La desigualdad que genera el nuevo conocimiento puede terminar por generar tensiones sociales difíciles de reparar. Cuando la ciencia y tecnología realizan avances, los primeros que logran capturarla, que suelen ser los ya más afortunados, alcanzan una ventaja que para el resto de la sociedad se hace imposible acortar posteriormente. Es cierto que el nuevo conocimiento otorga, a mediano plazo, beneficios para la mayoría de la población sin embargo esta masificación no supone un cierre de la brecha inicial que dicho conocimiento impulsa.
Si el avance científico y tecnológico nos interesa, si creemos que esto puede ser un aliado para el desarrollo de la humanidad, debemos ser críticos con esta dimensión de inequidad que la técnica origina. El desigual desarrollo de los derivados del conocimiento, además de merecer una crítica ética y social, debe ser considerado si queremos que este continúe por su senda de progreso pues así como las leyes son respetadas porque redundan en un beneficio colectivo los productos de la ciencia y tecnología son aceptados porque resuelvan problemas. De momento en que el acceso al conocimiento y sus derivados comienza a ser desproporcionado, o cuando benefician excesivamente a un grupo más que otro, este se vuelve un privilegio y luego una injusticia intolerable para quienes quedan fuera.
A nivel global veremos una divergencia entre dos mundos; los países que vacunan a altas tasas y los que apenas acceden a estos fármacos. Mientras la Unión Europea ya superó el 60% de personas con al menos una dosis el continente africano apenas lleva el 4%, y si miramos con detalle Nigeria lleva 1.2% mientras que Portugal un 78%. Si no ponemos más atención y solidaridad en esto corremos el riesgo de un rechazo completo en el mundo subdesarrollado hacia los avances científicos puesto que estos se ven como un método de dominación o una nueva forma de colonización con el que el primer mundo actúa. Cuando los países avanzados vuelvan a funcionar y a crecer los demás recién podrán empezar pensar cómo salir de la pandemia, y en el momento que algunos países nos halagamos con estar implementando una tercera dosis en el tercer mundo se preguntan si vale la pena la globalización.
En el ámbito nacional hace algunos días vimos al Ministerio de Ciencia y la Corfo enorgullecer con uno de los éxitos de su programa; un robot de una Starup chilena “que gracias a la inteligencia artificial permite digitalizar el stock y precios de productos en grandes tiendas, optimizando tiempo y recursos” ¿No se preguntaron en el ministerio si los chilenos estarán felices de ver sus impuestos gastados en productos para el beneficio propio del gran retail? Y el avance de la automatización ¿no es una preocupación para los ciudadanos? ¿No será esta optimización de “tiempo y recursos” una excusa para despedir trabajadores humanos? Es allí donde se juega su legitimidad la técnica, en ofrecer soluciones a los problemas de las personas y no en sumar otras nuevas ni tampoco en ver cómo se benefician los que ya están arriba. Ya sabemos que la industria nos moverá fuertemente hacia la automatización, quizá lo que nos interesa a los ciudadanos es ayuda para enfrentarlo y no para acelerarlo.
Crear una economía basada en el conocimiento sin un correlato que nos haga a todas y todas parte íntegra de esta es un camino peligroso que terminará por generar tarde o temprano más rechazo que aprobación
No debemos frenar el desarrollo de estas nuevas tecnologías así como tampoco de valiosas Startup, no debemos desalentar los programas de vacunación nacional de los países que pueden hacerlo. Lo que debemos hacer es plantearnos la manera en que estamos dejando que los beneficios del nuevo conocimiento sea distribuido y como este es percibido por los ciudadanos de Chile y el mundo. Podemos seguir dejando que nuestras mejores mentes desarrollen modelos financieros para la banca capaces de predecir un microsegundo más rápido que su competencia los efectos de la bolsa, o podemos ponerlos a desarrollar un sistema más inteligente de transporte público o un modelo más eficiente de distribuir las vacunas. Podemos seguir obsesionados con aumentar los G de nuestra conexión a internet o podríamos preferir llevar la conexión hasta los últimos rincones para que exista un acceso generalizado. Optando por las primeras de estas alternativas creceremos económicamente mas no estaremos generando valor social. Crear una economía basada en el conocimiento sin un correlato que nos haga a todas y todas parte íntegra de esta es un camino peligroso que terminará por generar tarde o temprano más rechazo que aprobación, y en época de elecciones, donde escuchamos de lado y lado que caminaremos hacia un nuevo modelo de desarrollo más inteligente, es importante poner énfasis en no generar tensiones irreparables y a su vez de qué manera actuaremos en el concierto mundial de la tecnología.
Los contenidos publicados en elquintopoder.cl son de exclusiva responsabilidad de sus respectivos autores.
Te invitamos a conocer nuestras Reglas de Comunidad