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LA MUERTE Y LA CONVENIENCIA POLÍTICA

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Tenía que ser: entre las detonaciones del agobiante clima en torno a la seguridad y criminalidad (convenientemente amplificado y sazonado) surge nuevamente la propuesta de reposición de la pena de muerte, abolida en Chile el año 2001 bajo la presidencia de Ricardo Lagos, uniéndose entonces el humanismo laico y cristiano en una medida altamente civilizatoria. Habían pasado 126 años desde su establecimiento en el país.

¿Quiénes empuñan la bandera de la pena capital en su discurso político?

Los hay de derecha y de izquierda. En la derecha, Evelyn Matthei y el diputado Johannes Kaiser, ambos en sus travesías (hasta ahora paralelas) a La Moneda, han llamado a reponer la pena de muerte; uno más duro y elocuente, Matthei reposada pero con igual firmeza, desconociendo ella a su mentor Sebastián Piñera, un decidido opositor al castigo de muerte. Y dicho sea de paso, difiriendo de José Antonio Kast que manifestó su oposición este tipo de pena, alegando defensa de la vida “desde la concepción hasta la muerte natural”, pero proponiendo “la muerte en vida” de la cadena perpetua, citando a la pasada al salvadoreño Bukele. En esa misma vereda, hace seis años la diputada RN Camila Flores propuso en el Parlamento la reposición de esa pena, siendo derrotada por amplia mayoría. Coherentemente, en enero de este año propuso la inhumana idea de sembrar minas antipersonales toda la frontera norte del país para detener a inmigrantes ilegales.

A izquierda no han faltado los escuderos de la pena de muerte. Ya en 2021 la diputada Pamela Jiles declaraba “responsablemente” ser partidaria de la pena de muerte en los casos de crímenes contra niños y adolescentes. Un claro guiño a sus “nietecitos” del mundo popular y al sentimiento de indignación masiva por la muerte de niños fallecidos en balaceras delictuales. El twitter tan oportunamente subido, fue borrado luego de variadas reacciones críticas, entre las cuales las de su propia tienda de entonces, el Partido Humanista, desde siempre contrario a las condenas a muerte. El reincidente candidato presidencial Eduardo Artés propuso hace algunos días la reposición de la pena capital, aplicada a narcotraficantes y violadores. Cabe recordar que Artés se encuentra reuniendo las 35.361 firmas necesarias para su postulación independiente a La Moneda. En esa labor todo sirve. Por otro lado, en abril 2024 el gobernador de Valparaíso Rodrigo Mundaca deslizó la idea de reinstalar las condenas a muerte, para él “un tema pendiente”.

Como he expresado en columnas anteriores, hay izquierda y derechas, al plural. Y en este tema en ambas culturas ha habido y persisten franjas, exponentes y episodios que establecen la muerte como un justo castigo a la violación de leyes y ofensas a patrias y revoluciones. Son visiones que coinciden en elevar el Estado a único ente con la facultad de matar.

Las razones para oponerse a la pena de muerte han sido muchas veces expuestas y conocidas, formuladas a partir de convicciones éticas o religiosas, y también asentadas en fundamentos jurídicos, políticos y de efectividad en la contención del delito. Vale la pena incurrir en la repetición de los principales argumentos en contra de la muerte como condena:

La actual ofensiva pro pena de muerte proviene de la derecha en Chile, en línea con las tendencias mundiales de las extremas derechas que han abrazado el populismo punitivo como parte de sus plataformas políticas

  • Derecho esencial a la vida. La pena de muerte es una violación de este derecho.
  • Posibles errores judiciales, lo que la convierte en una medida irreversible e injusta.
  • No reduce la criminalidad. No hay pruebas concluyentes de que la pena de muerte tenga un efecto disuasorio más fuerte que la cadena prisión u otras penas severas.
  • Carácter inhumano y cruel.
  • Discriminación y desigualdad. Generalmente afecta a personas pobres o a grupos marginados.
  • Contradicción con valores morales universales. Si se condena el asesinato como algo moralmente incorrecto, el Estado no debería replicar el mismo acto como forma de justicia.
  • Efecto pernicioso en la sociedad. Un sistema penal que permite la ejecución de muerte puede fomentar una cultura de violencia, en lugar de promover la rehabilitación y la justicia restaurativa.
  • A nivel mundial, hay una tendencia clara hacia la abolición de la pena de muerte. Más de dos tercios de los países han eliminado esta práctica en la ley o en la práctica. Hasta finales de 2023, según Amnistía Internacional, 112 países eran totalmente abolicionistas, y 144 habían abolido la pena de muerte en la ley o en la práctica (es decir, no habían ejecutado a nadie en los últimos diez años.
  • En el marco de los DD.HH., la protección de la vida está consagrada en el Artículo 6, del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, ONU, ratificado por Chile en 1975.

Formulo un último (e interesado) comentario. La actual ofensiva pro pena de muerte proviene de la derecha en Chile, en línea con las tendencias mundiales de las extremas derechas que han abrazado el populismo punitivo como parte de sus plataformas políticas. También, y con menor relevancia, procede de la extrema izquierda de Eduardo Artés. En consecuencia, y de acuerdo a sus valores humanistas, corresponde al Socialismo Democrático –que combina la justicia social con los derechos humanos– asumir sin aprensiones ni demora, una respuesta pública a estos deshumanizantes llamados. ¿Cómo? Recordando que en Chile la memoria de las violaciones a los derechos humanos durante la dictadura de Pinochet sigue siendo un tema sensible respecto al valor de la vida humana. Este punto podría resonar difusamente, centrando la narrativa en evitar que el Estado repita los patrones de violencia institucional de aquella época. Asimismo, levantando el ideal de la justicia restaurativa por sobre el crudo punitivismo,  e impulsando un sistema de justicia enfocado en la rehabilitación y en la reinserción social, en lugar de la venganza brutal.

En esta línea, el socialismo tendrá decisivos aliados en la Iglesia e instituciones humanistas (la masonería por ejemplo) y en los partidos y personalidades del centro político inspirados en el liberal progresismo y en los valores del socialcristianismo.

En un Chile que lucha por la igualdad, el bienestar y por superiores niveles de cultura civil, la pena de muerte no tiene cabida. No podemos construir justicia matando, sino sanando y reparando el daño social del delito.

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1 Comentario

abechtold

abechtold

La pena de muerte renace siempre cuando la criminalidad aumenta, y sobre todo cuando los crímenes alcanzan niveles de atrocidad relevantes. Creer que esa es una discusión cerrada con llave es iluso, y bien vale darse cuenta que siempre este tema lleva a la otra conversación asociada: el aborto. Porque la puerta de matar a alguien se abre para muchos casos. Hay grupos políticos que si son mas consistentes: ninguna muerte es aceptable. Estos grupos estan mas asociados al cristianismo, pero son cada vez menos.
Por lo tanto la discusión de quien merece morir se convierte en un tema abierto.
Unos dirán que si alguien se convierte en un monstruo, pierde el derecho humano a vivir. Otros argumentan que si ese alguien no era deseado por la madre, también puede ser eliminado. En este ultimo caso se le da a la madre la potestad para matar al individuo…pero requeríría la ayuda del Estado para hacerlo. O sea, en ambos casos, el Estado participa activamente en la eliminación del individuo.
Entonces ¿quien quiere cerrar por fuera y con candado la discusión sobre si el Estado puede o no eliminar un ser humano?…al parecer pocos.