Nuestra forma de pensar y actuar es moldeada de múltiples formas como nuestro entorno social y familiar, el idioma que hablamos, la cultura que nos rodea, el conocimiento que adquirimos, las tradiciones que heredamos, las creencias, nuestras experiencias e incluso nuestra contextura física afecta en cómo nos relacionamos con los demás.
La gente de las sociedades más corruptas tiende a ser más deshonesta que aquellos que pertenecen a sociedades con gobiernos que mantienen bajos índices de corrupción y donde romper las reglas es mal visto.
También se ha demostrado que las personas tienden a romper las reglas si ve que su entorno las rompe. Un claro ejemplo son los barrios donde abundan los graffitis y la basura desparramada por veredas y calles, en ellos sus habitantes tienden a repetir los malos hábitos.
Y ahora hay que agregar un nuevo elemento que influirá en nuestra honestidad. Científicos de la Universidad de Nottingham (Gran Bretaña) investigaron por 5 años, liderados por Simon Gächter & Jonathan F. Schulz, un trabajo destinado a descubrir si existía una relación entre la corrupción política de un país y la honestidad de sus ciudadanos. Este trabajo fue publicado por la revista Nature el 10 de marzo pasado.
Gächter y sus colegas construyeron un índice por país que indicaba la proporción de individuos con el potencial de ser deshonesto en 159 países, utilizando datos demográficos y económicos sobre corrupción, evasión fiscal y fraude político a partir del 2003, basándose en información del Banco Mundial y de la ONG Freedom House.
Paralelamente, llevaron a cabo un experimento de comportamiento basado en una recompensa, con 2.568 jóvenes estudiantes de una edad promedio de 21,7 años, de distintas condiciones sociales provenientes de 23 países, entre ellos China, Alemania, Indonesia, Kenia, Suecia, el Reino Unido, España, Guatemala y Colombia.
Para el experimento, se ubicó a los participantes en cabinas aisladas y se les pide lanzar un dado dos veces y que dijeran qué resultado habían tenido la primera vez. Por participar se les recompensaría en dinero y el monto dependería del número obtenido en el dado, entre más alto, mayor pago. Los investigadores no podían saber si hacían trampa, ya que el resultado solo es conocido por el participante.
“No podemos juzgar si los individuos son honestos de forma individual, pero en un grupo de gente sí se puede calcular basándonos en las leyes de la estadística”, explica Gächter, profesor de Psicología en la Toma de Decisiones.
Los investigadores notaron que los valores registrados eran más altos de lo que cabría esperar si los participantes hubieran dicho el resultado verdadero, aunque no todos dijeron haber sacado números altos. Si los participantes hubieran sido absolutamente honestos, cada valor del 1 al 6 tendría la misma probabilidad de salir. Si hacían trampa, entonces la distribución tendería a estar cargada hacia las puntuaciones que aumentaban la recompensa.
Según expone Gächter, algunas personas se enfrentan a la siguiente disyuntiva: la mentira es beneficiosa en términos materiales, pero es costosa en términos psicológicos, ya que es más difícil mantener una imagen positiva de uno mismo como persona honesta. Sin embargo, como pasa en el experimento, la gente engaña un poco porque eso no pone en peligro su imagen de honestidad.
De acuerdo con el estudio, algunos de los países que más destacan en su relación de poca honestidad y violación de las reglas son Tanzania, Kenya y Marruecos, mientras que los que presentan una relación fuerte entre la honestidad de sus ciudadanos y el cumplimiento de las normas son Alemania, Austria y Suecia.
El estudio también muestra que la gente en general es bastante honrada y no se vieron mentiras flagrantes de parte de nadie. Pero, si se dan las circunstancias, pueden caer en la tentación de engañar un poquito.
La tendencia fue general en todos los países analizados. El estudio apunta a que la gente de las sociedades más corruptas tiende a ser más deshonesta que aquellos que pertenecen a sociedades con gobiernos que mantienen bajos índices de corrupción y donde romper las reglas es mal visto.
«La gente limita su nivel de deshonestidad según lo que percibe como aceptable en su sociedad y lo que ve a su alrededor. Diversos investigaciones en sociología y psicología social ya sospechaban que existía una conexión entre las malas prácticas políticas y la honestidad ciudadana dado que, por ejemplo, algunas personas están dispuestas a romper las reglas si muchas otras también lo hacen. Sin embargo, no se había demostrado dicha relación hasta ahora”, explica Gächter.
Los autores del estudio concluyen que las instituciones que permiten cierto grado de corrupción o ruptura de reglas no sólo tienen consecuencias adversas en la economía, sino que además afecta la honradez intrínseca de sus ciudadanos.
Así que atención con nuestro país, que no nos pase lo mismo y por sentirnos engañados por toda una élite político/empresarial, el ciudadano común caiga en los engaños justificados y piense que “ladrón que roba a ladrón, tienen 100 años de perdón”.
Comentarios
17 de abril
¿Lo dices por ti Frías? Pero si no eres el mejor ejemplo de honestidad, sino de todo lo contrario…
http://explicandoalexplicador.blogspot.com/2016/03/el-sacerdocio-de-la-ciencia-l-el.html
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17 de abril
zet1, antes de acusar debes investigar, estas confundido. El Fernando Frías que te refieres es un escritor ESPAÑOL.
Saludos