La participación de Chile como observador en la cumbre de los BRICS —bloque conformado por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, recientemente ampliado— no solo constituye una decisión acertada, sino también una necesidad estratégica. Se trata de una señal de madurez política, una lectura lúcida del escenario internacional y una expresión de soberanía al explorar vías de desarrollo no subordinadas a las lógicas unilaterales de los poderes tradicionales, especialmente Estados Unidos.
Durante décadas, América Latina ha vivido bajo la influencia predominante de la hegemonía estadounidense. Si bien esa relación generó ciertos beneficios comerciales, también tuvo un alto costo político y social. Basta recordar el rol del gobierno norteamericano —a través de la CIA— en el derrocamiento de Salvador Allende en 1973. Este hecho no fue aislado, sino parte de una política sistemática de intervenciones en la región.
Hoy, Estados Unidos sigue siendo un socio inestable y poco confiable: su política exterior intervencionista, el apoyo a gobiernos cuestionados por derechos humanos (como en el caso de Israel y Palestina) y su responsabilidad en crisis financieras globales evidencian una fragilidad estructural. A esto se suma el deterioro democrático interno, como el uso abusivo de órdenes ejecutivas, el debilitamiento del Congreso y restricciones a la libertad académica.
Frente a este panorama, cabe preguntarse: ¿Debe Chile seguir apostando exclusivamente por un socio cuya trayectoria reciente combina intervencionismo, sanciones y políticas regresivas?
La apertura hacia los BRICS representa una apuesta por un orden internacional más plural y equitativo. Este bloque promueve relaciones más simétricas y cuestiona la arquitectura financiera dominada por el dólar y las instituciones de Bretton Woods.
Para Chile, participar en este espacio ofrece oportunidades clave:
Diversificación de exportaciones: Con China e India representando casi el 40% de la población mundial, Chile puede fortalecer sectores como la agroindustria, los servicios y las tecnologías limpias.
Participar en los BRICS no es renunciar a Occidente: es afirmar el derecho de Chile a definir su destino desde la dignidad, la autonomía y la diversidad de alianzas que el siglo XXI exige
Soberanía económica: El Nuevo Banco de Desarrollo ofrece financiamiento sin las condicionalidades del FMI y el Banco Mundial.
Equilibrio geopolítico: Diversificar alianzas refuerza una política exterior multilateral, enfocada en el diálogo Sur-Sur y un nuevo equilibrio global más representativo.
Aceptar la invitación a los BRICS no es traicionar alianzas: es actuar con visión estratégica y pragmatismo. Chile no puede seguir hipotecando su futuro en nombre de lealtades heredadas de la Guerra Fría. Ya no estamos en 1973. Pero el recuerdo de ese año debe alertarnos sobre los riesgos de depender de una sola potencia.
Ha llegado el momento de mirar al mundo con nuevos ojos. La historia enseña que la subordinación a un único actor global genera vulnerabilidad. Participar en los BRICS no es renunciar a Occidente: es afirmar el derecho de Chile a definir su destino desde la dignidad, la autonomía y la diversidad de alianzas que el siglo XXI exige.
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