Chile es un país sesgado en su visión de futuro. Anclado en ciencias paradigmáticas cargadas de pasado y en frágiles enfoques proyectivos y país. Chile no cuenta ni siquiera con una “Facultad o Escuela de Ciencias del Futuro” o de un “Instituto del Futuro» para que trabaje la alta complejidad de este campo con las rigurosidades y metodologías requeridas para su investigación, prospectiva y definición de estrategias que permitan enfrentar los futuros de largo plazo. Hoy no tenemos técnicos, ni licenciados, ni profesionales, ni postgrados para la formación en estas materias de futuros, como sí los tenemos en otros campos incluidos la respetable historia.
Llama también la atención, que el futuro en Chile sea un tema de interés más para profesionales adultos mayores a quienes les quedan menos años de vida activa, que para los jóvenes, quienes serán los más impactados por esta falta, una anticipación e innovación endémica de lo que podría o no llegar a ser la sociedad chilena.
Innovación, estrategia y futuros para Chile: una propuesta… decente
Si no nos hubiéramos dedicado décadas a estudiar y tratar de entender críticamente el futuro, para fines de estrategia, quizás también afirmaríamos que «El futuro sí existe». Pero no nos dedicamos a pronosticar certezas en un mundo de incertidumbres, en donde las afirmaciones categóricas ciertas se pagan muy bien e incluso a sabiendas que en la mayoría de los casos esos pronósticos no se cumplirán. Pronosticar es una tarea relativamente fácil en un ambiente donde poco importa lo “que pasará con el futuro… de los futuros imaginados» y donde lo más probable es que no se haga jamás un seguimiento sistemático y de rigor sobre los acertijos, encrucijadas, planteamientos y predicamentos y nadie cobrará los fallos, errores y desviaciones de nuestros anticipos e intentos de pitonisas o de aprendices de adivino.
Una propuesta reiterada, sin éxito, por nuestro gabinete es que Chile cree una seria «Agencia – nacional independiente – de Estudios del Futuro» (ADEF), y que todos estos contenidos sean públicamente conocidos o estén disponibles para toda la población. Esperamos que ella sea un faro que ilumine los posibles futuros de nuestro país, para compararlos con los futuros a los que se quiere llegar, de manera de establecer así las brechas que hay que superar y que permitan establecer los planes, los programas y las estrategias para superarlas con los esfuerzos mancomunados de las personas, las empresas y el Estado.
Es necesario iluminar los posibles futuros de nuestro país, para compararlos con los futuros a los que se quiere llegar, de manera de establecer así las brechas que hay que superar y que permitan establecer los planes, los programas y las estrategias para superarlas con los esfuerzos mancomunados de las personas, las empresas y el Estado.
Innovar requiere anticiparse estratégicamente para no hacerlo en y hacia lo ya obsoleto. Para eso debemos basarnos en información validada con rigor metodológico sobre los posibles futuros para Chile los que si podría proporcionar una agencia pública especializada en un mundo que está mutando en una nueva era la del conocimiento, pero: ¿Hacia dónde?
¿No sería quizás esta propuesta una forma posible de intervenir el presente para cambiar los vectores de la realidad para que el pasado, que se viene, tenga una mayor cercanía con los futuros imaginados y deseados previamente, en función de una estrategia país para ser monitoreados, por ejemplo, por los expositores de las presentaciones del VII Congreso del Futuro de Chile el año del Bicentenario 2018?
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