En Chile hemos conocido muy buenas columnas de este género literario que se usa llamar “crítica literaria” o de libros. Y, curiosamente, no ha sido la cultura “progresista” la que mayormente la ha producido, sino “gente-de-derecha” —fraseología ésta, de las izquierdas y las derechas, que funciona ya más como “ayuda memoria” que como criterio de discernimiento.
Alone (que es como un especial “solitario”) Hernán Díaz Arrieta, nació aun en el siglo XIX. Vivió largo y se nos murió en 1984, casi con 100 años. Siendo un “derechista-cultural”, recibió con entusiasmo “Crepusculario” de Neruda —aunque comenzó a resistir por confuso al Neruda de “Tentativa del hombre infinito”.
En los mismos años 20, se permitió lo que era considerado un escándalo dentro de las convenciones sexo-artísticas de la época: trató públicamente a G. Mistral con el género masculino: “tal vez el primer poeta del habla castellana” …
Ignacio Valente es el cura Opus Dei (de “ultraderecha”) J. M. Ibáñez Langlois escribiendo “crítica”. Que acogió un poco exageradamente bien al R. Zurita de los años 80. Esa fue una gran poesía, que duró poco. Personalmente leí “Anteparaíso” asombrado y contento —y he releído “Purgatorio” más bien como un “vanguardismo”.
Cuando sucede que Zurita aparece al modo de un breve preso político del golpe, entonces Valente lo deja en segundo plano, y prefiere destacar todas esas resonancias evangélico-católicas de las tentativas del primer Zurita. No digamos nada del segundo o tercer Zurita…
Alone recibió, parece que merecidamente, el Premio Nacional de Literatura (1959), pues nos hizo gozar frases tan buenas como esta:
“La crítica literaria objetiva, seria, imparcial e independiente es la ideal,
pero tiene un serio inconveniente: no existe”
Hoy podemos agregar que esta no-existencia no obedecería a una “falta” o “carencia”, sino a un carácter del fenómeno cuando humano. Entonces, uno experimenta un estremecimiento de mediocridad cuando lee algunas frases aparecidas y firmadas en ese diario “El Mercurio” por Pedro Gandolfo.
Comenta «Estado de materia» de Carlos Cociña. Hace poco. Recién en una edición de febrero de 2025. Entonces, ¡qué lamentables frases las de Gandolfo! Leamos atentamente esta:
“Los textos de Cociña dan a luz a un cosmos que
dispone de cierto orden, una lógica y una atmósfera»
Pero, pareciera que, a un griego de la Atenas clásica, “cosmos” decía directamente la palabra que traducimos como “orden”, “orden universal” —o universal manera del orden en lo que existe. Entonces Gandolfo dice dos veces lo mismo como si la primera vez fuera explicada (más bien repetida) por la segunda —y su frase deviene “mala-retórica”, o frase ampulosa e ignorante.
En cambio, y para peor, escribe: “cosmos-lógica-atmósfera”. Las diferencias entre esos sentidos sí que podría generar algo interesante —pero Gandolfo las usa del modo más superficial: da por sabido lo que dicen y espera que solamente repercuta cierta “rimbombancia” de una palabra como “lógica” —cuando usaba al pasar.
Esta otra: «Hay un «pensar poetizante» que se halla en especial conexión con la verdad«, suscita tremendas posibilidades sin elaborar ninguna. La relación entre poesía y verdad, desde la misma poesía y desde la filosofía, las entrecruza, ellas se alimentan, se “cuestionan”. Y da frutos que, en este siglo XXI, todavía resultan “en-proceso”. Ni verdad como certeza racionalista; ni verdad como relativismo post. Y la palabra misma como meditada. Así en verdad-aletheia, la des/ocultación. O en el pragmatismo (“uso”) de Wittgenstein…
Su referencia a Heidegger es “rara”: “Más que adecuación del intelecto a la cosa, se podría pensar en irradiación”. ¿Irradiación?, cuando Heidegger está transformando la definición tradicional de la adecuación del enunciado a la cosa, en aletheia.
O, ¿qué dice en efecto esta frase: “La poesía de Carlos Cociña tiene una dimensión matérica poderosa”. ¿“Matérica”?
O, ¿qué sentido podría darnos esta liviandad: “La presencia de la naturaleza es muy clara en estos fragmentos poéticos”? Sin darnos algún índice de claridad —y usando “naturaleza” del modo más indiferente posible. Esto no es crítica literaria. Es fraseología vana.
Finalmente, esta “Cociña elabora un lenguaje poético consistente y sorprendente en el que se despliegan distintos registros, pero que todos guardan un sello común”, no es “critica-literaria” sino amiguismo.
Pues, si a esta “altura-del-partido” cualquier escritura puede reclamar “ser-poesía”, el caso de este asunto con la “materia” de Cociña resulta una de ellas. Leamos:
“Los desiertos son imaginarios. Un mapa de otros paisajes que aparecen sólo en sueños nocturnos, o cuando se piensa en nada. Huesos en tierra seca donde mucho antes se sintió la extensión dura del sol y el frío de las piedras oscuras. Un cuásar que no se sabe dónde y cuándo está, pero constituye materia, una planicie que a veces emerge con flores de hielo”
E indefinidamente, interminablemente, la arbitrariedad pulsada siempre en la misma tecla. Frases poco convencionales que entonces sí “significan-cualquier-cosa” –y que los amigos llaman “gran poesía”.
A Gandolfo nunca le darán un Premio Nacional, pero si un sueldo mercurial contundente todos los meses. Alone sigue solitario y entre sus fantasmas. E Ignacio Valente ya no escribe. Este siglo XXI sigue corroyendo la vida y lo vital en los vivientes urbanos. Una vuelta hacia eso ultra-humano –el sol, los mares, los aires o las galaxias–, pudiera ofrecernos fenómenos de experiencias para generar nueva/antigua poesía.
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Claudia Alcérreca Araya
Que buen artículo Fernando….