#Política

Febrero 1933–Noviembre 2025 ¿Qué tan cerca o lejos estamos, gancho?

Compartir

Siempre he pensado que los refranes y dichos populares representan una precisa aproximación empírica del traspaso de información de una generación a la otra en la especie humana. Cada una de esas sentencias representa verdades ancestrales, axiomas casi inmutables que se ratifican con datos, experiencias individuales y colectivas de cualquier grupo de seres humanos que coincidan en el tiempo y en el espacio. Un ejemplo de aquello lo representa el dicho “Todos son generales después de la batalla”. Mirar hacia atrás y analizar la leche derramada de manera sesuda por analistas, augures y astrólogos demanda menos condiciones neuronales que proyectar escenarios futuros, a partir de datos y hechos pasados, así como las consecuencias derivadas de éstos. Lo que confirma lo anterior es que, a nivel individual o colectivo, las distintas generaciones de seres humanos somos propensos a botar una y otra vez vasos con leche, o dicho de otra forma, a tropezarnos una y otra vez con las mismas piedras que la historia y las circunstancias insisten en ponernos en el sendero de la evolución. Quizás por eso estamos más cerca de ser un eslabón perdido que autocomplacernos como “la joya” de la corona evolutiva en la naturaleza.

Lo anterior lo traigo a colación porque en la próxima primavera austral nuevamente nos enfrentaremos a un proceso electoral de características singulares, donde el mecanismo de elección y algunos de sus participantes podrían transformar significativamente los precarios y siempre incompletos avances en materia de justicia y seguridad social para la mayoría de los habitantes de este Fundo con vistas al Océano Pacífico. Por un lado, entre los desafiantes al sillón de La Moneda están representantes de una ultraderecha de nuevo cuño, desenfadada y orgullosa de ser la genuina heredera de un pasado glorioso, a ojos de ellos, que logró extirpar el “cáncer marxista” y que estaría dispuesta a repetir sin complejos el brutal libreto de los Pinochet, Contreras, Krassnoff, Moren Brito, Corvalán, Arellano Stark, Fernández Larios, Townley y tantos otros que pueblan Punta Peuco.

Por otro lado, están los desafiantes procedentes de la derecha tradicional que representa a los verdaderos dueños de este fundo que, como buenos comerciantes, no verían con malos ojos que en el sillón presidencial se siente cualquiera, ya sea su candidata medio desteñida o alguno de los lobos de camisas pardas con ansias de dar el zarpazo a La Moneda, siempre y cuando les aseguren y aumenten sus prerrogativas como dueños históricos de su fundo llamado Chile. Cerrando estos participantes de las próximas elecciones, están un regimiento de casi 3 millones de electores obligados, quienes históricamente se habían mantenido al margen de cualquier proceso de elección popular, hasta el proceso de salida del primer proceso constituyente, el que lo rechazaron alegremente para evitar que les expropiaran su segunda vivienda imaginaria. Una legión de seres humanos adictos al tiktok, instagram, X, facebook y de cuanta plataforma digital se les cruce por delante, con serias dificultades para entender un texto que supere los 140 caracteres o no esté inserto en un meme, con una capacidad de reflexión crítica de su entorno que tiende al cero absoluto y que es altamente voluble e influenciable por cuñas de matinales y noticiarios tendenciosos o una inteligencia artificial malintencionada generada por granjas de bots que consumen cada mañana con la marraqueta del desayuno.

La posibilidad de que un lobo disfrazado de oveja reciba la banda presidencial del presidente saliente es inquietante por todas las implicancias negativas que pueda tener este fenómeno político respecto de los exiguos logros asociados a justicia social y políticas públicas benéficas para grandes mayorías; las que en estas tierras donde el diablo perdió el poncho, han costado, literalmente, toneladas de muertos, sangre, sudor y lágrimas de generaciones completas desde las guerras de independencia contra la monarquía española hasta el estallido social de 2019.

¿Qué tan lejos o qué tan cerca estaremos de remedar ese febrero de 1933 con aires primaverales en nuestro noviembre de 2025?

Aunque no tengo una bola de cristal que avizore el porvenir, los efectos derivados de la asunción de lobos al poder en años anteriores son analizados por historiadores, sociólogos y antropólogos actuales. Me pregunto ¿qué antecedentes, registros visuales o declaraciones tendrán los historiadores y sociólogos que aún no nacen cuando se pongan manos a la obra para disecar nuestras generaciones de postrimerías del SXX y albores del S.XXI? ¿Sacaremos nota azul? ¿o definitivamente repetiremos curso, como le ocurrió a la generación de alemanes que vivió el primer tercio del siglo pasado, cuyas decisiones políticas y electorales les siguen penando casi 100 años después?

0
106

Los contenidos publicados en elquintopoder.cl son de exclusiva responsabilidad de sus respectivos autores.
Te invitamos a conocer nuestras Reglas de Comunidad

Comenta este artículo

Datos obligatorios*