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La guerra que ya estamos viviendo: Putin desafía a la OTAN

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Un nuevo Múnich en el siglo XXI

En 1938, el primer ministro británico Neville Chamberlain viajó a Múnich con la esperanza de evitar una guerra. Entregó a Hitler la región de los Sudetes, la zona germanoparlante de Checoslovaquia, convencido de que esa concesión sería suficiente para frenar sus ambiciones. Regresó a Londres agitando un papel y proclamando “paz para nuestro tiempo”. Menos de un año después, comenzó la Segunda Guerra Mundial. La guerra estaba planeada de antemano. Hitler solo estaba probando hasta dónde podía llegar sin encontrar resistencia.

Hoy, el mundo enfrenta un escenario inquietantemente similar. Putin no es Hitler, pero, como el dictador alemán, ya tiene un mapa mental de lo que quiere recuperar. Cada incursión en el espacio aéreo de Estonia, cada dron derribado en Polonia, cada provocación en Rumania es un ensayo, una prueba para medir la respuesta de Occidente. Si no encuentra oposición firme, el siguiente paso será mayor. Quien crea que esto es mera intimidación está repitiendo los errores de 1938.

Un nuevo Múnich en el siglo XXI

En 1938, el primer ministro británico Neville Chamberlain viajó a Múnich con la esperanza de evitar una guerra. Entregó a Hitler la región de los Sudetes, la zona germanoparlante de Checoslovaquia, convencido de que esa concesión sería suficiente para frenar sus ambiciones. Regresó a Londres agitando un papel y proclamando “paz para nuestro tiempo”. Menos de un año después, comenzó la Segunda Guerra Mundial. La guerra estaba planeada de antemano. Hitler solo estaba probando hasta dónde podía llegar sin encontrar resistencia.

Hoy, el mundo enfrenta un escenario inquietantemente similar. Putin no es Hitler, pero, como el dictador alemán, ya tiene un mapa mental de lo que quiere recuperar. Cada incursión en el espacio aéreo de Estonia, cada dron derribado en Polonia, cada provocación en Rumania es un ensayo, una prueba para medir la respuesta de Occidente. Si no encuentra oposición firme, el siguiente paso será mayor. Quien crea que esto es mera intimidación está repitiendo los errores de 1938.

Putin: un híbrido ideológico

No estamos ante un demócrata ni ante un simple nacionalista. Putin es un híbrido ideológico. Fue formado en la KGB, la institución más nefasta de la Unión Soviética, encargada de la represión interna y del espionaje internacional. Creció bajo el marxismo-leninismo y, cuando el Muro de Berlín cayó, él estaba allí, en Alemania Oriental, quemando documentos y viendo desmoronarse el sistema que le dio identidad. Ese momento fue un trauma político y personal que lo impulsa a revertir lo que llama “la mayor catástrofe geopolítica del siglo XX”: la disolución de la URSS.

Pero Putin no es un comunista ortodoxo. Es un híbrido que mezcla la cultura ideológica de la KGB con el populismo de extrema derecha. Promueve un nacionalismo autoritario, rechaza la diversidad sexual, el feminismo y lo que llama “cultura woke”, lo que lo hace atractivo para sectores de la extrema derecha occidental que lo ven como un modelo de “mano dura”.

Estos grupos incluso han intentado bloquear la ayuda militar a Ucrania, replicando el error de quienes quisieron mantener a EE. UU. al margen de la Segunda Guerra Mundial hasta que fue demasiado tarde.

La guerra en Ucrania como laboratorio

La guerra en Ucrania le ha servido a Putin como un laboratorio: su ejército gana experiencia real, prueba nuevas armas y sistemas de drones, y mide la paciencia y unidad de Occidente. Cada concesión, cada demora en el envío de armas, cada debate interno en la OTAN es observado en Moscú como una señal de debilidad.

Los incidentes recientes son claros ejemplos:

  • Estonia: tres aviones rusos violaron el espacio aéreo del país y de la OTAN, probando la capacidad de respuesta del bloque.

  • Polonia: varios drones rusos fueron derribados dentro del territorio polaco, otra señal de ensayo de ataques y vigilancia.

  • Rumania: un avión ruso ingresó a su espacio aéreo, reafirmando la intención de probar la defensa aérea de los aliados.

    Hoy estamos ante un nuevo Múnich. La pregunta es si esta vez Occidente reaccionará antes de que sea demasiado tarde

  • Alemania: avistamientos de drones.

Al menos 10 países europeos han sido testigos de incursiones de drones en los últimos meses. Lituania, Letonia, Dinamarca, Noruega, Rumanía, Polonia, Estonia, Alemania y Francia han visto drones o interrupciones sobre su territorio.

Estos episodios no son accidentes; son pasos medidos dentro de un plan estratégico imperialista de Putin, donde Estonia estaría en primera línea ya que posee un grupo de rusos viviendo en ese país báltico. La perfecta excusa para invadir buscando protegerlos de cualquier falsa situación de violencia hacia ellos. En Estonia, residen aproximadamente 283,000 personas de etnia rusa, lo que representa alrededor del 20.9% de la población total del país en 2025. Estos llegaron durante el período de la URSS.

Aliados estratégicos en América Latina

Putin no actúa solo. En América Latina, ha construido una red de aliados estratégicos con las dictaduras de la extrema izquierda que refuerzan su posición global.

  • Venezuela: inauguró, con participación rusa, la primera fábrica de municiones Kaláshnikov en el continente y mantiene cooperación logística y militar. Además, informes señalan la presencia de mercenarios del grupo Wagner en Caracas.

  • Cuba: respalda diplomáticamente a Rusia y recibe inversiones millonarias en sectores estratégicos.

  • Nicaragua: ha expresado apoyo a las regiones separatistas prorrusas y mantiene lazos políticos cercanos con Moscú.

Estos países no solo respaldan la ideología de Moscú, sino que, en un conflicto global, actuarían como aliados logísticos, diplomáticos y de inteligencia contra Occidente.

Occidente subestima la amenaza

Rusia apenas ha vivido una década de democracia plena bajo Yeltsin; fuera de ese período, su historia es autoritaria. Pretender que Putin negociará en buena fe o aceptará una derrota diplomática es desconocer su mentalidad. Para él, la política es guerra y la guerra es política.

Europa debe despertar. La guerra ya no es una amenaza futura: es una realidad que se libra en Ucrania, en el espacio aéreo báltico y en el ciberespacio. Si no se responde con firmeza, el siguiente paso podría ser una incursión directa contra un miembro de la OTAN. Cuando eso ocurra, el costo en vidas y recursos será infinitamente mayor.

La historia ya nos mostró el precio del apaciguamiento. Chamberlain creyó que cediendo un territorio evitaría la guerra. Lo que consiguió fue que Hitler se sintiera más fuerte. Hoy estamos ante un nuevo Múnich. La pregunta es si esta vez Occidente reaccionará antes de que sea demasiado tarde.

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1 Comentario

FREDY CANCINO BERRÍOS

Muy buen análisis. Bravo..!