Dentro de las políticas de memorias se puede hallar, entre otras variables, la transformación de espacios públicos, construcción de monumentos y memoriales, instalación de placas recordatorios, el cambio de nombres de calles y plazas, todas acciones destinadas a materializar y socializar en torno a la memoria colectiva, transformando los espacios públicos en Sitios de Memoria.
La pregunta que surge, ¿cómo preservar un sitio de memoria? Los lugares de memoria, intentan realizar dos acciones claras, una recuperar la memoria y, por otro, transmitirla a las próximas generaciones. La forma en que se construyen estos lugares de memoria, sean los sitios donde sucedieron hechos violentos, la construcción de monumentos y memoriales, instalación de placas, dan cuenta de cómo se construye dentro de la sociedad un ethos colectivo.
Pierre Nora habla de “lugares de la memoria”, porque en esos lugares se configuran y almacenan los recuerdos (2009). Según Nora, la memoria es vida encarnada, pendular entre el recuerdo y la amnesia, desatenta o más bien inconsciente de las deformaciones y manipulaciones, siempre aprovechable, particular y mágica por su efectividad.
La batalla por las memorias debería estar cruzada por una cultura de la memoria que se debe concebir, “como el tratamiento del pasado en el espacio público, un tratamiento que reviste determinadas formas, se apoya en instituciones y relaciona el pasado con el presente de tal manera que esa relación (por el proceso del recuerdo, en el que se encuentran pasado y presente) adquiere relevancia para el presente; y así se pretende proporcionar una orientación general respecto de la sociedad actual”.
(Faulenbch, 2009:41).
Los procesos por los cuales un espacio se transforma en lugar de memoria tienen relación no solamente con los diversos sentidos que le dan los diferentes actores, sino, también, particularmente con los procesos políticos y sociales a través de los cuales estos actores les dan sentido a esos espacios.
Como enuncia Calveiro, “puede haber muchas formas de entender la memoria y de practicarla, que están a su vez vinculadas con los usos políticos que se le dan a la misma porque, ciertamente, no existen las memorias neutrales sino formas diferentes de articular lo vivido con el presente. Y es en esta articulación precisa, y no en una u otra lectura del pasado, que reside la carga política que se le asigna a la memoria” (Calveiro, 2006: 377).
En Chile no ha existido un trabajo sistemático en la difusión, promoción y reflexión en lo que se refiere a los espacios de memoria. Exceptuando, la inauguración en el año 2010, del Museo de la Memoria y los Derechos Humanos.
En Chile no ha existido un trabajo sistemático en la difusión, promoción y reflexión en lo que se refiere a los espacios de memoria. Exceptuando, la inauguración en el año 2010, del Museo de la Memoria y los Derechos Humanos
En la actualidad, preexisten cerca de doscientos memoriales y/o espacios de memoria dedicados a la violación a los Derechos Humanos. Algunos de ellos han sido declarados monumentos con el sentido de promover la reparación, el valor histórico y la resignificación de los trágicos episodios acontecidos entre septiembre de 1973 a marzo de 1990. Empero, aún no existe una ley, directrices sobre memorias y que las mismas garanticen la recuperación, protección, preservación, cuidado y mantención de los Sitios de Memoria.
Pues se requiere instalar la memoria como un lenguaje que pueda traducir un acontecimiento histórico en huellas que se inserten dentro del imaginario del colectivo social. Claro está que acentuar la demanda de representación simbólica no se equipara con otras formas de reparación y, por tanto, los memoriales no pueden reemplazar la Verdad y Justicia, sin embargo, pueden hacer visible una conciencia, transmitir y suscitar un diálogo entre el Estado y la sociedad civil.
Si bien en los últimos tiempos la discusión sobre las memorias se ha ido acrecentando, los avances en materia política e institucional son exiguos. Se debe avanzar en cuestiones fundamentales a saber:
Para concluir, parafraseando a Walter Benjamín, “El que busca acercarse a su propio pasado enterrado debe hacer como un excavador… No debe tener miedo de volver una y otra vez a la misma materia”.
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