Cuando no hay justicia, no hay verdad, no hay memoria.
(Estela de Carlotto, 2018)
El historiador Steve Stern, traza la noción de memorias sueltas y emblemáticas. Las primeras atañen al recuerdo de la experiencia personal y las segundas corresponderían a una memoria colectiva que permite un marco interpretativo de las memorias sueltas. Es decir, son las memorias emblemáticas las que permiten darle un sentido a la memoria suelta e individual.
Sí continuamos la reflexión de Stern, reconocemos en las memorias colectivas el carácter de interpretativas y con capacidad de dar sentido, por tanto, se hace evidente que las memorias emblemáticas disputan la hegemonía en el escenario social. Es decir, una suerte de competitividad por la supremacía, al modo de competencias que menciona Bourdieu en el concepto de habitus y campo. De esa manera, las memorias, definen sus relaciones de poder al interior del campo, campo que estará definido por los conflictos de clase.
Para Stern, en el Chile transicional las memorias emblemáticas en relación al golpe cívico militar y el posterior régimen de facto se componen por cuatro variables:
Las memorias señaladas actúan en el espacio de la memoria colectiva disputando la centralidad de su versión de la experiencia del pasado, del discurso que portan y de los significados y significantes que aspiran relevar al resto de la sociedad. En el contexto descrito, aparecen los discursos para exponer la (s) propias versiones del pasado en el espacio público, por tanto, abriéndose al debate político. A través de afirmaciones, negaciones, silencios, justificaciones se irán articulando las memorias matizadas y mezcladas en dicho espacio. En ese sentido, lo que surge son relatos del pasado sin claridades políticas que se van sitúan en la zona gris como afirmaba Levi y Calveiro, en donde el antagonismo como forma de ubicar la diferencia, se diluye.
La memoria es un territorio en disputa, que involucra luchas, batallas, tensiones, porque en la construcción y significación de ese pasado se está jugando la edificación del presente y del futuro como un acto subversivo y como una impertinencia ante el olvido disciplinador.
Expresado de otra manera, las narraciones que se articulan del pasado no obstaculizan la posición del otro; no producen incomodidad, ni disputan hegemonía pues al no existir dos “bandos” no llegan a producir conflicto. Por tanto, la despolitización y privatización operan en los discursos de las memorias a partir de aquello, reordenando las posiciones y fuerzas para una disputa sinfín sobre qué es, cuándo es y cómo se hace, la memoria. Lo anterior, efectos de un campo de disputas no saldado, pues la gran mayoría de las veces las propuestas de soluciones han llegado desde la institucionalidad tejiendo subrepticiamente un particular orden social, el mal llamado “consenso” y/o “memoria oficial”.
La memoria no es tan sólo el acto de recordar lo bueno y lo malo, sino que trasciende a esa dicotomía, incluso cayendo en el abuso de la misma. Como enuncia Jelin, “la memoria es un territorio en disputa”, que involucra luchas, batallas, tensiones, porque en la construcción y significación de ese pasado se está jugando la edificación del presente y del futuro como un acto subversivo y como una impertinencia ante el olvido disciplinador.
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Patricio Rivas Roldán
La última «reforma de pensiones» del Gob. de Piñera cometió una odiosa discriminación con los pensionados Valech dejándolos sin acceso a la «mejora». La pensión Valech es una paupérrima «reparación simbólica» a las víctimas de prisión política en dictadura. ojalá el nuevo gobierno lo repare a la brevedad. No nos queda mucho tiempo.