, que no lo tocan ni con el petalo de una rosa, y el criajo se descontrola totalmente. A tanto ha llegado la situacion (25% de las denuncias en tribunales de familia son de padres maltratados contra hijos maltratadores) que el Tribunal Supremo español autorizo a desheredar a los hijos cuando hay evidencia de maltrato de estos contra los padres. A eso se esta llegando.

Y lo tragico es que los niños dictadores y maltratadores no son unicamente de la clase baja o media donde estaria la vulnerabilidad como excusa, la mayoria son de la media alta. Hijos de 14 años, drogadictos desde los 10, que les han roto las piernas a sus padres, de ese tipo de criajo estamos hablando, de criajos que llevan mas de 3 años maltratando verbal, sicologica y fisicamente a sus padres, que tienen que aguantar años porque en España solo puede denunciarse a un menor que tenga mas de 13 años. Y lo que esta mostrando las sentencias es que sí hay una correlación que el niño maltratador de sus padres es un adulto maltratador de sus propios hijos y su pareja. Cada vez los padres maltratan menos a sus hijos (no estan suficiente tiempo en casa para siquiera hablar con ellos), y cada vez hay mas violencia y agresividad en los jovenes, habiendo cifras alarmantes de maltrato entre parejas de menos de 21 años. De hecho, es increible que la violencia de genero este más radicada en ese grupo que en los más adultos.

El Centro de Intervención en Violencia Filio-Parental de España, con sede en Euskadi, esta haciendo unos estudios muy interesantes sobre la dimension de este problema. http://www.euskarri.es/

Maltratar a un niño lo traumatiza, traumatiza a cualquiera el ser maltratado. Pero cada vez hay mas evidencia que el exceso de permisividad es infinitamente peor. Un padre no deberia imponer su autoridad con agresiones fisicas o verbales contra su hijo, pero no empecemos a tratar a los niñitos como huevos Fabergé, porque el daño que se hace es peor y lo pagamos todos como sociedad.

David Ruiz

05 de noviembre

Quisiera saber si el señor que escribió esto fue criado a nalgadas, pies yo si lo fui me dieron correa y gracias a eso soi quien soi hoy en día ; estudio, tengo metas, tengo sueños, no hago mal a nadie, actuó frente a lo que pasa en la sociedad, no pienso sólo en mi. La psicología con el fin de ganar plata se inventa un trastorno psicológico para los niños que han sido golpeados con el fin de corregirlos, que grave error por eso cada vez la sociedad es más picha hay más niños delinquiendo, simplemente deben entender que eso es parte de la crianza que yo se que si mi padre en dio correa se lo agradezco, porque se que en realidad me quería y no quería un mal camino para mi es hora de dejar de hacer plata con nuestras carreras inventando excusas ridículas deberías buscar un medio adecuado algo que si le aporte a la sociedad para hacer plata no es el único artículo que leo de tu autoría y así mismo no es el único que me parece bastardo y mediocre

juuuuaaan

14 de noviembre

Mira si lo apruebas es tu problema, es tu historia de vida y es respetable, pero no estoy de acuerdo en que aprueben el castigo físico, porque enseñan a resolver conflictos a través de la agresividad física, es mas que claro que violencia forja mas violencia en todas dimensiones mira los que no quieren cambiar somos nosotros no la psicología es cierto que si ocasiona problemas, pero lo que no entiendo como pretenden difundir respeto a la diversidad humana y a la vez justificar los castigos físicos esos mismos no eran para «educar» niños sino adoctrinar niños y volverlos seres pasivos, con complejo de inferioridad-superioridad, en este caso para utilizar a las personas de distintas etnias y africanos como esclavos de los conquistadores y presumiendo de que todo tiempo pasado era mejor como si los medios de comunicación no promovieran los castigos físicos y el regreso al sistema educativo tradicional:

«No hay día en que se oiga en un medio de comunicación la letanía “se están perdiendo los valores” o “los jóvenes de hoy ya no respetan nada”, un mantra que todo el mundo parece aceptar y que sirve, entonces, para introducir toda clase de falacias estadísticas: como que los jóvenes de ahora son más violentos que los de antes, o que la sociedad en general está sumida en decadencia moral. (Xatakaciencia http://www.xatakaciencia.com/psicologia/se-estan-perdiendo-los-valores-que-valores) Aristóteles decía “Los jóvenes de hoy no tienen control y están siempre de mal humor. Han perdido el respeto a los mayores, no saben lo que es la educación y carecen de toda moral.” Platón abundaba en ello: “¿Qué está ocurriendo con nuestros jóvenes? Faltan al respeto a sus mayores, desobedecen a sus padres. Desdeñan la ley. Se rebelan en las calles inflamados de ideas descabelladas. Su moral está decayendo. ¿Qué va a ser de ellos?”. Incluso podemos ir 4.800 años atrás en el tiempo y leer las siguientes inscripciones de una tablilla asiria: “En estos últimos tiempos, nuestra tierra está degenerando. Hay señales de que el mundo está llegado rápidamente a su fin. El cohecho y la corrupción son comunes”. A esto se suma la dificultad que implica definir qué son los valores. Si asumiéramos esta supuesta pérdida de valores, ¿a qué valores nos estaríamos refiriendo? Tal vez se estén sustituyendo unos valores por otros, ¿sabemos a ciencia cierta que los de antaño eran mejores que los de hogaño? Si partimos de la base de que los valores correctos no deben sustituirse por otros valores, ¿entonces habría existido alguna clase de evolución en los valores vigentes de cualquier época? ¿Dejar de tratar a los negros o a las mujeres como infrahumanos no supuso la pérdida de determinados valores?

Además, los expertos de ciencias sociales (con demasiadas variables que controlar) que afirman que los jóvenes de ahora son más violentos que los de antes aducen causas ambivalentes y poco concretas: porque son muy mimados, porque no tienen suficiente atención de los padres, porque viven en familias desestructuradas, porque viven en familias acomodadas que se creen superiores a quienes mortifican, etc. Todo vale, tanto una cosa como la contraria. Pero nadie alcanza a dar una razón unívoca y estadísticamente significativa. Tal vez porque no es verdad que los jóvenes de ahora sean más violentos que los de antes.

Hay un factor que no es causa, pero sí que es poéticamente significativo. Ya que científicamente no pueden aclararse los motivos del repunte de violencia en determinados jóvenes (sí es cierto que hay jóvenes más violentos y descarnados, pero no ocurre de forma generalizada… y tampoco antes había tanta cobertura mediática para denunciarlo), asumiendo eso, digo, que haya un repunte de violentos, entonces podríamos acogernos a la poesía para reflexionar de otro modo sobre el problema: la infancia nunca fue de los niños, la infancia siempre fue de quienes la perdieron.

Cierto es que la gente es más desinhibida que antes, que los alumnos son más descarados con los profesores que antes, que las normas en general no se siguen con tanta inflexibilidad. Pero ello precisamente revela que vivimos en una sociedad con más valores que nunca: antes, dichas normas, no se seguían porque la gente alumbrara más valores sino por miedo (tanto punitivo como social). No enseñar escote porque todo el mundo te llamará puta por la calle no es tener más valores. No cuestionar al profesor porque éste te dará un reglazo en la mano (y al que luego no podrás denunciar por agresión) no es tener más valores.

No estoy de acuerdo con todo lo que dice en el artículo en la parte de los videojuegos violentos porque también es una gran industria del entretenimiento en los niños y es de lo que se llama «niñera electrónica» y la pornografía que también es lucrativa y forma parte de la red de trata de personas, pero si trae los aspectos mas agresivos de la historia de la humanidad que son tremendos de verdad.

Determinados colectivos han luchado y sangrado para obtener su cuota de protagonismo en la historia. Las mujeres a fin de recibir el mismo trato que los hombres. Los negros, tanto de lo mismo. Todos ellos ambicionando más libertad. Una vez obtenida ésta, los efectos secundarios pueden ser nocivos… pero nunca debemos olvidar lo obtenido en primera instancia. Bajo esta misma lógica, quizá ha llegado el momento de que niños y jóvenes empiecen a reclamar también su pequeña cuota de protagonismo que siempre les fue negada. Y también su pequeña cuota de poder. De esos niños, que les ha llegado su momento de rebelión como tantos otros colectivos, hay unos, una minoría que mediáticamente tiene mucho eco, que manifiestan su frustración a través de la violencia.

Esto que se explica en el parrafito anterior es cierto yo concuerdo con el porque nosotros los seres humanos somos seres pensantes, únicos, irrepetibles, no somos como los animales que cumplen un determinado ciclo de vida y la cadena alimenticia del herbivoro, carnivoro y descomponedor, nosotros tenemos mas que eso por lo tanto es más díficil de comprender al ser humano.

-Por tu propio bien.

“ ¡ Gracias mamá por no dejarme caer, por tu inflexibilidad en el bien y en el mal, y por corregirme adecuadamente a cachetazos !”

“¡¡Bendito cada coscorrón, tortazo y azote que me dieron en mi infancia!! porque (entre otras medidas educativas) me han forjado como el hombre que soy, no tengo trauma alguno por ello y en mi círculo de amigos conocidos ( entre los 40 y 50 años) a ninguno le pesan las tortas que recibieron ( la mayoría justificadamente)”

“recibí algunas nalgaditas, no considero a mis padres maltratadores, y puedo decir que gracias a ellos tengo la educación que tengo”

“Por tu propio bien” es el título de uno de los libros de Alice Miller en el que expone con absoluta nitidez el sutil, pero cruel, mecanismo de la violencia en la infancia.

Ya hemos explicado en entradas anteriores que, cuando somos pequeños, necesitamos a nuestros padres para que nos cuiden y nos protejan mientras no podemos valernos por nosotros mismos. Hacemos lo que sea para conseguir su atención y su cariño, incluso, si esto supone sacrificar partes de nosotros mismos. Como esto es muy duro de asumir, terminamos creyéndonos que nuestros padres nos pegan porque nos quieren y que lo hacen por nuestro propio bien.

En estas condiciones, el niño reprime su creatividad, su libertad y se somete a la voluntad arbitraria de los padres (incluso en la edad adulta) sin cuestionarse ninguna de las órdenes. De esta forma, toda posibilidad de juicio o crítica ha sido eliminada bajo el yugo de la violencia, y la persona, crece pensando que se merece esos azotes.

Con el paso de los años, cuando crezca y sea padre, este niño maltratado ya no recordará lo que tuvo que sacrificar en su infancia, sólo tendrá en su mente la idea que escuchó una y otra vez de sus padres “me duele a mí más que a ti… lo hago por tu propio bien… ya me lo agradecerás cuando seas mayor”. Estamos ante un verdadero caso de alienación en el que, incluso, la persona se creerá legitimada para aplicar el mismo sistema con sus hijos. Estará convencida de que es lo mejor para ellos y, además, deberán estarle agradecidos.

Muchos de mis pacientes llegan a la consulta con ideas parecidas: “me pegaban porque era un bicho y me lo merecía” ó “me pegaban lo normal”. A medida que van avanzando en su terapia, descubren que no es normal y que ningún niño se merece que le peguen. Sus padres, simplemente, repetían sin cuestionarse el modelo educativo violento que habían recibido en su infancia.

-Pues a mí me pegaron y no tengo traumas ni soy violento.

“La gran mayoría hemos crecido y cuando éramos chicos nos han dado un cachete cuando desobedecíamos o hacíamos algo malo, y yo no tengo ningún trauma ni ninguna de las personas que conozco tampoco, y son personas normales, no lo que hay hoy en día.”

“Soy de la generación del 60, me han dado muchos azotes, y he tenido suerte porque a muchos otros les tocaban bastante más que azotes. Ninguno tenemos hoy traumas”

Me viene a la mente el latinismo “Excusatio non petita, accusatio manifesta” o el “dime de qué presumes y te diré de qué careces”. Resulta curioso que lo primero que dicen todos los que recibieron azotes de pequeños es que no tienen traumas.

Según dicen ellos, no son violentos con sus mujeres, ni con otros adultos, ni se rebelan contra la autoridad. De hecho, se presentan a sí mismas como personas educadas y normales. Sin embargo, defienden, sin cuestionarse la amoralidad que supone, la violencia que se ejerce sobre los más pequeños e indefensos.

El mero hecho de justificar y repartir azotes a sus hijos ya indica que sí que están afectados por lo que sufrieron de pequeños. Creo que identifican “estar traumatizado” con el que, por ejemplo, tiene miedo al color negro porque le mordió un perro de ese color. Desconocen, que los efectos negativos de la infancia son mucho más profundos y sutiles de lo que ellos piensan. De hecho, si observamos desde fuera a estos padres, vemos que son personas reprimidas y represivas, con una gran carga de agresividad latente. Personas, que desconocen el diálogo y cuyas opiniones, siempre defendidas con vehemencia, son rígidas e inamovibles. No hay duda, todo estos signos nos muestran a personas muy traumatizadas.

Obviamente, admitir que las cosas se pueden hacer de otra manera, implicaría asumir que sus padres no debieron pegarles y esto, supondría el derrumbe de todas las creencias que han mantenido a lo largo de su vida. Por ello, prefieren, repitiendo la misma violencia con sus hijos, no cuestionarse nada y seguir engañados.

Las personas que exculpan los daños del cachete, lo defienden asegurando que ellas también fueron criados así. Esto, lo único que demuestra es que la violencia se transmite y se justifica de generación en generación de forma falaz y torticera. Como decía Mahatma Gandhi: “Un error no se convierte en verdad por el hecho de que todo el mundo crea en él”. Además, se demuestra claramente que la violencia engendra violencia. Y así, vemos como estos adultos “educados” que consideran normal pegar a un niño están repitiendo lo mismo que aprendieron cuando eran pequeños y recibían los azotes de sus padres, a saber: que el más fuerte impone su voluntad, que los conflictos se solucionan por la fuerza, que el débil no puede tener opinión y tiene que obedecer, etc.

En fin, dice el refrán que “no hay más ciego que el que no quiere ver”.

Si fueron criados de esa manera, es absolutamente normal que su percepción de la realidad esté distorsionada. El niño interioriza que la forma de mostrar el cariño incluye la violencia. Como no ha vivido otra realidad, no será capaz de cuestionarse si esa es la forma de criar con cariño y respeto. Cuando sea mayor y tenga hijos, los seguirá tratando de la misma manera, con paciencia, amor y algún coscorrón.

Por definición, cualquier acto de violencia implica una falta de respeto hacia el otro. Los niños que son tratados de esta manera aprenden a no respetar a sus semejantes, tendrán más probabilidad de ser niños agresivos en el colegio y, cuando sean adultos, tendrán poca empatía y ningún respeto por sus compañeros o vecinos. Le agregaría a esta parte que promueve el masoquismo que es disfrute o placer que se experimenta con un pensamiento, situación o hecho desagradable o doloroso.

Seguro que algún lector ya se habrá percatado de que esta unión del azote con el amor está detrás de todos los casos de violencia de género y de tantos asesinatos que aún seguimos sufriendo en nuestros días. De hecho, el discurso del maltratador es el mismo que el del padre que defiende el cachete: “lo hago porque te quiero”, “Me duele más a mí que a ti”, “¿No ves que es por tu bien?”. No sirven de nada las campañas de concienciación, ni los cursos de reeducación del maltratador si no se percatan ellos mismos de que su comportamiento es cruel y dañino. Si, de verdad, queremos cambiar esta tendencia destructiva, debemos hacer hincapié en la implantación de una educación respetuosa, apegada y sin violencia.

Ahora la parte que resaltan la educación permisiva total la que también es dañina como la violencia intrafamiliar y la sobreprotección -Sólo hay dos opciones educativas: azotes o permisividad total.

“tengo 37 años, me crié con cachetes (eso sí, ruidosos pero indoloros, salvo en el orgullo) y con voces altas y con autoridad. No he muerto, no sufro traumas y siempre he respetado la figura de los mayores y a los demás. Ahora veo jóvenes por las calles, que seguramente por no haber recibido un cachete a tiempo se merecen ahora un buen par de Hostias. Considero mi generación quinceañera bastante más civilizada y respetuosa que la actual, donde los casos de chavales que están por encima de los padres parece ser tan normal, y yo pregunto a los expertos modernos ¿pueden remirarse sus métodos?. Me parece a mí que los métodos modernos dejan mucho que desear.”

Según parece, para los padres que siguen este método de crianza, sólo hay dos maneras de educar a los hijos: la suya (represión, cachetes y demás) y la de los padres que dejan total libertad a sus hijos. Esta es una visión muy limitada y maniquea de la realidad. Para estas personas tan radicalizadas, el mundo sólo se divide en blanco o en negro, no existen los términos medios en sus esquemas mentales. De hecho, esta falta de flexibilidad mental es habitual entre los adultos que han sido criados en un entorno violento. A estas personas, durante su infancia, se les enseña que sólo existe una única visión de la realidad (la que le dan sus padres), ¿quién se atrevería a pensar de otra manera bajo la amenaza del tortazo? Este enfoque asumido en la infancia se va convirtiendo en el único real y todo lo que se aparte de ese punto de vista se percibirá como una amenaza y será rechazado.

Tal y como explicó anteriormente Elena Mayorga, tanto la crianza restrictiva como la totalmente permisiva son desestabilizadoras para los niños. Unos pecan por exceso de límites y otro por la carencia total de ellos. Ambos extremos se tocan y los niños crecen perdidos, sin una referencia válida. Existe una tercera opción que no es, necesariamente, un punto medio entre las dos anteriores, sino una nueva vía que tiene como eje central el respeto al niño y a su proceso evolutivo. Es una crianza mucho más ardua, ya que implica hacer un profundo trabajo de liberación personal, para poder percibir a nuestro hijo como una persona distinta de nosotros, con sus ritmos, sus procesos, sus gustos y sus potencialidades.

La crianza respetuosa, no implica consentir todo a los niños. La vida tiene límites y los padres deben acompañar a sus hijos en ese aprendizaje, a través de la empatía, el respeto y la cooperación. Nuestros compañeros blogueros Elvis Canino y Mireia Long hablan del concepto de Crianza Caprichosa, destacando el error que implica pasar de la restricción absoluta a carencia total de guía. Para un niño, puede ser tan perjudicial la crianza excesivamente restrictiva como la que le otorga tanta libertad que no le permite formarse una referencia que, a modo de las agarraderas de los escaladores, le permitan adaptarse al mundo en el que vive.

En el primero, nos encontramos con padres abusivamente autoritarios o severos con sus hijos, estos padres, convierten la vida de sus vástagos en un infierno de normas y conductas. Todo en la vida diaria es controlable: juegos, comportamiento, reacciones e incluso, funciones fisiológicas como ir al baño, dormir o comer. Los hijos de estas personas excesivamente cuadriculadas acaban perdiendo todo su candor e imaginación para convertirse en adultos inflexibles, egocéntricos, agresivos y emocionalmente dañados por la pérdida de tantas y tantas experiencias infantiles que no pudieron realizar por estar prohibidas. Por desgracias, los malos tratos físicos, pues los psicológicos son evidentes, suelen ser frecuentes en este tipo de crianza.

Por otro lado, tenemos a los padres que dejan a los niños sin indicaciones emocionales, les dan carta blanca para todo, no les explican que sus acciones, por bienintencionadas que puedan ser, pueden dañar a otra persona y se escudan en la defensa de la libertad individual de sus hijos para justificar su método de crianza. Por desgracia, estos niños, no llegan a desarrollar de forma correcta la empatía, el altruismo o la cualidad de cooperar con otros por el bien común. La libertad de una persona, no debe conculcar jamás la libertad de otra. Sin embargo, los padres de estos niños, si sus hijos pegan, les dejan; si quieren el juguete de otro niño, mamá o papá se lo piden prestado o el niño se lo arranca de las mano; si el otro niño está jugando con un juguete suyo y le apetece jugar con él, le piden al otro niño que lo devuelva para que su hijo juegue; si alguien se atreve a decirle algo a sus niños, por justa que sea la amonestación (hay que tener en cuenta que los niños muy pequeños no saben defenderse de todas las agresiones) los padres reaccionan de forma airada, incluso llegando a ser violentos. Y el problema es que, entonces, sus hijos crecen pensando que tienen derecho a poseerlo todo, a ser los primeros en todo, a pegar a quienes quieran, a jugar con lo que quieran. Curiosamente, estos padres suelen ser personas que sufrieron en su día una crianza restrictiva del primer tipo del que hemos hablado.

Como consecuencia de esta educación en la que los niños carecen de un modelo claro, volvemos a encontramos con adultos egocéntricos, con baja autoestima, muchas veces desubicados y emocionalmente desequilibrados.

Los extremos se tocan, unos padres y otros se observan con desprecio cuando lo paradójico es que, en el fondo, sus hijos acabarán estando igual de dañados, emocionalmente hablando.

Como siempre, la solución está en el equilibrio. El niño debe crecer en libertad, debe experimentar, mancharse, rebozarse en la arena, saltar, jugar, reír, correr, desarrollar sus habilidades manuales e intelectuales, pero el niño también necesita unos límites básicos, la guía de un adulto que respete sus tiempos de maduración, que le diga de forma amable y cariñosa (todas las veces que haga falta) que no se puede y porqué no se debe pegar a los demás, que se pueden compartir los juguetes y el espacio (cuando estén maduros para comprenderlo), que no tiene porqué ser siempre el primero en recibir todas las cosas, que no puede enfadarse porque alguna vez no consiga todo lo que quiere. En definitiva, los niños precisan para su desarrollo psíquico y emocional de la presencia protectora de un adulto comprensivo, no directivo, pero que sepa marcar de forma suave y no coercitiva los límites mínimos e imprescindibles para alcanzar un crecimiento emociona saludable. Cuando somos bebés y niños, también necesitamos, además de los brazos físicos, unos brazos emocionales y una presencia continua donde asirnos y agarrarnos para no perdernos en la inmensidad de la vida sensitiva del ser humano.

Cuando somos bebés uterinos acuáticos, nuestro Universo físico se puede palpar sin problemas, podemos tocar todos sus límites marcados por las paredes uterinas. Al transitar hacia la vida terrestre y aérea, si nos acompañan, nos cogen, nos respetan y cuidan y miman nuestra salud emocional, iremos poco a poco desprendiéndonos de la necesidad de una presencia física para vivir sin miedos o temores. Con una crianza afectuosa y sensible no restrictiva, lograremos tener confianza en nosotros mismos, respeto por nuestras singularidades, por las de los demás, por la comunidad y podremos convertirnos en adultos libres cuyo Universo físico y mental será ilimitado. Para David Ruiz y Marcela Castro el equilibrio en límites y permiso esta es la clave para la interacción social sin agresividad física y la cero tolerancia al castigo físico y un mundo pacífico y con respeto a la diversidad humana

juuuuaaan

13 de noviembre

Lo que tu dices Marcela Castro no estoy de acuerdo en realidad es todo lo contrario, la violencia da mas violencia no se combate la violencia con mas intensidad mira si les muestro las evidencias de que son ciertas la van a negar, miren no precisamente que sean abusadores pero las huellas quedan y estas forman personas con baja autoestima, con mentalidad cerrada, no son responsables de sus actos, son mandones, tienen dependencia emocional y no coinciden con lo que dicen en general ahora las personas que dices provenientes del ambiente permisivo que dejan a los niños y que no crecen con límites en total libertad caen en libertinaje que es un problema también y la sobreprotección también dejan secuelas claro no todos cumplen estos requisitos pero la conducta agresiva ya está mas que claro que tiene una gran relación con los «castigos corporales» aprobar castigos físicos es justificar la violencia, naturalizar el maltrato, promover la inequidad humana en el respeto a la diversidad ideológica y humanista, perder el respeto a los niños que muchos dirán que no sienten pero en realidad perciben mas de lo que nosotros creemos y no nos damos cuenta de ello, contexto familiar agresivo es lo mismo que violencia, abolición de ideas diferentes y desigualdad social

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Tiene razón el presidente, se deben buscar los acuerdos necesarios, para concretar el mandato que el pueblo le diera. No es tiempo de discusiones banales, ni de hacer filosofía política de bajo vuelo
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El Barros Boric