En algunas palabras criticaré la formación de los ingenieros en instituciones de educación superior, y las consecuencias que conlleva esta formación mercantilista sin un sentimiento comunitario ni preocupación por nuestros recursos naturales.
La palabra ingeniero en inglés (engineer) hace referencia al hombre que maneja el motor (engine). De esta manera, podremos decir que cualquier ingeniero tiene el deber de ser el motor o corazón de su trabajo y en especial de la sociedad. Este concepto, por desgracia, se está perdiendo. Vale recordar, en toda profesión hay profesionales, valga la redundancia, que no siguen al pie de la letra el alma matter de sus carreras; pero como dije antes, sin un motor ninguna máquina funciona, por lo que destaco al ingeniero como fundamental pieza de la sociedad.Debemos apelar a nuestros formadores para que haya un mejor adiestramiento, más integral y con visión totalmente distinta a la actual, para que podamos derribar la barrera de obstáculos que nos impide trabajar para la sociedad.
Si analizamos la realidad local, en Chile, no diferente de la escena mundial, vivimos constantes decepciones por parte del mundo ingenieril. Cabe recordar el reciente fraude de los ingenieros del grupo PENTA; o la inundación de todo un valle, con la consiguiente eliminación de todo un ecosistema, para la construcción de una hidroeléctrica. Viene también a la memoria cuando, durante el terremoto de 2010, un edificio prácticamente nuevo colapsó en Concepción producto de la mala calidad de su construcción, causada a su vez por el intento, de parte de los ingenieros, de ahorrar en materiales. Incluso, si nos desviamos un poco hacia un ámbito social, podemos observar a José Piñera, ingeniero, precursor del tan precario y abusador sistema de pensiones privado de las AFP. Así podríamos seguir por un muy buen tiempo, pero no es el objetivo de este artículo.
En numerosas oportunidades, como estudiante de ingeniería, he sido estigmatizado como «chupasangre». Al principio no entendía muy bien el por qué de tal descalificación, pero ahora, entendiendo la realidad de mucha gente en mi futuro gremio, ¿cómo no ser juzgado, si donde quiera que veas un ingeniero se está aprovechando de la sociedad? Además, en este flaco y largo país tenemos un sistema económico en el que permitimos una competencia exacerbada, como si fuera una enfermedad que nos carcome cada día más; no podemos olvidar que dependemos de la generación excesiva de recursos sin importar el medio, pasando a llevar desde nuestro propio planeta hasta nuestros mismos pares. ¿Será esta la razón por la que los motores de la sociedad quieren estar en la cima de la misma, pasando a llevar a todas las otras piezas? A estos «ingenieros» les falta recordar que la sociedad no sirve sin los otros actores o, volviendo a la analogía de la máquina, no hay motor que funcione sin combustible, y el motor por sí sólo no hace a la máquina.
En las universidades ya no se investiga para mejorar la sociedad, sino para que las empresas privadas sin visión de comunidad se lleven éste conocimiento a costo de una suma de dinero. ¿Es lo más importante generar dinero a toda costa? ¿El mercado nos está controlando a nosotros, en vez de nosotros a él?
Tampoco podemos olvidar que muchas instituciones de educación superior no permiten la organización de alumnos. ¿Cómo enseñamos después a estos ingenieros que existen sindicatos cuyos derechos deben ser respetados? ¿Será esta la razón de que, al momento de una huelga, se llame inmediatamente a Fuerzas Especiales y no haya intención de diálogo empresa-sindicato? Me apoyo en Aristóteles, para decir que somos animales políticos, pero gracias a esta formación vacía, nos convertimos en animales vacíos, calculadores y fríos.
Hasta cuándo soportaremos que estas instituciones no impartan cursos mínimos éticos, con un fuerte enfoque social y de conciencia del medio, que guíen al ingeniero en una senda de buena praxis y de vinculación con el entorno. No podemos seguir pensando que nuestros recursos, tanto naturales como humanos, son inagotables e ilimitados. Este mundo necesita un cambio de switch de parte de sus intelectuales ingenieriles. Debemos tener una mayor incidencia, un mayor aporte técnico, en una sociedad que pide a gritos que progresemos todos juntos.
Como próximo ingeniero, me gustaría recordar a la gente que está decepcionada de nosotros, que aún existimos algunos vinculados al medio y con vocación social, que tenemos la esperanza y la obligación de crear una mejor sociedad para poder vivir, todo a partir de la democratización y libertad de conocimiento, el cual sirve como mera herramienta para mejorar la vida humana en muchos aspectos (me abstengo de ocupar el término calidad de vida, ya que no es un producto, no se puede ir a comprar vida a alguna tienda). Convirtámonos en los motores de la sociedad participando en todo tipo de instancias; debemos politizarnos, no el sentido de escoger un bando, sino de llegar a la sociedad de una manera más directa e incisiva. Algunos podrán decir que soy un soñador pero no soy el único, dijo John Lennon. Debemos apelar a nuestros formadores para que haya un mejor adiestramiento, más integral y con visión totalmente distinta a la actual, para que podamos derribar la barrera de obstáculos que nos impide trabajar para la sociedad. Recuperar la imagen del ingeniero como un profesional motor de la sociedad, creo que es una tarea que, más que urgente, debe ser imperante.
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