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La visión economicista de la ciencia en los programas presidenciales

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Ha sido difícil promover en nuestro país una visión de la ciencia que vaya más allá de la dimensión económica, una que rescate su aporte cultural, su importancia en promover una reflexión sobre nuestro universo, e incluso que rescate su aporte en informar nuestras decisiones políticas. Por el contrario, sigue siendo necesario justificar el apoyo a la ciencia en todo momento en virtud de sus impactos económicos y productivos, y el período de campaña previo a las elecciones primarias ha sido un buen reflejo de esto. 

Si bien el fomento de la investigación en Chile es uno de los temas que ha estado escasamente presente en la discusión (en particular en debates y entrevistas), algunas de las candidaturas sí se refieren a la ciencia en sus propuestas o lineamientos programáticos, siendo las de Alejandro Guillier, Beatriz Sánchez y Felipe Kast las que más profundizan en el tema. Desafortunadamente, podemos comprobar cómo la dimensión económica de la ciencia es la que predomina en las diferentes propuestas.

El argumento de la ciencia como motor de la “economía del conocimiento” o de la “diversificación productiva” ha sido plenamente aceptado en algunos sectores desde hace algún tiempo. Por ejemplo, un énfasis en la dimensión productiva de la CyT ya se avizoraba en entrevistas y columnas de Osvaldo Rosales, del equipo programático de Alejandro Guillier (por ejemplo, Rosales hablaba a fines de mayo en una columna de que “promoveremos la cadena de valor Ciencia-Tecnología-Innovación-empresas tecnológicas”). De igual manera, el programa de Guillier hace mención explícita a la relación entre el conocimiento científico y el desarrollo económico, la productividad y la producción.

La situación es similar -más allá de los matices, y entendiendo que aún existe trabajo programático en curso- en la llamada “hoja de ruta” de Beatriz Sánchez, documento que vincula directamente nuestro retraso en innovación a la matriz productiva, quedando la ciencia atrapada en la discusión sobre innovación y diversificación productiva. En consecuencia, la hoja de ruta justifica el aumento en la inversión en ciencia en cuanto “es una inversión en crecimiento futuro que a su vez promueve un país más equitativo, al estimular un ecosistema que favorezca la creación de nuevo conocimiento y nuevas áreas productivas”.

Por otro lado, los programas de ambas candidaturas sugieren que se estimulará el desarrollo solo de ciertas áreas consideradas prioritarias. Igualmente, ambas candidaturas promoverían la formación de investigadores y el aumento de capacidades solo en ciertas áreas relacionadas a “necesidades y vocaciones” (Sánchez) o a las “áreas estratégicas” (Guillier). Este último menciona que la focalización facilitaría “la inserción laboral de los becarios”, aunque no se menciona cómo se lograría dicho objetivo ni menos qué se hará para promover la inserción de los científicos ya formados a la fecha.

A su vez, el programa de Felipe Kast también sitúa el fomento de la ciencia en el contexto del desarrollo económico (“una economía para el siglo XXI, basada en el conocimiento, la tecnología, las ideas y su valor agregado…”). El programa también considera que es “esencial asociar la I+D a solucionar problemas concretos de los chilenos”. Este es un programa con una clara vocación de I+D orientada por misión, y en el mejor de los casos centrada en los llamados “laboratorios naturales”. En los tres programas existen omisiones importantes respecto al fomento de otras áreas que podrían ser consideradas como de bajo impacto económico, pero que pueden ser importantes por otras razones. La dimensión cultural de la ciencia, o su aporte a la generación de conocimiento respecto a nuestro mundo, es virtualmente ignorada. Por otro lado, los programas de Kast y Guillier buscan vincular (el primero mencionando las “grandes políticas públicas”; el segundo mencionando temas específicos) el conocimiento a la toma de decisiones, siendo este el único momento en que el apoyo a la CyT escapa de alguna forma a la sujeción al desarrollo económico.

"Ha sido difícil promover en nuestro país una visión de la ciencia que vaya más allá de la dimensión económica, una que rescate su aporte cultural, su importancia en promover una reflexión sobre nuestro universo, e incluso que rescate su aporte en informar nuestras decisiones políticas. Por el contrario, sigue siendo necesario justificar el apoyo a la ciencia en todo momento en virtud de sus impactos económicos y productivos".

Sin embargo, en términos generales el balance es más bien negativo. En las tres candidaturas señaladas, la orientación economicista para el fomento de la ciencia es evidente. Algo similar ocurre con la hoja de ruta de Alberto Mayol (centrada también en la necesidad de una transformación productiva), mientras que el programa de Manuel José Ossandón menciona la necesidad de fomentar todas “las ramas del saber” y de avanzar en reconocer la investigación como un bien público. No obstante, ambos programas (de Mayol y Ossandón) no profundizan en sus propuestas para la ciencia en la misma forma en que lo hacen las otras candidaturas. Mención aparte merece el documento programático de Sebastián Piñera; este no presenta propuestas en estas materias, más allá de la mención al Ministerio de Educación Superior, Ciencia y Tecnología. No obstante el carácter preliminar del documento (“porque queremos construir el programa definitivo con la contribución de millones de compatriotas”), su falta de profundidad respecto al apoyo a la investigación científica no constituye una buena señal.

Para muchos puede resultar evidente que la ciencia en Chile enfrenta una situación crítica en distintos niveles, como la institucionalidad, el escaso financiamiento, el problema de la inserción de científicos jóvenes, o la falta de políticas ambiciosas en la materia. Por otro lado, una visión de la ciencia restringida únicamente a su dimensión económica y a la solución de “problemas concretos” desconoce el impacto de la ciencia en otras dimensiones igualmente importantes, e incluso amenaza con ser contraproducente para el propio objetivo de las propuestas: por una parte, los problemas que enfrentará nuestro país no se resolverán necesariamente apoyando solo a algunas disciplinas, debido a la creciente complejidad de dichos problemas y desafíos; por otro lado, la ciencia básica y motivada por curiosidad es fundamental para dar génesis a diversos avances tecnológicos y aplicaciones.

Es de esperar que, en los meses que vienen, las propuestas sean mejoradas y profundizadas, abordando los aspectos más relevantes y críticos de nuestro sistema científico, y rescatando la necesidad del fomento de la investigación científica más allá de su dimensión económica y productiva.

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1 Comentario

Oscar Astroza

Oscar Astroza

Estimado; creo que el problema que la ciencia en Chile es que aun no hay un interés económico en ella, economico privado, es decir de la misma sociedad y no implemento por una política estatal, hay que destacar que el capitalismo le debe su esplendor a la ciencia y la revolución científica le debe su esplendor al capitalismo, esta dupla a permitido que grandes científicos no solo lograran «logros» impensados para la humanidad, si no generaran las industrias que hoy satisfacen nuestras necesidades más básicas, desde comunicarnos hasta volar… y es que como dijo Dawkins «los aviones vuelan por ciencia, los pc computan por ciencia y los fármacos sanan por ciencia» y todos pertenecen a grandes industrias que siguen invirtiendo en capital humano para ellos.

Cuando logremos en Chile el «matrimonio» entre el inversionista y el científico, generaremos lo que hoy ocurre en Israel, en California o en Estonia.