El viernes 30 de mayo recién pasado, realizamos la 4ª Etapa del proyecto “Hacia el Festival chileno de la Filosofía, 2025”. Se llevó a cabo en el salón parroquial de la comuna de Algarrobo –con el apoyo organizativo de la Corporación Cultural de esta localidad del Litoral Central.
Con muy buena audiencia de público de muchas procedencias, con café, bebidas y varios comestibles, hubimos de terminar la animada conversación e intercambios, porque nos era requerido cerrar la sede vecinal por la noche.
En cambio, desde la UFRO, Universidad de La Frontera en Temuco, desde su núcleo de académicos en filosofía –bastante reducido pero, al parecer, bien activo–, nos interponen y elucubran toda clase de excusas y curiosas explicaciones para que no realicemos nuestra jornada –la 5ª Etapa–, la próxima semana en su campus Andrés Bello, al oeste de la ciudad.
Somos resistidos por el academicismo imperante. Se trata d’eso y poco más qu’eso. La práctica del pensamiento riguroso y atento a los asuntos epocales, es sustituida por estructuras institucionales llenas de cargos, jefaturas, puntajes y sabrosos sueldos, donde laboran personas llenas de “Títulos” –“ya no se puede llamar a Erika, Erika, ni a Patricio, Patricio; hay que llamarlos ‘doctores’”…, aun cuando uno los haya conocido como alegres estudiantes llenos de juveniles libertades y anhelos.
Demás añadir: con permiso-oficial, con recepción-oficial, o sin ellos, la 5ª Etapa del proyecto ‘Hacia el festival…’, la realizaremos en los patios, pasillos y jardines de la UFRO-2025.
Haremos los registros correspondientes, y nuevamente la libertad de pensar lo digno-de-pensar –a la intemperie, como le gustaba decir al colega Iván Trujillo, cuando fue joven (no hoy, otro ‘doctor’)–, estará por encima de los académicos cómodos y llenos de ‘protecciones’ respecto del mundo que se supone están pensando mirando el por/venir.
Aunque todo no es ni tan oscuro ni tan contrahecho en las universidades chilenas hoy, en 2025. Paradojalmente, desd’el rectorado de una Universidad privada, nacida de la reforma neoliberal de 1981, bajo dictadura, escuchamos la mejor defensa d’esta actitud de filosofar –“y dejar de solamente versar pretendidas erudiciones a partir de exquisitas búsquedas y reinterpretaciones de cuanta página han escrito nuestros Grandes Nombres…”
“Pues, han de saber ustedes que, con cada uno de nuestros platones y aristóteles, kants y hegels, uno se puede pasar toda la vida y morirse, sólo (re)descubriendo el tesoro de pensamientos que produjo y regaló al mundo e historia humana uno solo de ellos.”
A esa persona-del-rector incluso se la puede llamar Carlos, a diferencia de tanto “doctor” que arruga la nariz si uno olvida esos grados y medallas –que, ante todo, señalan una amplia conformidad a las reglas de la burocracia actual en el pensar.
Carlos Peña presentó, el otro día, a José Luis Villacañas, profesor de la madrileña Complutense, a propósito de un libro titulado: “Max Weber en contexto. Filosofía y ciencia social en la senda de Kant”.
¿Se nota? ¿Por qué la relevancia de relevar a un sociólogo desde el hacer filosófico? A veces, por estos tiempos del post (y “post-post”), “la filosofía se sociologiza de manera mediocre”, en esa pretendida “ampliación” a cualquier asunto que ha traído consigo la “revolución postmoderna” en el siglo XX.
Tomar, como hizo H. Giannini, el bar de una ciudad chilena –o una plaza de barrio–, y pretender filosofar de ellos, es facilismo, si acaso, como hizo Giannini, no realizamos un riguroso discernimiento de la diferencia entre:
“frases de uso cotidiano entre vecinos”
“frases de una ciencia estadística de conductas barriales”
A la intemperie y con ardiente paciencia, el Festival Chileno de la Filosofía desafía la rigidez académica y propone un pensar vivo, libre y conectado con el presente
“frases de un literato ficcionando su barrio y algún bar (lo hizo Borges)”, y
“frases de una meditación filosófica”
Pero, volvamos a Carlos Peña, abogado-filósofo y rector.
¿Qué destacó, entre otras cosas, del profesor español? Pues, precisamente, “su atención constante, ininterrumpida, a las ‘cosas’ y realidades fácticas de las épocas, y su constancia en no dejarse llevar a las erudiciones y miles de páginas mediante las cuales, un ‘académico’ del post, intenta pasar-por-inteligente –y ganar más concursos y mejores sueldos…”
Dijo, por ejemplo: “El proyecto intelectual de Villacañas, nos refiere a una cierta concepción actual, siglo XXI, de la filosofía. Nos hace notar, y nos recuerda, una cierta alergia hacia la filosofía puramente filológica, puramente conceptual, aparentemente muy erudita, que es tan frecuente en los países de América Latina”.
Sí. Mis antiguos jóvenes compañeros que amaban pensar-desde-Chile, hoy piensan desde y hacia sus escritorios, y, demasiado, para puntajes y nombramientos –y comisiones internas universitarias.
“Yo usaba alegar contra la costumbre de ‘hablar difícil’ como cumbre de nuestro quehacer. Y varios movían la cabeza…”
“La ‘alergia’ –palabra asaz punzante y hasta violenta para describir una percepción de estos ‘doctores’–, la alergia-rechazo y asco (entre alergia y asco habría sólo modulaciones, decía Pablo Oyarzun en unas páginas viejas)–, hacia esas exquisiteces finalmente irrelevantes ante las ‘cuestiones epocales’ e impotentes para afectar cualquier coyuntura y situación de ‘crisis’…”
“La filosofía lejos de cualquier relevancia política, cuando ‘política’ dice: destino, historia, porvenir de un pueblo o nación-Estado actual.”
Sigue: “En nuestros países la reflexión filosófica suela confundirse con una especie de verbosidad, una imaginación abstracta y puramente de-palabras que, en vez de acercarse a la realidad y lograr aprehenderla en aquello no evidente y supra-cotidiano, se despega de ella y se pone de espaldas a la realidad.” “Estamos llenos del tipo de filósofos que hacen alquimias verbales y no intelecciones de problemas de lo que vivimos y experimentamos día tras día. Eso, me parece, es lo que intenta y logra hacer el profesor que hoy presento.”
Nada más y solamente esto. El “Hacia el Festival chileno de la Filosofía 2025”, a la intemperie y animoso, llegará a Temuco y afectará a la UFRO –y a otros reductos académicos del llamado “sur-de-Chile”. Como ciertos nuevos “weichafe-guerreros”, no de violencias confusas y arbitrarias, sino del reclamo de una filosofía como pensamiento sublime, y de las cosas más decisivas de cada uno de nuestros días.
En noviembre de 2025, llegaremos al IX Congreso Nacional de Filosofía en Talca, y armados de una ‘ardiente-paciencia’…
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