Cuesta seguirle el paso al gobierno, más aún cuando dan tantos pasos en falso, demostrando diariamente que del dicho al hecho… hay un largo trecho.
Las próximas elecciones quedarán marcadas por un mismo eslogan: «cualquier cosa, menos esto», dejando muy en claro —desde lo legislativo a lo presidencial— que quienes dijeron «podemos», en realidad no pudieron, producto de la inexperiencia y de un amiguismo pueril nunca antes visto. Me explico.
Si uno analiza con lupa y sin proselitismos mentales, tras el retorno a la democracia, todos los presidentes de la República experimentaron la dificultad de mantener contentos a los bloques políticos y acalladas las disputas internas por el protagonismo. Es cierto, para los tres primeros presidentes, dada la coyuntura nacional, fue un poco más fácil mantener el presidencialismo por sobre el ministerialismo, pero con la llegada de Michelle Bachelet, eso cambió.
Desde que la presidenta Bachelet se hace cargo de La Moneda, comienza el negocio de las cuñas periodísticas, con frases pensadas para obtener titulares a expensas del sentido de unidad. Ejemplos hay varios; si no, pregúntenle al exministro Eyzaguirre, quien poetizando y bromeando, no fue capaz de ver lo que se estaba gestando.
Algunos podrían indicar que el exministro Francisco Vidal partió esto antes, pero, para serles francos, si hablo de él, la columna se chacrea.
¿Entonces qué sucedió después? Simple: asume el presidente Sebastián Piñera, con un eslogan de «el gobierno de los mejores», olvidando que eso acarrearía una no tan sana convivencia (ganada por la UDI) en términos de quiénes eran los más capaces para hacerse cargo del gobierno de Chile.
El análisis posterior, con el segundo mandato de la presidenta Bachelet y del presidente Piñera, repite la fórmula, creando un desastre gigante en la representatividad electoral y un deseo tremendo por copiar modelos y posturas extranjeras, ante la falta de fondo y forma de la política nacional.
¿Y qué sucede después?
Cuando Chile se encontraba con un máximo de descontento en la representatividad, decide apostar por lo nuevo, por el cero kilómetro, por las ideas soñadoras que se conversan alrededor de una fogata en los últimos días de verano, por un idealismo pueril que convence si no lo tomas tanto en serio, por el arte callejero, por el romanticismo de antaño, por el presidente Gabriel Boric.
Hoy sólo serán recordados como un sueño de niñez, como la famosa cruzada de los niños, que no estaban preparados para la adultez
Quiero ser enfático: siempre vi el potencial del presidente Boric, alguien que en lo personal nunca me ha molestado, pero, «otra cosa es con guitarra», y cuando desde el día uno se empieza a ver más forma que fondo, sabíamos que el barco estaba por colapsar.
Chile se llenó de amigos del presidente, los cargos públicos se colmaron de funcionarios altamente capacitados en «cosas» y con una vasta experiencia educacional en las aulas. Algunos sostenían que «tenían más calle» y «más cercanía con el pueblo», sin entender que, sin experiencia laboral constatable, sin haber vivido el difícil arte de postular a un trabajo, asistir a las entrevistas, pasar las evaluaciones, aceptar un sueldo «adecuado» y tener que lidiar con jefaturas «poco idóneas», no sabes realmente lo que es el mundo laboral.
Este gobierno será recordado como el gran bluff de la política moderna, porque vendieron una mano ganadora y repitieron los mismos vicios de jugadores previos. Y eso es positivo y negativo.
Lo negativo del asunto es que las próximas elecciones estarán dominadas por miembros de la vieja escuela, lo cual no debería hacerme sentir tan mal, dado que soy de la generación X. Pero, lamentablemente, mientras más tiempo llevas en política, más mañas tienes y más difícil es que te abras a apuestas osadas que buscan ayudar al país y su cultura (sin ser Procultura, claro).
Lo segundo negativo es que este gobierno pudo impulsar ciertas reformas de probidad que tanto cuestionaron cuando la presidenta Bachelet le dijo «paso» a la comisión Engel, sin que nos olvidemos de los incansables proyectos de rebaja en la dieta parlamentaria que el otrora diputado Jackson y diputado Boric tanto defendían.
Lo bueno es la misma razón que justificó mi voto en la elección presidencial pasada —algo de lo que «algo me arrepiento», dada la debacle actual del país (no hay otra forma de verlo, sorry)— y dice relación con que: si el gobierno hubiese sabido jugar ajedrez, podrían haber logrado lo más importante que todo político requiere, la confianza de la ciudadanía, y con ello, hubiesen controlado el Parlamento y cambiado Chile definitivamente. Pero como dice la canción, entraron al modo «gato suelto en carnicería» y, tras usufructuar de las finanzas del Estado, hoy sólo serán recordados como un sueño de niñez, como la famosa cruzada de los niños, que no estaban preparados para la adultez.
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abechtold
Estimado.
Si votó en su minuto , ya sea por hastío, por novedad, o por simpatía, habrá comprobado que estos temas son más serios y exigen fundamentos más profundos.
En particular, entender que el poder político se construye , sobre todo, generando capas de personas que lo apoyan y trabajan por el candidato. Esas personas buscan retribución posteriormente, eso es una constante. Sin ese grupo, el candidato no puede gobernar. Entonces, per-se, hay una transacción. Por lo tanto, y mientras no se descubra un sistema mejor, eso es lo que hay.
Otro punto es que esas personas, además de tomar cargos (y remuneraciones) aprovechen eso para generar un patrimonio de más largo plazo. Ya sea en redes de contacto, pitutos, Fundaciones, etc. Pero, como verá, el sistema es el que promueve esto: el gobernar el Estado es un botín.
Lo kafkiano de esto fue que estos que gobiernan se dedicaron a abjurar contra esto, pero lo hicieron a tambor batiente. Como dijo alguna vez Carlos Menem, «cuando alguien va a tu casa y habla de moralidad y ética, cuando se va, hay que contar los cubiertos..»
Saludos