El punto central no está en si se puede o no hacer un homenaje a Pinochet, sino en lo escandaloso que es, que todavía existan personas, muy poderosas, que justifican haber pisoteando la vida y la dignidad humana. Este homenaje es una oportunidad para recordar las brutalidades de la dictadura, y decir como sociedad, con fuerza, “nunca más”. Pero además, una posibilidad para discutir sobre las transformaciones neoliberales que se realizaron en este brutal régimen, y cómo hoy golpean duramente a millones de chilenos.
El Pinochetismo, piensan erradamente algunos, se circunscribiría solo a la figura del ex dictador, un grupo de militares procesados y unas caricaturescas fanáticas señoras. Pero por desgracia, el pinochetismo es mucho más que eso. Está muy presente hoy en la sociedad. Son dueños de universidades, colegios, AFP´s, Isapres, clínicas, diarios y canales de televisión.
Controlan la economía y el rumbo de Chile. Hasta el fútbol es de su propiedad. Actúan de manera menos bulliciosa que las “señoras pinochetistas”, pero muy claros en su objetivo: defender las transformaciones neoliberales realizadas en la dictadura.
Los más astutos, hoy en La Moneda o el parlamento, saben lo impresentable que sería apoyar las violaciones a los DDHH y los costos electorales de ello. Por eso optan por diferenciar entre estos crímenes y las políticas neoliberales realizadas, como si unas no hubieran sido el medio para imponer las otras. Hablan de “las cosas buenas y las cosas malas de Pinochet” y de “mirar al futuro”. Algo similar a lo que hacen los Legionarios de Cristo, cuando separan “la obra de Maciel” de sus crímenes, o los neonazis cuando siguen “solo las ideas” de Hitler.
La “nueva derecha” fue solo un bonito slogan de campaña. Los partidos que conforman el gobierno de Piñera, a la fecha, no han condenado a la dictadura, ni ha pedido perdón a Chile por ser parte activa de un régimen genocida. Esto contiene un mensaje político muy fuerte, que no solo tiene que ver con cómo actuaron en el pasado, sino, también, con cómo actuarían en el futuro. Una manera elegante de decir: si intentan volver a cambiar las cosas, los volveremos a matar.
El debate respecto a la dictadura de Pinochet, tiene mucho de presente y futuro, y poco de pasado. Es hoy cuando estamos viviendo las consecuencias de las transformaciones de la dictadura, que en gran parte, no fueron (o no pudieron) ser cambiadas en democracia. Es justamente ahora cuando los chilenos están jubilando con apenas el 30% de su último sueldo, mientras las AFP se llenan los bolsillos de dinero. Es hoy cuando cientos de miles viven los abusos de una educación entendida como un producto de mercado. Es en este momento que millones dependen del bolsillo para tener una salud digna mientras las ISAPRES se ríen de la gente. Es hoy cuando millones viven endeudados hasta para comprar la comida.
Un Chile segmentado, de verdaderas castas. Donde un niño pobre solo conocerá a un niño rico cuando le tenga que servir en un restaurante. Un país de igualdades y oportunidades, solo para el 2% de los chilenos.
El debate respecto a la dictadura de Pinochet, tiene mucho de presente y futuro, y poco de pasado. Es hoy cuando estamos viviendo las consecuencias de las transformaciones de la dictadura, que en gran parte, no fueron (o no pudieron) ser cambiadas en democracia.
Pinochet fue el resumen de lo peor del ser humano. Traicionó la confianza de Allende para derrocarlo y, de paso, hizo algo similar en la misma junta. Exilió, exoneró, torturó, y asesinó a miles y miles de personas; niños, mujeres, ancianos, estudiantes, artistas, políticos, religiosos y académicos incluidos en su lista. Censuró la prensa. Terminó con sindicatos y gremios. Impuso toques de queda. Metió a Chile en una sombra oscura de represión y terror durante 17 años, y otros tanto en democracia. Transformó los derechos sociales de los chilenos en el negocio de un puñado de familias. Se enriqueció a costa del estado, falseando su identidad para blanquear el dinero en un banco de otro país.
Ya en democracia, no tuvo asco en sacar al ejército a la calle para evitar que investigaran los escándalos de cheques de su hijo y esposa. No permitió que la democracia se desarrollara libremente. Permaneció amenazante por 10 años más, como comandante del ejército, y se instaló como senador vitalicio.
Pinochet terminó apuntado en el mundo entero como un genocida y ladrón. Tuvo que aducir que no controlaba los esfínteres y fingir una demencia senil para no enfrentar a la justicia.
Un asesino, un ladrón, un oportunista, un traidor y un cobarde.
Que a un hombre así le hagan un homenaje, es solo una oportunidad para evidenciar que son, que hicieron, y de que son capaces aquellos que defienden su terrorífico legado. La dictadura de Pinochet respira en cada institución