Y nuevamente, como en el 2006, un sector de la sociedad peruana ha vuelto la mirada y puesto ya casi con certeza en el ballotage al candidato Ollanta Humala Tasso, lo que ha generado una surtida reacción nada displicente al interno y externo de un país como Perú que se muestra orgulloso del éxito de su macroeconomía y al mismo tiempo pone su continuidad en manos de un electorado que se muestra muy volátil y cuestionador. ¿Qué está pasando en Perú?
Me esforzaré por ser objetivo. Hasta hace un par de semanas, la derecha peruana, con sus diferentes matices, lideraba todas las encuestas, con el ex Presidente Alejandro Toledo, el ex alcalde Lima, Luis Castañeda y, la parlamentaria Keiko Fujimori; por ello, muy presurosamente Alan García, confiado proclamó que el futuro del país estaba “encaminado” lo que le “garantizaba” la continuidad de su “obra” y entonces se dio para sí un margen de maniobra que con anterioridad su ego había cebado para hacer contra Alejandro Toledo lo mismo que en 1990 contra Mario Vargas Llosa.
Y en estas circunstancias apareció el outsider Pedro Pablo Kuczynski (PPK) y con él la lógica de la distracción. Ella, estimulada por el lenguaje procaz de payaso de esquina que terminó opacando la estrategia de un Toledo que, planteando temas como la despenalización del aborto, el reconocimiento legal de la unión de parejas homosexuales y la legalización de las drogas, trataba de generar reacciones para luego asumir posturas. El debate serio sucumbió hasta la ridiculez entre “los candidatos de derecha”. Mientras tanto, fuera de ese circo, el Teniente Coronel en retiro, Ollanta Humala ganaba terreno con sendos discursos “antisistema” muy bien direccionados, que develaban con rudeza lo que sus competidores de derecha intentaban ocultar: que existe una considerable cantidad de peruanos que no están satisfechos con el sistema económico actual.
La “economía social de mercado” es el sistema económico establecido en nuestra vigente Constitución de 1993. Se trata de un sistema liberal limitado en función a los valores y principios de la dignidad humana, el bien común, la solidaridad y la subsidiaridad, sujeto a un carácter programático. La forma como ha sido llevado a cabo en el país por esas sucesivas hordas de mercantilistas que se instalan en el poder cada cinco años, le permite a Ollanta Humala con sobrada elocuencia sostener –también por conveniencia- que la tercera vía establecida en nuestra Constitución no es más ni menos que el modelo neoliberal, causante de que “los niveles de desigualdad y exclusión se hayan incrementado y profundizado a pesar del sostenido crecimiento económico” y que el Estado se haya convertido más bien en instrumento de unos cuantos grupos minoritarios. Así, con pose de militar puesto en plaza pública, propone su reemplazo por una “economía nacional de mercado” -que nadie sabe exactamente lo que es pero que de hecho requerirá la modificación del artículo 58° de la Constitución- “recuperar infraestructura portuaria de sus ilegales privatizaciones”, “renegociar los Tratados de Libre Comercio”, “restringir la exportación (del gas)”; “revisar las normas que otorgan licencias de operación a los diferentes operadores del espacio aéreo peruano”, etc. Y entonces apareció en el primer lugar de las preferencias electorales.
Frente a este inesperado repunte, la reacción no ha sido peor. En sustitución de las razones se ha preferido, tal como en el 2006 apelar al miedo de lo que podría significar la importación –por medio de él- de un sistema tan antidemocrático como el que desde hace más de diez años le ha impuesto el comandante Hugo Chávez al pueblo venezolano. Ollanta Humala ha pretendido desmarcarse de ese estigma barines huyendo al centro, proclamando su admiración por el ahora moderado izquierdista Lula Da Silva y jurando que ha cambiado –si hasta ha rezado el rosario con el Cardenal Cipriani-, pero sus contendores le han impuesto el velo de la duda con una directa invitación a sus seguidores a no jugar a los dados con su postulación.
Y aunque al bullying también se sumó el Presidente Sebastián Piñera. El efecto no ha sido el esperado, porque a seis días de las elecciones, Ollanta Humala permanece encabezando como favorito con tendencia a seguir creciendo, mientras que sus más cercanos competidores -que de acuerdo a las últimas encuestas serían tres por virtual triple empate técnico- luchan entre ellos por tener la opción de pasar a competir con él en la segunda vuelta electoral en la que cualquiera de ellos esperan ganarle sumando los votos de los que quedaron rezagados. Esos votos resultan básicamente de la centro – derecha de Toledo; del fujimorismo siempre cautivo; del “sancochado” conservador de la candidatura PPK; y del voto perdido de Luis Castañeda.
Este es el escenario político actual de Perú, uno en el que los extremos se imponen y al mismo tiempo, de absoluta incertidumbre, donde nada está descartado, donde la volatilidad del electorado que cuestiona el statu quo económico, la aparición del outsider que defiende el stablishment, y la decadencia de la elite gobernante contribuyen a que este país se asome a la desinstitucionalización de la representación política. Ello no sería sino la llave de la puerta de ingreso de las ideologías solapadas que, una vez instaladas en el poder, patean el tablero democrático, inventándose uno nuevo a su medida.
Así sucedió en 1990 con la dictadura corrupta que dos años más tarde Alberto Fujimori le impuso al país y porque ese mismo riesgo sigue latente hoy en día. Y cómo no, si ahí donde nuestra clase política debe entender Constitución, prefiere leer “prostitución” y ya ni se inmuta de vergüenza porque al fin y al cabo a su condición servil se le ha indicado que no hay de qué preocuparse porque “la plata llega sola”.
Comentarios
11 de febrero
Pienso que Ollanta deberia seguir con su plan económico sin dejar que en su partido se pudra los valores éticos profecionales.
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