El Censo 2024 no solo entrega cifras. Expone contradicciones profundas. Mientras comunas como Villa Alemana, Concón y Quilpué muestran un crecimiento poblacional sostenido, la ciudad de Valparaíso —epicentro histórico, institucional y simbólico del litoral central— pierde más de 11 mil habitantes en apenas siete años. ¿Cómo puede una metrópolis crecer en sus bordes mientras su corazón se vacía? ¿Qué significa que su núcleo, donde reside la historia republicana, cívica y portuaria del país, esté siendo abandonado silenciosamente?.
La caída del 3,95% en la población de Valparaíso contrasta con los aumentos del 10,29% en Villa Alemana, 14,57% en Concón y 7,15% en Quilpué. Incluso Viña del Mar, con un crecimiento marginal del 0,19%, supera a la ciudad puerto. Este patrón revela una tendencia estructural de desplazamiento poblacional desde el centro hacia la periferia, alimentada por múltiples factores: alto costo de vida, inseguridad, deterioro urbano, burocracia en la gestión urbana y falta de planificación integral.
A esta tendencia se suma otro dato preocupante: el Gran Valparaíso concentra la mayor cantidad de campamentos del país, según catastros recientes del Ministerio de Vivienda. Esta expansión informal ocurre sobre todo en las laderas y bordes urbanos, muchas veces sin planificación, sin servicios básicos y al margen del control institucional. La periferia crece espontáneamente, mientras el centro histórico se vacía.
Un caso simbólico es el de Placilla de Peñuelas. Originalmente proyectado como un enclave residencial complementario, hoy funciona casi como una comuna satélite: con comercio, servicios, colegios y hasta futuros centros de salud propios, lo que ha fomentado un proceso de autarquía urbana. Placilla se equipa para dejar de depender de Valparaíso, y en ese aislamiento funcional, refuerza la desconexión entre el centro y sus periferias.
Pero esto va más allá de los números. Basta con revisar los datos del Censo 2017 por distrito censal: zonas históricas como Puerto, Comercio y El Almendral, íconos de la identidad urbana porteña, concentran poblaciones irrisorias. El distrito Puerto contaba con solo 177 habitantes. Comercio, con 1.265. Almendral, apenas 1.824. Se trata de territorios urbanos centrales que deberían estar llenos de vida, pero hoy parecen arrasados por la inercia del abandono y la falta de voluntad para pensar una regeneración urbana desde la justicia territorial.
Lo que ocurre en Valparaíso es, en el fondo, una crisis de modelo urbano. Ha desaparecido toda estrategia de desarrollo que articule crecimiento poblacional, inversión pública y sentido de proyecto común. La congelación de permisos de edificación en sectores del plan, la ausencia de vivienda asequible, el deterioro del espacio público y la migración de grandes empresas hacia Viña del Mar o Santiago —cuando no su desaparición definitiva— constituyen síntomas de un problema mayor: la desvinculación entre política pública, inversión privada y necesidades de la ciudadanía.
A esto se suma la fuga de talentos locales. Cada año, Valparaíso forma a cientos de profesionales en sus universidades, pero no les ofrece espacio para desarrollarse. La falta de oportunidades, empleo calificado, ecosistemas de innovación y apoyo institucional empujan a esos jóvenes hacia otras regiones o al extranjero. Esta hemorragia de capital humano es una herida abierta que impide pensar en un nuevo ciclo de prosperidad urbana. Nos formamos en la ciudad que amamos, pero la ciudad no nos permite quedarnos.
¿Tiene Valparaíso potencial para revertir este proceso? Sí, y mucho. Es la región con el internet comunal más rápido del país, cuenta con vocación portuaria, universidades, oferta cultural, atractivos turísticos, economías creativas y espacios industriales. Tiene acceso a comercio internacional, al turismo internacional, a zonas de conservación y a una identidad territorial única. Además, existen sectores con alto potencial para el desarrollo sostenible, la economía circular, la innovación tecnológica y la regeneración urbana.
Pero para aprovechar ese potencial hace falta voluntad política, visión estratégica y una narrativa de ciudad que combine memoria histórica con ambición de futuro. ¿Han intentado buscar en Google algún proyecto inmobiliario en el casco histórico de Valparaíso para la compra de la primera vivienda? Todo está en Curauma, Placilla o derechamente en comunas periféricas. La oferta habitacional se aleja del corazón de Valparaíso, reforzando el patrón de despoblamiento, abandono e informalidad urbana.
La teoría de la geografía de la oportunidad (Galster & Killen, 1995) plantea que el acceso a recursos, servicios y posibilidades depende del lugar donde vives. Hoy, vivir en el plan de Valparaíso no garantiza acceso real a salud, educación, empleo ni conectividad segura. Al contrario, estos territorios se asocian a deterioro, inseguridad e inmovilidad social. Poblar el centro no significa llenar las calles de comercio ambulante desregulado, sino crear oportunidades laborales formales, proyectos habitacionales integradores, redes de transporte sostenibles, cultura viva, innovación urbana y economía creativa.
Desde la sociología urbana, Castells (1998) habla del “desanclaje urbano” como el proceso en que los centros pierden su rol integrador, desconectándose de su territorio y su función social. Sassen (2001) nos recuerda que el valor de una ciudad no está en su cantidad de habitantes, sino en su capacidad de articular redes globales, económicas, sociales y simbólicas. Valparaíso no debe competir con Santiago o Viña: debe encontrar su vocación renovada como ciudad-puerto patrimonial del siglo XXI, articuladora de saberes, creatividad y convivencia urbana.
La regeneración urbana no es una fantasía, ni una importación forzada de modelos extranjeros. Pero esta regeneración no se logrará mientras Valparaíso siga siendo visto desde fuera como un objeto pintoresco. A Valparaíso no le sirve seguir trayendo profesionales externos que ven la ciudad solo como una postal para Instagram desde el cerro Alegre o el Concepción. Tampoco como un destino laboral de paso para quienes, desde Santiago, llegan a experimentar su «etapa en la costa». Valparaíso merece más que miradas folclóricas o intervenciones cosméticas.
A Valparaíso no le sirve seguir trayendo profesionales externos que ven la ciudad solo como una postal para Instagram desde el cerro Alegre o el Concepción. Tampoco como un destino laboral de paso para quienes, desde Santiago, llegan a experimentar su "etapa en la costa". Valparaíso merece más que miradas folclóricas o intervenciones cosméticas
La toma de decisiones sobre el futuro de la ciudad debe incorporar a su propia gente: a quienes nacieron y crecieron en sus cerros, se formaron en sus liceos municipales, estudiaron en sus universidades locales y hoy no encuentran espacio para desarrollarse. Sin esa integración social y territorial, cualquier política de regeneración será incompleta, desarraigada e inefectiva.
Ciudades portuarias como Liverpool, Baltimore o Génova enfrentaron desafíos similares de abandono, desindustrialización y despoblamiento, y lograron revertirlos. Lo hicieron con estrategias integrales que combinaron infraestructura cultural, desarrollo inmobiliario controlado, incentivos fiscales, innovación tecnológica, conectividad digital y políticas activas de repoblamiento. de modelos extranjeros. Ciudades portuarias como Liverpool, Baltimore o Génova enfrentaron desafíos similares de abandono, desindustrialización y despoblamiento, y lograron revertirlos. Lo hicieron con estrategias integrales que combinaron infraestructura cultural, desarrollo inmobiliario controlado, incentivos fiscales, innovación tecnológica, conectividad digital y políticas activas de repoblamiento.
Liverpool reactivó su centro histórico gracias a inversiones en patrimonio, zonas de desarrollo económico y una estrategia cultural robusta. Baltimore reconvirtió su puerto industrial en un nodo turístico y tecnológico. Génova apostó por un equilibrio entre tradición e innovación, atrayendo a jóvenes profesionales con vivienda asequible y una nueva economía urbana.
¿Y qué puede aprender Valparaíso de estas experiencias? Que no basta con preservar el pasado: hay que actualizarlo, renovarlo, resignificarlo. Que no se trata de copiar modelos, sino de adaptar estrategias al contexto local. Que la mezcla entre visión de largo plazo, incentivos económicos, inversiones culturales y voluntad política puede cambiar el destino de una ciudad.
Valparaíso ya tiene los elementos base: patrimonio, identidad, historia, universidades, puerto, capital humano, acceso digital. Lo que falta es cohesión, liderazgo y decisión. No queremos que Valparaíso sea una postal despoblada. Queremos que vuelva a ser una ciudad para vivir, crear, trabajar y convivir. Un centro activo, atractivo y habitado. Un corazón que vuelva a latir.
Referencias:
Castells, M. (1998). La era de la información: Economía, sociedad y cultura. Volumen I: La sociedad red. Alianza Editorial.
Sassen, S. (2001). The Global City: New York, London, Tokyo. Princeton University Press.
Galster, G., & Killen, S. (1995). The geography of opportunity: A framework for analyzing neighborhood effects on children. The Urban Institute.
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